En Portada
El homenaje que brinda Juan Antonio (Tony) Rodríguez Olivares a Franz Marc en esta obra no se desmarca del sólido sistema de representación que lo caracteriza; la elegancia de la figura y el virtuosismo de su ejecución corroboran esta afirmación. Ya en el artículo sobre su obra que presentamos en el número XXX de nuestra publicación, Pablo de Cuba Soria afirmaba:
«(…) a diferencia de los seres y objetos dalinianos hechos casi en su totalidad de tejidos oníricos y a su vez correspondientes con la pesadillesca dimensión espacial en la que son colocados, los seres y objetos pictóricos de Rodríguez Olivares parecen no pertenecer a ese paisaje/territorio en el que se manifiestan. Es decir: tales oasis son exiliados en un contexto espacial que les resulta extraño; sin embargo, otro proceder no les queda que la supervivencia».
Y es que el artista ha sabido moler su herencia surrealista y transformarla en un lenguaje tan personal como profundo e inclasificable. Reconocer y homenajear a sus antepasados pictóricos es también una manera de superar las etiquetas. Más que un surrealista, el artista ha aprovechado lo que este movimiento nos ha dejado para edificar un producto artístico personal e independiente.
Agradecemos, en este número, tener su obra en nuestra portada. •
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