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STENCIL, UN ARTE DE LA CALLE.

Foto: Pixel Anerchy

Foto: Pixel Anerchy

STENCIL, UN ARTE
DE LA CALLE.

Se dice que las paredes oyen, pero también sabemos que expresan, hablan y nos cuentan historias. En este contexto surge el stencil como un lenguaje del muro, de la ciudad y sus calles. Entre hobby y mecanismo de denuncia, stencil posee hoy día un status diferenciado en el ámbito de las artes plásticas.

El movimiento Stencil o Esténcil recibe su nombre de la milenaria técnica del mismo nombre, también conocida como Estarcido, técnica que consiste en la aplicación de pintura sobre una determinada superficie a través de una plantilla, hasta generar una serie de diseños reiterativos. Si bien esta práctica decorativa hunde sus raíces en el arte rupestre paleolítico y existen manifestaciones en el Antiguo Egipto, Roma o el Lejano Oriente, alcanzaría su mayor grado de popularidad en Estados Unidos en la décadas de los 60 y 80 con artistas pop tales como Warhol o Rauschenberg, quienes basaban su obra en el empleo de la serigrafía, o los populares grafiteros Keith Haring y Basquiat. Y es este arte del graffiti urbano en donde se sustentan los pilares del stencil, configurándose como una tendencia artística con personalidad propia.

Acción de intervención urbana, el stencil surge a principios del presente siglo en estrecha vinculación con la ideología de las acciones antiglobalización que tuvieron lugar entre 1999 y 2001, y se manifiesta como un acto de reivindicación del espacio urbano, un espacio excesivamente mercantilizado y saturado de publicidad y de ideas consumistas; mercado, publicidad y consumo, símbolos de la sociedad posmoderna en la que vivimos. Su matiz de denuncia entronca con manifestaciones antibelicistas y estudiantiles como las protestas contra la Guerra de Vietnam o el Mayo Francés. Se trata en todo caso de un arte libre y en libertad, sin más límites que los del muro que le sirve de soporte. Es un arte gracias al cual, la piel de la ciudad se reviste de multitud de signos cambiantes que le devuelven la capacidad creativa y constructiva que le había sido arrebatada. Supone además la participación activa en las calles y la reinvención del espacio, en un afán de superación de las diferencias que obstaculizan las relaciones entre seres humanos, pero con un significativo matiz de clandestinidad, y siempre ligado a lo subversivo y a la eterna persecución policial.

Para crear sus diseños, el stencil se sirve del aerosol, popularizado ya en la década de los 70, y de plantillas realizadas con acetatos o fragmentos de radiografías. Los dibujos tienden al esquematismo y la síntesis, y casi siempre se realizan en color negro; pueden aparecer bien aislados, o bien constituyendo obsesivas repeticiones o narraciones. No son imágenes autónomas; juegan permanentemente con el contexto, con los mensajes contiguos, dialogando con la arquitectura que le soporta. En cuanto al artista esténcil, suele ser una persona anónima; a veces firma con un seudónimo, aunque en caso contrario, puede saberse quién es, dada la temática de sus diseños. En ocasiones estos artistas de la calle constituyen colectivos que van dejando su sello por toda la ciudad.

Hoy en día una de las personalidades más enigmáticas y controvertidas del Esténcil es el británico Banksy, cuyas obras decoran muros de multitud ciudades. Asimismo, en los últimos años estamos asistiendo a un auténtico boom del fenómeno stencil, de tal forma que muchos de estos artistas son contratados por corporaciones municipales para proyectos de “humanización” y adecentamiento de ciertas zonas o lugares de interés en ciudades de todo el mundo.

 

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