Parece que estamos viviendo una temporada de ebullición en el mercado del arte, que no en la producción de arte. Tantas energías empleadas en la distribución, la venta o la visibilización que se hace especialmente complicado ver a un artista tomándose su tiempo para crear. Me impresionó con creces la última artista a la que entrevisté. Siendo milenial, me contó que llevaba un año haciendo una canción. Me pareció un acto de amor, pero sobre todo en los tiempos que corren, un acto de fe. Tiempo para la fabricación de su propia obra y conceptualización, simplemente pensar en ello y ver si se genera dentro de un buen marco temporal, si es una idea bien contextualizada. Pero ¿cuál es el contexto actual en el que nos encontramos? Quizás vaya a tanta velocidad que somos incapaces de verlo, mucho menos pillarle el qué. En el movimiento o simplemente estética de la neohispanidad que están explotando artistas como Rosalía con la mano de Canadá o C. Tangana con el pintor Iván Floro, veo una añoranza de tiempos pasados en busca de un impacto visual estable, permanente, duradero y que dé seguridad al espectador. En este último ejemplo contrasta la novedad de su música con la tradicionalidad del retrato al óleo para su portada de disco. Un esfuerzo para iconizarse en la época de la sobreexposición, con procesos de otras épocas en las que «había más tiempo». Artistas luchando con un movimiento estético de tintes arcaicos ante el abuso de técnicas modernas de representación, y la sobreinformación que nos desinforma y nos hace incapaces de retener alguna imagen. Estamos en el periodo de la historia en que más rápido podemos hacer cualquier cosa y a la vez en el periodo en que menos tiempo le queremos dedicar a hacer cualquier cosa. La necesidad de brevedad es la pandemia endémica real. Es una necesidad creada y como tal acarrea las muchas afecciones psicológicas reinantes con actualizados nombres: ecoansiedad, posdepresión, etc. ¿Podríamos llamarle posrealidad a la sensación de no haber vivido algo si no lo hemos registrado y subido a Internet? La captura del tiempo que tanto valoramos está primando al propio tiempo, ¿estaremos entrando en el postiempo?