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Bellas Artes

TRAS LA CORTINA DEL SILENCIO

Una mirada a la serie The Silence, de Yovanis González Elizalde

Ángel Alonso

«Mi arte surge de la rabia y la sublimación.
Aunque puede que la imagen no transmita toda esa rabia,
creo que todo el arte surge de una rabia sublimada»

Ana Mendieta

Pocos son los fotógrafos que han trabajado con respeto el sensible tema de la violencia contra la mujer, del mismo se ha abusado como burda protesta que, no exenta de morbo, termina haciendo el efecto contrario al deseado. En las fotografías de Yovanis González Elizalde (1989) lo primero que salta a la vista —más allá de su depurada técnica— es su ingeniosa manera de hablarnos de la violencia sin contaminarla con la condición de espectáculo, que suele tener en las crónicas rojas de los periódicos sensacionalistas. La violencia aquí es como el sujeto omitido de una oración, porque es protagónica, pero no aparece directamente representada. En ocasiones puede verse su huella, la cicatriz que dejó, pero también el artista dedica gran atención a aquella otra violencia, mucho más naturalizada, que no va acompañada del ruido del golpe, sino que se ejerce silenciosamente y la sociedad acepta.

Y es que el fotógrafo plasma  lo invisible a través de la mirada de la modelo, o a través de sus gestos, y también mediante recursos simbólicos, como aquellas manos encadenadas que no alcanzan la llave de su candado, metáfora del entrampamiento que sufre la mujer maltratada cuando se encuentra en una situación de dependencia, la cual se tiende a juzgar superficialmente desde fuera.

Una obra de arte puede ser mucho más influyente en nuestra conciencia que cualquier informe médico, que cualquier noticia de la prensa o que cualquier registro policial sobre agresiones hacia la mujer. Y en este caso, la fotografía se utiliza como un medio de expresión artística muy distante de su tradicional carácter documental, más bien se comporta como un recurso de las artes plásticas, en el sentido conceptual. Lejos de recoger un hecho, el fotógrafo arma el discurso a través de una imagen que no es captada de la acción en el momento que acontece, sino que es construida para narrar sus implicaciones. 

La fotografía fue el primer medio utilizado (junto al objeto y la palabra) en el conceptualismo, recordemos la histórica Una y tres sillas de Joseph Kosuth, pieza que dió inicio a ese movimiento.

Abordar el maltrato de la mujer siendo hombre, aporta a este tema matices muy diferentes a cuando este tema es tratado por artistas mujeres. Identificarse con este sensible problema sin ser víctima de él implica una solidaridad que puede despertar sospechas a más de un extremista, pero la Historia nos cuenta que no siempre la víctima es quien único condena. Los abolicionistas de la esclavitud no fueron precisamente los esclavos.

En esta serie fotográfica la precisión de la iluminación es determinante, sobre todo por su ausencia de sensacionalismo, por su naturalidad. No estamos ante aquel fotógrafo que alardea de sus posibilidades ni que embellece artificialmente la imagen, lo que aquí se transmite, mediante la sobriedad, es el discurso al cual la técnica se ha subordinado.

Es una obra fotográfica que no pretende el impacto ni se jacta de excesos, sino que penetra en la consciencia del espectador a partir de un mesurado uso de los elementos que utiliza. El diálogo que establece con nuestro pensamiento es el principal ingrediente aquí, ya que el artista trabaja con códigos precisos y mínimos, alejándose de todo esteticismo barato y siendo muy exacto en lo que elige poner delante de su lente. Estamos ante un fotógrafo que sabe comunicar con el espectador, despertando aquellos resortes que lo estimulan a tomar consciencia del enorme problema que plantea con solidez ante nuestra mirada. No hay una sola zona de sus imágenes que sea gratuita, porque tiene el don de estructurar sus fotos de manera que nada falte ni sobre. No hay intención de hacernos saltar, sino de interpelar el pensamiento de quien observa. Yovanis es un artista que susurra en vez de escandalizar. 

En una de las obras de esta serie, el grito de S.O.S. —oculto bajo la mirada penetrante de una mujer amordazada por una mano masculina— está inscrito en la frente de la modelo; el gesto con que la misma indica silencio en otra de las piezas recuerda aquello de «calladita eres más bonita», pero es desmentido por la huella de la violencia física sobre su cuerpo, y en otra de las fotos que componen el conjunto, las llaves a las que no accede la protagonista parecen decirnos que su liberación está a la vez muy cerca y muy lejos.

Con una sólida comprensión de los aspectos técnicos de la fotografía, como las funciones de la cámara, la composición y la iluminación, con un buen ojo para los detalles y la capacidad de saber narrar sus ideas, Yovanis González nos entrega esta serie que constituye, más allá  de su condición de obra de arte fotográfica, una contribución a mejorar el mundo en que vivimos. ■

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