Por: Malu Rivero (MALV)
El poder creador emana de sentimientos negativos con asiduidad, en mi caso, suelen tomar el mando de la creación, la tristeza y la confusión.
La felicidad no me genera demasiada inspiración y creo que no soy la única en esta situación. Pienso en mis obras favoritas de mis artistas preferidos: Bacon, Goya, Abramovich y no veo ni un atisbo de felicidad. Tampoco es que busque el drama para poder crear, quizás es más la capacidad de ver drama en cualquier pequeño detalle de la vida cotidiana, además, todas mis influencias y referentes vienen de un río de personas y personajes pesimistas e irónicos de los noventa: Amy, Eminem, Janis, Curt, dos rasgos que en esa época eran muy cool y me preguntaba si esto había sido siempre así durante la historia de la humanidad, pero concluí que debe de ser un fenómeno relativamente moderno, del siglo XX y sus ismos, y que ya empieza a ser caduco.
Tengo la sensación que desde la segunda década de los «dosmiles» ha surgido un boom de la felicidad con las redes sociales y ahora los sentimientos positivos empiezan a ser más válidos y validados. Pocos usuarios de Instagram veo exponiendo lo peor de sus vidas en Internet, siempre es un chorreo de gozo y buenos momentos en bonitos sitios con gente sonriente y bien vestida rodeados de un aura de colores pastel. Creo que, a pesar de ello, siempre quedará latente un poco de aceptación de lo trágico en público heredado de los noventa, que es cuando realmente convertimos la desesperación en algo guay y marketeable con las pintas de Kate Moss anoréxica y cocainómana, siempre al borde de la muerte, que es cuando más parecía brillar.
Simplemente, antes estaba mal visto llorar en público, ni te cuento si eras hombre, y ahora puedes hacer un directo retransmitido a tiempo real en tus redes llorando y contando tus vergüenzas (porque así llamábamos antes a nuestros sentimientos y frustraciones) y quedarás como un hombre avanzado, molón y deconstruido. La deconstrucción identitaria, en nuestra sociedad occidental globalizada, también va sumando puntos ante la construcción, hay hasta personas trans detransicionando.
En resumen, creo haber dilucidado que el aval de la tristeza es de las partes cruciales de la contemporaneidad. Dentro del ateísmo significa que no necesitamos ser felices o representar un ser predilecto para ser válido o incluso ídolo de masas de nuestra sociedad. Los profetas dejaron de interesar, son gente que hoy en día da mucha pereza ver, su seguridad suscita desconfianza, y su ostentación de valores da «lache»(1).
Supongo que algo habrá tenido que ver el ateísmo y la muerte de dios nietzscheana para favorecer la aceptación de la tristeza como sentimiento válido y pragmático para ser un ser funcional de la sociedad. Así que para ser una artista feliz me voy a ir buscando una causa bien triste y confusa. ■
1._ ¡Expresión coloquial que se utiliza en algunos países de América Latina, especialmente en Colombia y Ecuador, para expresar sorpresa o asombro. Es similar a decir ¡Wow! o ¡Increíble!