EJEMPLAR XIV

El arte como experiencia mística – Odalys Hernández | ARTEPOLI

Odalys Hernández

Por: Ángel Alonso

 

“En mis dibujos recreo la sublime esencia de líneas y pinceladas cromáticas viajando de lo formal hacia la luz espiritual…”

 

Reflexion-quietud-ensoñacionLa poesía que emana de los cuadros de Odalys Hernández Fernández (La Habana, 1967) deriva de su pasión por la mística proveniente de las culturas ancestrales, de las que explora sus más ocultos significados, estableciendo sutiles conexiones entre lo divino y lo terrenal, convirtiendo el acto de dibujar en un viaje a su mundo interior, una especie de jardín atemporal donde coexisten elementos de un pasado y un presente fragmentados. De este modo refrenda su mundo espiritual y esotérico; pleno de secretos que deambulan entre líneas bien definidas y delicados claroscuros.

Se trata de una auténtica creadora que vive fuera de los condicionamientos que soporta el artista de la sociedad actual, aquel que compite, se compara con otros de más éxito y sufre, tratando de estar siempre a la moda. Ella es fiel a su camino y a su sentido de la belleza, aquella que está basada en el conocimiento de la verdad interna, en la revelación de lo intangible. Sus recursos expresivos forman parte de esa misma práctica espiritual, de ahí el barroquismo de sus representaciones, en las que aparecen a menudo elementos de la naturaleza como árboles, caracolas, pájaros, flores… que no tienen por qué ser excluidos de los lenguajes del arte contemporáneo, pero que a menudo son vistos con ojos prejuiciados que los identifican erróneamente como “decorativos”.

Pedro Almodóvar desafía a los críticos diciendo que le gustan las flores y los boleros, opinión que resulta escandalosa ante los defensores del “buen gusto”, fue ese mismo prejuicio (amparado por un supuesto refinamiento) el que no me dejó disfrutar siendo muy joven de una excelente exposición de Alfons Mucha, pues tal criterio tildaba de kitsch a todo lo que antes se consideraba hermoso.

Odalys siempre ha tenido esa claridad, solo que no está interesada (como Almodóvar) en convencer a nadie y mucho menos en escandalizar, se trata de todo lo contrario, del disfrute del arte como una fuente de placer. Y este placer es íntimo, investigativo, laborioso y paciente. Y es riguroso, claro, como se ve en los resultados, pero es un rigor sin sufrimiento, basado en la calma.

Confieso que hace apenas diez años no hubiese comprendido su obra en toda su magnitud, rechazaba todo tipo de barroquismo y pensaba que todo lo que no fuese minimalista, conceptual y sintético, era superficial. Nada más lejos de la realidad, porque la paciente construcción de estos dibujos delata una actitud meditativa de una enorme carga espiritual, una entrega laboriosa muy parecida a la que encontramos en la representación de un mandadla de arena en un templo budista.

Estamos acostumbrados a concebir la creación artística de acuerdo con la función que esta ha tenido desde el Renacimiento, momento en que el artista deja de ser artesano para defender su individualidad e intentar “trascender”, es decir, hacerse de un espacio en la Historia del Arte. Resulta que no todas las propuestas artísticas caben en ese esquema, pues en el mundo de la creación subyacen otras motivaciones que nada tienen que ver con el ego. La creación artística puede ser, como en el caso que nos ocupa, un proceso de expansión espiritual.

Tengo un amigo rumano que es pintor de íconos, cuando le pregunté por qué repetía determinados recursos expresivos me dijo que el hacedor de íconos no era un artista desde el punto de vista occidental, porque no estaba autorizado a crear libremente todo lo que quisiera sino que seguía ciertas reglas. Me habló de los ayunos que acompañan la producción de estas imágenes y su sentido de entrega religiosa, la información me sirvió para despertar, para darme cuenta que la acción de crear no es siempre la misma. Odalys no se subordina a ninguna regla rígida (como el pintor de íconos), pero al mismo tiempo se desarrolla libre de la esclavitud del ego.

Un aspecto frecuente en el arte producido por mujeres es la autorrepresentación, hay ciertas características especiales que encontramos en las artistas en cuanto al modo de autorreferenciarse, obsérvese que tanto en un performance de Ana Mendieta como en los autorretratos de Frida Kahlo la mirada se concentra en el mundo interior.

Este cosmos interno es el que enfoca Odalys Hernández en las pinturas donde aparece, se establece una simbiosis entre lo anecdótico del cuadro (lo que este narra) y lo que ella siente. En sus pinturas vive intensamente el mundo que ha creado, un universo desprejuiciado en el que cohabitan la magia y la verdad sin oponerse, porque no es binario, porque es infinito.

Poblados de símbolos provenientes del mundo antiguo (celtas, egipcios, hindúes…) que se complementan con elementos de la naturaleza, estos cuadros parecen proponer una integración entre el lado sensorial de la existencia y la riqueza del conocimiento. La artista ha manifestado que “cada obra se viste de la verdad que suele ocultarse tras los símbolos antiguos que la impregnan”. Esta verdad oculta es la que determina la experiencia mística, que en esta obra no es una temática sino una vivencia, una huella de la pasión creadora de la artista.

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