Esta vida se puede transitar por dos caminos diferentes, el de la sumisión o el de la rebeldía.
Los que conocemos la historia de José Luís Terraza tenemos claro que desde pequeño escogió el segundo en cualquier actitud que manifieste su relación con el momento político y social en el que le ha tocado vivir. Dictadura, y según su criterio, la mal llamada transición, la represión política a los anhelos de libertad de la Catalunya que acogió a sus padres cuando tuvieron que emigrar a ella para poder dar un futuro a sus hijos que en su Aragón les era imposible conseguir.

Escogió el difícil camino del arte, en el que deplora la pincelada relamida, las músicas hechas con el mismo programa informático, tan empalagosas como miméticas entre ellas, los textos de academia tan pulidos como vacíos de sustancia. Es decir, deplora el arte que se recrea más en el envoltorio que en el contenido.

Así nos presenta su última obra pictórica y escultórica que recorrerá varias galerías, y que se inspira en la, según su visión, violenta represión sufrida por el pueblo de Catalunya en sus anhelos de decidir su futuro político de una manera democrática.

Exposición que no dejará indiferente a nadie, porque es muy probable que se valore más por el contexto a que hace referencia que por la calidad indudable de su trabajo, que en su lenguaje y proceso no se separa del que nos tiene acostumbrados en los últimos años.

Bienvenido a la libertad de expresión sin autocensuras.