PANTA REI
Por Pedro García
La inusual permanencia del grupo PANTA REI, dentro del mundo del arte, solamente puede obedecer a dos de sus premisas iniciales: la individualidad y la libertad creativa.
El todo fluye de Heráclito, se ha convertido en un largo cauce temporal que, carente de propuestas comunes, y cargado de concepciones disímiles del arte, donde nada es igualatorio, todo diverge y, cómo no, fluye, donde nada es estático, todo cambia y en el que, por fin, cabe todo lo que se adentra en el terreno artístico. Son en estas aguas casi revueltas donde convergen todos sus miembros, tras desarrollar su trabajo de manera independiente, las que les sirven no únicamente como nexo sino como espacio para la confrontación y la reflexión, tornándose las exposiciones PANTA REI en pequeñas muestras individuales aglutinadoras de ideas, procesos y resoluciones, cargadas de coherencia.
Por lo que, para adentrarnos en esta exposición, se hace necesaria más la presentación individual de los distintos artistas que un análisis de esta como bloque cerrado.
La matérica y muy trabajada abstracción de Paz Balmori que parece elevarnos para ofrecernos concentradas visiones aéreas de tierras remotas o inasibles mares aún no sujetos, siguiendo un discurso propio en el que nada es preciso ni cierto, acaso una leve evocación, que se resuelve en una pintura eficaz y contenida, ajustada a ciertos parámetros figurativos pero sin serlo o utilizando recursos propios de la abstracción pero sin abandonarse a ellos.
La orfebrería en papel de Daniela Zanzoni, pliegues, curvados, recortes, etc. que nos remiten a lo tenue, a lo sutil, como una forma de preservar un entorno cargado de referencia naturales, acaso un erizo, acaso una ola, o se ordena en matemáticas construcciones, fractales variables y quiméricos. O su serena instalación en la que libros, papeles y sillones describen de modo exacto ese mundo inarticulado de la lectura, experiencia única y, casi siempre, intransmisible.
Algo similar plantea Agustín García con sus Queridos imperfectos, serie escultórica en bronce, madera y otros materiales, en la que retrata, humanos o animales, personajes que sufren alguna tara o defecto, propios o devenidos por el cruel paso del tiempo y que aún así han podido alzarse, ganarse el respeto, el cariño, plantar cara. Son por tanto estos seres una metáfora amable de una vida que nunca puede ser blanda, tibia y que sin embargo es vida.
En Si pudiera me marcharía, el fotógrafo Teo Hernando abre puertas al anhelo, al ansia contenida, en largas carreteras que se alejan o en silenciosos caminos que no conducen a ninguna parte o en niños que cargados de presente son incapaces de imaginar ese terreno áspero que les envuelve. No, ya nada justifica la renuncia y todos estamos atados, los otros paisajes aunque bellos no son para nosotros.
Pedro García, que abandona la fotografía y la instalación, para retomar el dibujo sin renunciar a los peces, constantes en su obra, que parecen más soportar una vida que llegar a vivirla de tan ajena que les resulta.
Por último, se recoge en esta exposición de la Galería Ángel Cantero la única de las obras realizadas en común por el grupo PANTA REI, un múltiple consistente en un martillo con la cabeza de cristal, fragilidad y rudeza se cambian acaso como sugiere el propio nombre del grupo, todo cambia, nada permanece, todo fluye.