Bellas ArtesEjemplar XXVMarcos Pérez-Sauquillo Muñoz

ENGENDROS DE LA MEMORIA. CUERPO Y PAISAJE

ENGENDROS DE LA MEMORIA. CUERPO Y PAISAJE

Notas sobre Jerzy Duda-Gracz

El pasado agosto de 2016 tuve la ocasión de disfrutar en Toruń de la exposición retrospectiva que el Centro de Arte Contemporáneo (Centrum Sztuki Współczesnej w Toruniu) realizó sobre el artista silesio Jerzy Duda-Gracz (1941-2004). Conocí la obra de Duda-Gracz en mi primera estancia en su ciudad natal, Częstochowa, durante una breve escala camino a Cracovia en el verano de 2004. Dominada por el monasterio santuario de Jasna Góra La Montaña Blanca y regida por el icono de la Madonna de Częstochowa, esta ciudad constituye el principal centro de peregrinación del país y todo un hito espiritual y patriótico enraizado en la memoria histórica de Polonia, como ejemplo de resistencia numantina durante la invasión sueca del siglo XVII y foco de la reconquista del país.

En aquel viaje llamó mi atención su obra por la atrevida crudeza de las estaciones del viacrucis (Droga Krzyżowa (Nasza Golgota jest tu i teraz), 2000-2001) que realizó para el monasterio, encargo honorífico y de consagración que recibió de la ciudad que le vio nacer. Aquellas extrañas pinturas introducían una disonante nota contemporánea en aquel espacio de devoción y recogimiento, cargado de tradición y en fuerte contraste con el esquematismo idealizado del icono que lo preside. Ya entonces me parecieron reflejo de un artista «muy polaco», artífice de un universo caricaturesco y desolador, aunque no exento en ocasiones de cierta ternura, en sintonía con el sentimiento (zeitgeist) de patetismo y martirología tan característico y estereotipado de este país, marcado por las grandes tragedias del pasado siglo, las Guerras Mundiales, el Holocausto y el yugo del comunismo.

A raíz de esta última exposición retrospectiva y profundizando en las enigmáticas atmósferas tragicómicas y «físicas» que emanan de sus cuadros, siento reafirmarse todavía más aquella primera intuición sobre la proyección de la identidad nacional en la obra de Duda-Gracz, viéndola también vinculada al universo de dos grandes escritores del siglo XX: desde la irreverente carcajada surrealista de Witold Gombrowicz a la mueca sardónica y existencial de Sławomir Mrożek.

Quizás, dentro del imaginario popular de la pintura figurativa contemporánea nacional, que hasta hace poco abominaba de todo revisionismo hacia el Realismo socialista, serían sus obras junto con los niños peleles de Tadeusz Makowski y los inquietantes engendros del lituano Eidrigevicius Stasys, las que mejor representan ese espíritu enigmático del que antes hablaba… En el caso de Duda-Gracz es un universo de carnalidad proletaria, poblado por seres obesos y toscos de mirada ebria, personajes aniñados y engendros hidrocefálicos, espantapájaros patrióticos y mujeres de sexualidad esquiva. En el que la figura de la mujer deseada se manifiesta ensimismada y distante, ya sea vuelta hacia el paisaje, sentada en las rodillas de algún patriarcal mandamás o elevándose como un atormentador espectro siempre dándonos la espalda…o las nalgas. Cuando no niña, matrona o anciana es una Lilith de sensual cabellera roja, símbolo de pasión y brujería, de sangre y sexo, como nos muestra en Recuerdo de Barlinek – Diario (Pamiątka z Barlinka –Dzienniczek, 1995). Un mundo de seres tangibles, de cuerpos reales e inarmónicos con tendencia a la obesidad, ya sea la corpulencia recia de un trabajador o la mórbida, más propia de la redondez de las formas maternales y femeninas. En él las papadas y las barrigas se descuelgan, las arrugas y las imperfecciones de la piel se manifiestan con toda su crudeza en la vejez y las sonrisas bobas y las miradas ausentes afloran al calor de una botella de vodka… Despiadado incluso consigo mismo, en sus múltiples autorretratos. Tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo…

Pero también en la obra de Duda-Gracz se juntan el amor por el paisaje autóctono, propio de la tradición realista y romántica que llega hasta el simbolismo modernista del movimiento Młoda Polska, con las figuras respectivas de Jósef Chełmoński y Jacek Malczewski como epígonos dominantes y en ocasiones referentes directos de sus cuadros. También tienen cabida la religiosidad y la descripción caricaturesca de los tipos populares, que remite a los dibujos de temática hebrea de Bruno Schulz, en su vertiente más onírica y naif; o a la nueva objetividad alemana, en su vertiente más despiadada (George Grosz, Otto Dix…). La evocación nostálgica o cómica de la tradición se hace evidente en su personal homenaje al Babie Lato (1875) de Para Józef Chełmoński (Józefowi Chełmońskiemu, 1979), donde la joven pastora que yace jugueteado con un hilo a la suave brisa de una tarde de verano se transforma en una oronda venus que sestea a la vera de un transistor, desbordando con sus generosas carnes la ceñida minifalda vaquera, la camiseta de Loewe y las botas de cuero. También se podría leer Los cuatro jinetes del Apocalipsis (Jeźdźcy Apokalipsy czyki fucha, 1997) como un velado homenaje a la Cuadriga de Chełmoński (Czwórka. Postepach, 1881), donde la dinámica vista frontal del carro, evocador de las antiguas posesiones en tierras cosacas y salvajes aparece reconvertida en una panda de chatarreros o peones desbocados. Los espantapájaros de Krasnobród – Strachypolne (1999) parecen sacados de una pesadilla de Malczewski en la que personajes del inconsciente colectivo nacional, como la doncella, el húsar alado o el noble de peinado a la sármata y fajín carmesí protegen patéticamente los campos entre la bruma. Aquí los ángeles custodios y criaturas mitológicas han sido sustituidos por grotescos penitentes, que deambulan por las llanuras de Silesia enarbolando cruces de guía de las que penden mugrientos sudarios hechos jirones.

Todo en Duda-Gracz parece destilarse en cuerpo o paisaje.

 Bibliografía:

– Andrzejewska, H. <derwojedowa, A. Derwojed,J. y Dulewicz, A.: Polish

Painting. Varsovia, Wydawnictwa Artystyczne i Filmowe, 1997.

– Ławniczakowa, Agnieszka: Jacek Malckewski. Varsovia, Edipresse Polska

S.A., 2006.

– Strzelewicz-Ziemiańska, Iwona (cur): Duda Gracz 75. Toruń, Centrum

Sztuki Współczesnej Znaki Czasu, 2016.

Por: Marcos Pérez Sauquillo Muñoz

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