Por: José pérez Olivares

RIMBAUD EN TRES TIEMPOS

On n´est pas sérieux, quand on a dix-sept ans.
A.R.

La leyenda de Arthur Rimbaud no descansa exclusivamente en los aportes trascendentales que hizo a la poesía francesa en apenas un lustro, tras el cual dejó de escribir. Tampoco surge de los numerosos estudios sobre su obra, ni de las biografías y traducciones aparecidas después de su muerte. La leyenda se afirma, principalmente, en el testimonio de quienes lo conocieron y trataron, entre los que podemos citar a Verlaine, Mallarmé, Anatole France y otros muchos escritores. El mito resultante se remonta a su época, porque el joven de apenas dieciséis años que en 1871 viajó a París -invitado por el poeta Paul Verlaine- causó un profundo impacto en quienes oyeron por vez primera su poesía. Nacido en Charleville (las Ardenas Francesas) en 1854, Rimbaud se destacó desde niño por su precocidad literaria. Además de ser un estudiante modelo fue un lector voraz, interesado desde temprano en libros y autores que su madre, la severa Vitalie Cuif, rechazaba, obligándolo a realizar esas lecturas a escondidas. No pocas de ellas en casa de su profesor y amigo Georges Izambard. cuya presencia resultó decisiva en la formación y el destino posterior del muchacho. En una carta de mayo de 1871, dirigida a su antiguo maestro, le confesaría que aspiraba a ser poeta y convertirse en vidente para «llegar a lo desconocido mediante el desorden de todos los sentidos».

Como todo lo que resulta extraordinario, Rimbaud fue un destello. A ese destello voy a referirme. A su imagen, captada por la fotografía, el dibujo y la pintura de mediados y finales del siglo XIX.

Fotografías

De su etapa infantil sobreviven dos: en una aparecen él y su hermano mayor Frédéric cuando ambos estudiaban en la Institution Rossat, de Charleville. Allí, en esa foto de grupo de 1865, junto a una veintena de alumnos y maestros, vemos el rostro del poeta niño, serio, mirando fijamente a la cámara. La segunda fue tomada el día en que los dos Rimbaud varones (en la familia había también dos hermanas menores, Vitalie e Isabelle) hicieron su primera comunión. Arthur andaba cerca de los doce y su hermano por los trece años. La foto, tomada por un tal Jacoby quien además de desempeñarse como fotógrafo fue director del diario local Le Progrés des Ardennes, muestra a Frédéric de pie, junto a Arthur, sentado en una silla. En ese mismo diario hallaría trabajo por primera vez, aunque por poco tiempo, un jovencísimo Rimbaud. El diario acabó clausurado por simpatizar con la Comuna de París, ideas que el audaz poeta abrazó en una breve, aunque activa militancia, que lo llevó a formar parte de los francotiradores de la Revolución. Nos referimos a imágenes que hoy constituyen importantes documentos, tanto en lo histórico como biográfico.

Otras dos fotos, en forma de retratos, son de su juventud y fueron hechas en París, en 1871, por el fotógrafo Étienne Carjat1. Se supone que una es de octubre (mes en que Rimbaud cumplía los diecisiete años), y la otra de diciembre. En la de octubre no se advierte retoque alguno de la imagen. Todo indica que estamos ante el rostro auténtico del «Infante Sublime», como lo calificara Verlaine, el cabello despeinado y la mirada seria, casi hosca. No parece haber cumplido (o estar a punto de cumplir) los diecisiete, sino tener, cuando más, trece o catorce años. Es la estampa de un chico fugado de su casa o de un orfelinato.

La siguiente es la más universalmente difundida, la del Rimbaud de facciones delicadas y cara mucho más llena, seguramente retocada por Carjat que era un hábil retratista. Y como perdida en un mar de ensueños y visiones, la mirada. Verlaine describió al joven así: «era alto, proporcionado, casi atlético, con el rostro perfectamente ovalado de un ángel desterrado, con el cabello castaño claro desordenado y los ojos de un azul pálido inquietante»2
. Más preciso, Ernest Delahaye, el mejor amigo de Rimbaud desde la infancia, apreció que «lo único que tenía realmente hermosos eran los ojos, azul pálido, surcados de radios de azul oscuro»3.

Dibujos y pinturas

Además de estas fotos, podemos hallar numerosos retratos a lápiz y caricaturas realizados por artistas y amigos de Rimbaud (André Gil, Charles Cross, Jean-Louis Forain, Delahaye y otros). Destaca el que le hiciera Paul Verlaine en 1872, en el que vemos a un Rimbaud de perfil con sombrero, pipa, una larga cabellera y las manos en los bolsillos. Dicen que así se paseaba por las calles de Charleville escandalizando a sus paisanos.

También hay algún que otro retrato al óleo de Rimbaud. El más importante y famoso de todos es el que le hiciera Henri Fantin-Latour, en 1872, para su cuadro Coin de table (Rincón de la mesa). En ese cuadro, que recrea una escena de la bohemia parisina con algunos de sus principales protagonistas, hallamos al l ´enfant terrible junto a Verlaine y otros escritores. Él y el autor de La buena canción, uno al lado del otro, insinuando lo que ya se comentaba de ellos en los corrillos del París finisecular. Un excelente trabajo, sin duda, de aquel artista oriundo de Grenoble que aún nos ofrece más información: en su extremo derecho debió aparecer un rostro más, integrante también del grupo. Pero se negó a posar y al pintor no le quedó otra alternativa que llenar el espacio con un florero. Todos sabían que ese florero era la cabeza del poeta parnasiano Albert Mérat. La razón argüida por el parnasiano para no figurar en tan importante obra, fue su rechazo a Rimbaud luego de sostener con él una discusión.

Mérat era asiduo a las reuniones de los Vilains Bonshommes y uno de sus fundadores. Aquellas reuniones consistían en cenas privadas en las que se abordaban asuntos de estética y relacionados con la creación. Mérat no fue el único en sentir rechazo hacia el joven. También lo sintieron Edmond Lepelletier, que publicó una nota infamante contra Rimbaud en el diario Le peuple souverain (16 de noviembre de 1871), y Mathilde Mauté, esposa de Verlaine. Fue ella quien había gestionado el permiso de su madre para alojar a Rimbaud en la casa de la rue Nicolet, en Montmartre, donde vivía el matrimonio. Y los Mauté de Fleurville, padres de Mathilde, eran los propietarios de la vivienda. La mujer ofrece un testimonio que no deja lugar a dudas sobre la conducta de su invitado: «Primero se llevó un Cristo de marfil que había sido de mi abuela y que a Verlaine le costó mucho recuperar; después, rompió a propósito varios objetos que yo apreciaba; además de cometer numerosas indelicadezas que acabaron por disgustarnos» 4

Coin de table

Como retratista, Fantin-Latour era célebre ya en el París de aquellos años. Tenía una mano muy segura para copiar los rasgos que pintaba y reflejar en ellos el temperamento del retratado. Es difícil saber si la pose de Rimbaud fue idea o no del pintor. Una pose como aquella, con la barbilla apoyada en la palma de la mano izquierda y el codo sobre la mesa, es sumamente difícil de soportar: el brazo acaba entumecido a los diez minutos. Es posible que Fantin hiciera apuntes previos y se valiera de ellos, y que las sesiones de trabajo -con Rimbaud de modelo- no fueran muy largas. Sobrevive un boceto a lápiz del cuadro en el que aparecen todos sus personajes y cada uno con su nombre: los cinco que están sentados a la mesa son Verlaine, Rimbaud, León Vallade, Ernest D´Hervilly y Camille Pelletan. De pie y detrás, Pierre Eléazar, Émile Blémont y Jean Aicard. Aunque idealizado, el retrato de Rimbaud nos ofrece un rostro mucho más próximo al real que el de la foto retocada por Carjat y con un gesto que pudo haber sido característico en el poeta. Silencioso, reflexivo, un tanto descuidado en su apariencia personal y con aquellas manos grandes y rojas (dicen) llenas de sabañones, y la hermosa y juvenil cabellera con piojos, según aseguraba Mathilde Mauté.

Similar a las renacentistas, el cuadro presenta una estructura en forma de pirámide con las luces distribuidas en torno a su centro y formando a su vez un triángulo invertido, en contraste con las áreas más densamente oscuras. Resaltan las impolutas camisas debajo del flus y la mirada del espectador asciende desde el blanco mantel a los rostros y demás elementos del cuadro. Al margen de su importancia histórica, la pintura posee un innegable valor artístico. Fantin no se distinguió por ser un artista que revolucionara la pintura de su época como sí lo hicieron Cézanne y los impresionistas. Pero su obra posee la serena belleza de un creador sensible, elegante e inteligente.

Otro óleo, obra de un artista belga, fue realizado mientras el poeta francés guardaba cama, convaleciente del balazo que le diera en la muñeca un Verlaine borracho y fuera de sí en la habitación de un hotel. El cuadro se titula Epílogo a la francesa, pero sobre su autor, Jef Rosman, se sabe poco. Lo que más llama la atención es la intensa palidez que refleja el rostro de Rimbaud, su blancura de máscara. El cuadro lleva una inscripción: «Retrato del francés Arthur Rimbaud, herido, después de haber bebido, por su íntimo amigo el poeta francés Paul Verlaine». Ciertamente, llamar a Verlaine «íntimo amigo» de Rimbaud después de abrir fuego contra él y ser condenado a cumplir dos años de cárcel, no deja de tener guasa.

Rimbaud fotógrafo

Después de aquello, la vida del joven dio un giro radical: abandonó definitivamente la poesía para interesarse en los idiomas. Viajó por toda Europa (unas veces en tren, otras a pie o en barco) y acabó enrolado en la marina colonial holandesa, de la que desertó poco después. Y finalmente, tras rodar por los puertos del mar Rojo, desembarcó en 1880 en Adén. «El hombre de las suelas de viento», como lo llamaban sus amigos, había ido al continente africano no sólo en busca de trabajo, sino también de fortuna. Y una de las tantas cosas que hizo con ese fin fue vender un cargamento de armas y municiones al rey etíope Menelik II.

En los primeros años de aquella década, mientras trabajaba para la compañía francesa Viannay, Bardey and Cie, dedicada al comercio del café y otros productos, encargó a Lyon una cámara fotográfica, al parecer con intenciones de lucro. «Ha sido -escribió a su familia el 6 de mayo de 1883- una buena compra y, si quiero, pronto recuperaré los 2.000 francos que me costó». Y refiriéndose a lo que pensaba obtener con ella, añade: «Todo el mundo quiere hacerse fotos aquí, incluso llegan a pagar una guinea por cada foto»5.

Sin embargo, gracias a su repentino interés por la fotografía, aún en sus inicios, hizo algunas con verdadero espíritu de etnólogo. Entre ellas destacan los únicos tres retratos que él mismo se hizo en Harar.

Mientras su obra poética -gracias al esfuerzo de Verlaine- ganaba adeptos en París6, Rimbaud, indiferente a su creciente celebridad literaria, se dedicaba a conducir caravanas y a los negocios. Hasta que muy enfermo regresó a Francia, donde, con 37 años, falleció de cáncer en 1891, después que le amputaran una pierna. Había logrado amasar una discreta fortuna calculada en 35. 000 francos que jamás disfrutó.

De los tres autorretratos sólo uno muestra ciertos logros (los otros dos quedaron borrosos o manchados y Rimbaud lo atribuye a «los líquidos tan malos que he usado para el lavado»). Se titula Con los brazos cruzados en un jardín de bananos y está fechado en 1883. Su autor tenía en ese momento 29 años y nada quedaba en él del joven idealizado por el fotógrafo Carjat y el pintor Fantin-Latour. En su correspondencia familiar no cesó de quejarse del clima y las penurias. «Mi vida aquí -escribió en mayo de 1884- es una auténtica pesadilla».

En la foto mencionada contemplamos a un hombre solitario que, a pesar de la edad, aparenta ser mayor. Está de pie, delante de un platanal, vestido de forma sencilla, los brazos cruzados y la cabeza levemente inclinada hacia delante. Y no sabemos si nos mira desde el pasado o desde el futuro. •

Notas

1. Edmund White se refiere a un incidente ocurrido entre Rimbaud y Carjat «… en la reunión más reciente de los Vilains Bonshommes Rimbaud había provocado a todo el mundo añadiendo sonoramente “Merde!” al final de cada uno de los versos que recitó un joven poeta. Cuando Carjat, el fotógrafo que había hecho el retrato más famoso de Rimbaud, le levantó del suelo y le depositó fuera de la habitación, Rimbaud sacó un cuchillo y le hirió levemente». (White: Rimbaud, Lumen, págs., 94-95). 

2 . En: Vida y hechos de Rimbaud (1854-1891). Poesía. Revista Ilustrada de Información Poética, nº 44. T.F. Editores, 2002. 

3. Poesía, nº 44, pág., 64.

4. Poesía, nº 44, pág., 61.

5. Cartas desde África. Arthur Rimbaud. Gallo Negro ediciones, 2016, págs., 45-49

6. Illuminations aparece en París en 1886, primero en la revista La Vogue, en cinco entregas, luego en forma de libro con prólogo de Verlaine. Antes, Rimbaud sólo había publicado un libro: Une Saison en enfer, en 1875, con una tirada de apenas 500 ejemplares. Su precio era de un franco y no se vendió ni un solo ejemplar.

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