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A propósito del Festival Mira’Mir

A propósito del Festival Mira’Mir

Por: Ovidio Moré

“Retratos de factura casi hiperrealista e ilustraciones típicas de un cuento infantil o de un cómic, se dan la mano en este paseo pictórico que dota a la ciudad de un nuevo espíritu cultural, impregnándola de arte, de un arte al alcance de todos”

UEl graffiti, poco a poco, ha ido tomando el mundo del arte por asalto y ha alcanzado un ingente protagonismo en los disímiles frentes artísticos. Durante la segunda mitad del siglo XX se afianzó como movimiento clandestino dejando su impronta de inconformidad, de protesta (hasta cierto punto) subversiva, para luego ser un referente de la cultura Hip Hop. Y fue en las manos de esta misma generación, en las que, sin dejar de lado los muros urbanitas, llegó triunfal a las galerías. Quizás el ejemplo más conocido es el de Jean Michel Basquiat, por ser de los primeros que dieron ese gran salto allá por los años 80 del siglo pasado, o también el de Bansky, convertido hoy en una leyenda urbana y que ahora, al igual que Basquiat, hasta se subasta en Sotheby’s. Este salto es sin lugar a dudas tremendamente merecido, porque los artistas plásticos que se dedican al graffiti han demostrado una calidad innegable y se han ganado ese espacio a golpe de spray, de ingenio y de talento. Es por ello por lo que el graffiti ha ido ganando adeptos como nuevo lenguaje artístico y, sin perder su esencia, ha convertido las calles en galerías de arte al aire libre. Muchísimas ciudades del mundo muestran con orgullo en las fachadas de sus edificios, en sus muros y paredes, monumentales murales (u otras obras de menor formato) realizados por artistas callejeros, obras que nada tienen que envidiar a aquellas otras que se exhiben en los circuitos de arte convencional. También es cierto que no es oro todo lo que reluce, aún hay algún resquicio de vandalismo e incivismo camuflado de arte anárquico o de desobediencia, permeado de agresividad, que opaca y desmerece la autenticidad de aquellos que destacan por su calidad plástica y estética.

Es por esta razón que una iniciativa como la que tuvo lugar en Montcada i Reixac, Barcelona, durante los días 19, 20 y 21 de octubre, es en un acierto en toda regla, ya que ofrece la posibilidad a estos artistas de mostrar su trabajo de una manera cívica y completamente alejada de toda ilegalidad. El proyecto llevó por nombre “Festival Mira’Mir 2018” y su objetivo era ennoblecer y dotar de vida los grandes pilares de hormigón que sostienen el puente de la autopista C33, mole gris que se alza por encima de esta localidad. Partiendo de un tema común, propuesto por la organización, en el que se aúnan la infancia y la fauna y en el que, alegóricamente, se nos hace reflexionar sobre nuestra relación con el entorno natural, 24 grafiteros de probado talento dieron rienda suelta a su creatividad para transformar este desangelado espacio público en una enorme galería, en un metafórico bosque de cemento lleno de color, que permite a los viandantes adentrarse y disfrutar de estos grandes murales como si lo hicieran por la sala de un museo o por las páginas de un gigantesco libro. Variedad de estilos y variedad cromática dando vida a niños aventureros, intrépidos, soñadores e inocentes que conviven en armonía con la naturaleza y con los animales. Retratos de factura casi hiperrealista e ilustraciones típicas de un cuento infantil o de un cómic, se dan la mano en este paseo pictórico que dota a la ciudad de un nuevo espíritu cultural, impregnándola de arte, de un arte al alcance de todos gracias al buen hacer de estos 24 artistas urbanos:
Ache Rodríguez, Alba Bla, Bastián Prendes, Daniel Thomàs, Danny Rumbl, El Niño de las Pinturas, Gomad, Harry Bones, Hono, Joel Arroyo, Kinmx Kathrina, Limbo, Maga, Nana, Nove Noel, Oriol Arumí, Reb, Sergi Bastida, Slim Art, Taker One, Tim Marsh, Txemy, Urih, Werens y Xvaliente.

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