Por: Gregorio Vigil-Escalera

LA CRÍTICA FILOSÓFICA DE DANTO PARA NO MIRAR TANTO

Obras: Kiskeia García

Actualmente ya se ha institucionalizado, sobre todo gracias al americano Danto, una forma de crítica, pomposamente calificada de filosófica, y que se distingue de las demás por la articulación o intento de articulación de un significado de las obras de arte que no pueden  formularse conforme a los lenguajes en los que han sido creadas, y del que los artistas no son necesariamente conscientes. Significado, pues, que se ignora, pasa desapercibido o simplemente no quiere ser desentrañado.

Con lo cual, Danto explica dicha articulación como la que da sentido y finalidad a este tipo de crítica, que, entre otras cosas, y pensando torticeramente, se ajusta más al propósito de echar una mano a la condición posmoderna a través de esa vía de reflexión filosófica, con el fin de proporcionar supuestamente consistencia y congruencia teórica a un tendencia o movimiento rechazado mayoritariamente por la acusación de constituir un fraude.   

Según él, el significado lo es todo en una obra de arte, por eso la crítica ha de limitarse a mostrar cómo está encarnado, además de hacer una labor real para el mundo del arte liberada de seguir un desarrollo histórico. Por lo tanto, la tarea del crítico será doble: identificación del significado de la obra y, en consecuencia, la revelación de su encarnación en la misma. Con ello, el espectador percibirá ese significado puesto de manifiesto y experimentará una transformación con el logro de esa experiencia artística.    

Sin necesidad de introducirnos en cuestiones semánticas sobre la interpretación y contexto de ese prototipo de significado, lo significativo es que una autora como Lydia Gorhr se pregunte si no hay una consecuencia real en la concepción de Danto, como es el liberar al arte de la carga filosófica. Con ello, afirma que el filósofo consiguió que la filosofía del arte llegase a su final, dado que al interpretar tal tesis como una liberación, el arte fue capaz de plantearse a sí mismo su propia cuestión ontológica, es decir, ¿qué es el arte? Toda una manifestación de principios a la que se le puede dar la vuelta y seguimos preguntándonos lo mismo, o mejor, el significado de lo mismo. 

Al final, es él mismo el que nos quiere inducir al convencimiento de que ver y considerar algo como arte requiere aquello que el ojo no puede determinar sin disponer de una teoría artística, un conocimiento de la historia del arte y un mundo del arte (discurso de razones).  De este modo, entramos ya en un terreno más conocido.    

Por último, y sin entrar en más argumentos, ante tantos significados –que son tan contaminantes como los gases de una granja de cerdos-, filosofías, aspectos, dudas y preguntas, se puede concluir, en cierto modo, que la crítica de arte contemporáneo es un retorno a la verdad –como si toda la precedente fuese mentira- porque es un retorno a las decisiones y razones que explican la obra de arte (no ha descubierto nada nuevo). Pues los discursos deciden argumentos y razones. Sin embargo, lo que está claro es que cada uno tiene los suyos, diga lo que diga y adoctrine Danto. Aunque Diarmuid Costello, pone la guinda al asegurar que, dada la propensión del arte a excederse en sus intenciones, nadie –ni el artista- estará en posición de decir, definitivamente, lo que significa una obra de arte. Así se resume todo, con finales infelices y llamada a la puerta. •

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