Por: Antonio Correa Iglesias

BYUNG-CHUL HAN, EL CANSANCIO Y LA ILUSIÓN DE LA LIBERTAD

Obras: Alexander Hernández Chang

Tardé una semana en leer y anotar completamente el texto La sociedad del cansancio de Byung-Chul Han. Es un libro interesante que trata de resultar alarmante y perturbador al mismo tiempo. Uno tiene la percepción de estar en el centro de una conspiración, y en función de ello, su argumentación es axiomática, sentenciosa, y apócrifa.

Byung-Chul Han ha sabido usar muy bien las cartas que debajo de la manga de la publicidad «esconde». Sus «libritos» son, algunos más libros que otros. En todo caso, son libros producto de circunstancias e impulsados por un espíritu que se pretende «renovador», fundamentado, eso sí, en la relectura de los autores que lo cautivan y que parafrasea -no siempre abiertamente-. Tiene a su favor, hay que decirlo el ejercicio relacional y por extensión un pensamiento y discurso en red, herramienta que sabe usar eficazmente; sobre todo para una sociedad de cierta manera anclada aún en una tradición que tiene en la cuadriculación de la experiencia una manera de razonar e imaginar.

Son libros cortos los suyos, se pueden leer de una sentada. Si se pretende desmenuzarlos, hace falta un poco más de tiempo. Pero sus libros están concebidos para un público general, por más aspaviento y estupor que este ha armado en la academia.

Organizado en doce capítulos de los cuales dos fueron agregados a la edición del 2020, La sociedad del cansancio es un epílogo de la desesperación, un tsunami que parece arrasar con todo. Hace ruido, qué duda cabe, pero este ruido pretende pasar por alto las alarmas de la postmodernidad. Para Byung-Chul Han, hemos llegado a la sociedad tardo-moderna como sujetos de un rendimiento que sobrevive en una libertad completamente ilusoria. El arribo a esta condición no coteja adecuadamente las consecuencias, pero, sobre todo, las críticas asociadas al agotamiento del paradigma racional-positivista.

No son nuevas las tesis de Byung-Chul Han, lo que es «nuevo» es el delibery, que las hace sugerentes y «renovadoras» para un público de-limitado por las estrategias de publicidad y mercadeo. Pretendiendo un espíritu «renovador», lo que prevalece es un principio de inevitabilidad, un nuevo teleologismo, una nueva secularidad que tendrá en el Smart-Space, su espacio de referencialidad. No hay renovación ni alternatividad en Han, hay -eso sí- una búsqueda que pretende desentrañar las razones que fundamentan esta nueva condición. Y la ausencia de alternatividad se establece en el manejo nostálgico y casi arqueológico de la argumentación. Capítulos como Vita activa y Pedagogía del mirar son compendios de la añoranza. Nietzsche, Heidegger y Arendt aparecen legitimados por sus argumentos, pero trasnochados antes la vorágine de una sociedad en la que se ha perdido la capacidad contemplativa, donde «nada es constante y duradero»1. Decir por tanto que Byung-Chul Han es un deudor de Nietzsche, M. Heidegger y M. Foucault, es una ingenuidad. Han es, en todo caso, un apasionado de estos autores continentales y de otros que no siempre menciona pero que le sirven para su argumentación mimética. Byung-Chul Han no es un pensador de rigor, en el sentido continental de la filosofía contemporánea.

Sin embargo, la gramática y la discursividad en Byung-Chul Han es interesante. Han siempre construye oraciones cortas, oraciones con énfasis en el axioma, precedido, mayoritariamente por una referencia. En esta lógica, subyace su criterio de argumentación. El lector tiene entonces la errónea percepción de que está frente a un hallazgo argumental. En todo caso, Han se vale de la arquitectura lógica de sus pensadores fetiches para darle cuerpo a su argumentación. Por ejemplo, Han eleva la patología neuronal a categoría histórica, usando el mismo algoritmo de Michael Foucault. A partir de esta delimitación, articula una suerte de filosofía de diagnóstico muy relacionada con la negación que desemboca en una diatriba, pasando por alto lo que verdaderamente está ocurriendo en el pensamiento contemporáneo, sobre todo, en los nuevos aportes a la fenomenología de la cognición2 por solo mencionar un ejemplo.

Para Byung-Chul Han el siglo XXI no es el siglo de las bacterias o los virus –esto es muy cuestionable- como lo fue en el siglo XX, sino de las enfermedades neuronales como la depresión. La diferencia parece radicar no en la enfermedad misma, -no son infecciones- sino en sus consecuencias que no son otra cosa que el exceso de positividad, como el propio autor lo llama.  Si las enfermedades contagiosas y por tanto la inmunología asociada a estas introducen la negatividad, es decir, el otro que invade al cuerpo; en las patologías del siglo XXI, el otro ha sido eliminado3, solo queda una individualidad desprovista de cualquier instancia de dominación sometida a sí misma. Estos desplazamientos están produciendo un inadvertido cambio de paradigma sin el suficiente cotejo analítico. De este modo, «la desaparición de la otredad y la extrañeza» da paso a la diferencia4. El énfasis no está aquí en encontrar las cuestionadas razones de la «desaparición», sino en la legitimación de lo que este llama – «desconociendo» a Derrida- la diferencia.

Pero retomemos la tesis de la inmunología. Para Byung-Chul Han la inmunología no es un principio exclusivamente explicativo en el campo médico. Han eleva la inmunología a la categoría de paradigma -sin hacer referencia a Kunh- y principio explicativo a partir del cual su fundamentación cobra sentido. Lo inmunológico se convierte en principio instrumental para explicar la dialéctica de la negación, la expulsión de lo otro en función de una violencia que nos protegería de «una violencia mucho mayor, que sería mortal»5. La negación, lo otro, la extrañeza solo serán elementos puestos en función de legitimar lo que este llama la sobre-abundancia o exceso de positividad.

Una vez más, hay que delimitar donde comienza el manejo utilitario del término inmunología, y en qué medida Byung-Chul Han lo usa sencillamente para fundamentar una tesis que podría ser explicada perfectamente desde el pensamiento filosófico, antropológico y sociológico. En todo caso, Byung-Chul Han funciona desde un pensamiento como reminiscencia. Lo cual hace que su pensamiento «relacional» no sea la búsqueda de una totalidad sino más bien un ejercicio de dispersión.

Si para Foucault la patología tiene un carácter explicativo en términos de filosofía, antropología y sociología, para Byung-Chul Han solo va a funcionar como teleología. Han –hay que decirlo- no está desde el reconocimiento epistemológico y al no estarlo, hace que La sociedad del cansancio sea un grito legítimo, pero también un epílogo de la desesperación. Su texto es más perturbación que razón y argumentación. Byung-Chul Han es -cómo dudarlo- un heredero del discurso de la postmodernidad, pero no se reconoce como tal. Pesa más la performatividad y la fascinación que la argumentación, epistemológicamente hablando.

 

El inadvertido cambio de paradigma vendría a gestionar –para Byung-Chul Han- no una dialéctica de la negatividad, sino la prevalencia de estados patológicos atribuibles a un exceso de positividad que no deja de ser violento. La violencia no solo consiste en negar lo otro, sino también en afirmar lo idéntico. Generando lo que autor llama «sobreabundancia de lo idéntico / exceso de positividad»6. Esta condición ya no es viral y al no serlo, la inmunología como «paradigma» no ofrece acceso para su entendimiento. «El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia tampoco son reacciones inmunológicas. Todos ellos consisten en manifestaciones de una violencia neuronal, que no es viral, puesto que no se deriva de ninguna negatividad inmunológica»7.

De este modo, el «sujeto» desprovisto de lo otro que no es otra cosa que lo «extraño», lo diferente en el esquema de la inmunología del adentro hacia afuera, solo cuenta consigo mismo, con su potencialidad y rendimiento. La naturaleza de este nuevo «sujeto» está en el desplazamiento de una sociedad disciplinaria -Freud, Foucault- a lo que Byung-Chul Han propone como sociedad del rendimiento. Si la sociedad disciplinar o del control llena de psiquiátricos y cárceles generó un sujeto de la obediencia y del terror; la sociedad del rendimiento solo tiene «sujetos emprendedores de sí mismos. Aquellos muros de las instituciones disciplinarias, que delimitaban el espacio entre lo normal y lo anormal, tienen un efecto arcaico»8.

Si la sociedad disciplinaria tutelada por el panóptico es inmunológicamente negativa en tanto obliga a expulsar o aislar a lo otro que no es otra cosa que lo diferente, la sociedad del rendimiento se rige por un poder hacer sin límites, la iniciativa y la motivación del rendimiento. Si la sociedad disciplinaria «produce» locos y criminales, la sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados. Según parece, en la lógica de Byung-Chul Han, a ambas sociedades le son inherentes como consecuencia de sus acciones, el inconsciente social en el afán de maximizar la producción.

Si en 1984 de Orwell o en La policía de la memoria de Yoko Ogama la sociedad es consciente de que está siendo vigilada, castigada y dominada; quizás hoy en la sociedad del rendimiento no seamos tan conscientes de ello. El afán, pero sobre todo la presión por el rendimiento -que puede ser traducido no solo como contenido- genera una violencia sistémica donde el sujeto se auto-explota. Una vez que lo otro ha sido expulsado, vivimos -en palabras de Byung Chul Han- siempre con la angustia de no hacer todo lo que podríamos hacer y encima nos culpamos a nosotros mismos de nuestra supuesta incapacidad. Esa angustia es la consecuencia de nuestra propia auto-explotación.

Esta es la naturaleza de la sociedad tardo-moderna donde el imperativo del rendimiento, como razón del fundamento social genera enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad [TDAH], el trastorno límite de la personalidad [TLP] o el síndrome de desgaste ocupacional [SDO]. Estos desórdenes generan personalidades disgregadas, fragmentadas y dispersas, fundadas y fundamentadas en el multitasking. Si para algunos esta es una «técnica de administración del tiempo», para Han el multitasking es una regresión al mundo de los animales salvajes que usan dicha «técnica» para garantizar la supervivencia.

El sujeto del multitasking es la antítesis del sujeto contemplativo. Del sujeto de la atención profunda, al sujeto de la hiper-atención. De la capacidad de escuchar, que es condición para una profunda y contemplativa atención, al ego hiperactivo que no tiene acceso a ella pues se escucha a sí mismo y a sus requerimientos de auto-afirmación. Suerte de nuevo egocentrismo que Byung Chul Han llama autista9, y que se cotiza en las redes sociales en «función de incrementar el sentimiento narcisista de sí mismo, construyendo una muchedumbre que aplaude y que presta atención a un ego que se expone como si fuera una mercancía10». Este ego-mercantil, fundamenta su rendimiento en un principio de auto-confirmación e identidad, que se convierte en auto-destrucción. «El sujeto que está obligado a rendir se mata a base de auto-realizarse. Aquí coinciden la auto-realización y la auto-destrucción»11. Nada es suficiente para el sujeto del rendimiento y ante la ausencia de prohibiciones y mandatos, típico de la sociedad disciplinaria, se piensa que todo es posible. Se confunde la libertad con la ilusión que toda esta sintomatología genera, olvidando que, si bien «desaparece» la instancia dominadora externa, esta no elimina la estructura coercitiva, en todo caso la búsqueda desquiciada del rendimiento, es la nueva coerción que destruye al sujeto del rendimiento.

Se requiere entonces -y esta es una de las conclusiones del libro- otro uso del tiempo, donde no se viva obsesionado con la productividad, donde el ejercicio de mirar y escuchar esté en el centro de la atención. La noción de tiempo -hasta ahora moderno- demanda también una redefinición, sobre todo en función de determinar también la noción de trabajo desde los nuevos dispositivos electrónicos que Byung Chul Han llama «campo de trabajo portátil». Se logra respirar el espíritu heidegeriano en las conclusiones preliminares del libro. Sin embargo, Han no reconoce su deuda con Ser y Tiempo.

La retórica de Byung Chul Han trata sobre todas las cosas de hacer visible un mapa político, mucho más evidente a partir de la re-significación de lo positivo en términos de infección viral. La Tercera Guerra Mundial que no ha sido otra cosa que la pandemia del coronavirus ha venido a subrayar aún más las tesis de este pensador contemporáneo12. La inexpresividad que ha significado cubrir por dos años nuestros rostros con mascarillas, hasta el desplazamiento de los centros de poder, la sociedad post pandemia, según Byung Chul Han, se encamina peligrosamente hacia un régimen de vigilancia biopolítica. Una sociedad de la supervivencia que para alcanzar tales objetivos hemos sido capaces de sacrificar el contacto con nuestros semejantes, la movilidad o la sociabilidad. •

1._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 43
2._ Para mas detalles, vease el trabajo de Markus Gabriel.
3._ Véase Byung-Chul Han “La expulsión de lo distinto” Herder, 2020
4._ Para el autor es fundamental establecer una distinción entre la
diferencia, la extrañeza y lo exótico como universos conceptuales en
torno a la tesis de la diferencia. Véase página 16.
5._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 18, 19.
6._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 20
7._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 21
8._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 25
9._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 53, 54
10._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 89
11._ Byung-Chul Han “La sociedad del cansancio” Herder, 2020 Pág. 83
12._ En el 2020 se re-editaron la mayor parte de sus textos.

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