Bellas ArtesEjemplar XXVMarta María de la Fuente Marín

CUANDO ME QUEMAN HASTA LA PIEL

CUANDO ME QUEMAN HASTA LA PIEL

De rebeldías y otras Libertades

E

l encuentro con la exposición Herederos de Hatuey desde la producción crítica personal ha sido toda una experiencia. Ante la amenaza del guión parpadeante en la pantalla las soluciones reduccionistas de encasillamientos iban marcando, migaja a migaja, el camino hacia esa ‘bolsita de plástico’ tan simple y cierta que el artista cubano Lázaro Saavedra usó para referirse a la crítica de arte.  Las clasificaciones en los grandes temas postmodernos como la memoria, la emigración con saldos de «aquí» y de «allá», relecturas de la historia, son terreno usual que, por su recurrencia, podría pensarse ya como fosa común.

Sin embargo, el extremo no aporta nada en cualquier caso. Demonizar un ‘clavado’ en esos asuntos limitaría posibilidades interpretativas, al mismo tiempo que pensar solamente en discursos como esos, estaría olvidando otras cuestiones perceptivas. Por tanto se trata de generar un equilibrio, porque al final «el trapecista conoce su soga».

En este sentido, se podría considerar como positivo esa multiplicidad de poéticas, que siempre significa un desafío por la aparente no-predominancia de una línea teórica. Dije aparente.

¿Herederos de Hatuey de qué está hablando realmente? ¿Frente a qué pone al espectador? ¿Frente a una deuda histórica no saldada o ante un saldo de artistas cubanos que explotan los soportes tradicionales y con ellos se «revelan» ante la multiplicidad de prácticas contemporáneas? ¿O todo resulta una gran ironía del propio pensamiento curatorial expositivo actual?

Lo cierto es que apelar a la identidad cubana a través de Hatuey retrotrae el pensamiento a un tipo de comportamiento rebelde, dado, en el pasado, por un rechazo al otro cultural. Un «odio» que con el devenir del tiempo, y la intervención de un tercer agente en el panorama histórico, se convirtió en «amor». Entonces Jorge Mata está claro en Te amo con todo Mi Odio, Te Odio con todo Mi Amor.  Ese gesto desgarrador produce heridas permanentes que terminan convirtiéndose en parte de cada individuo y definen pensamientos, proyecciones y desenvolvimientos. El dolor pasa y se agradece después.

Esa experiencia agradecida va moldeando al sujeto con la mediación de otros influjos. Osvaldo Moreno (Ovidio Moré) grafica este proceso. El hombre -¿mecánico?- es receptor de influencias, que generalmente son experiencias ajenas -los cuentos repetitivos- que asume como suyas, lo que asienta determinada valoración sobre la historia y la vida en general.

Al final el sujeto queda Atado a su propio destino, como bien refiere artísticamente Dogny Abreu. Un pensamiento encadenado y cerrado sobre sí mismo que limita las posibilidades de expresión y «visión» tanto objetivas como futuras. Un sujeto sin perspectiva, pero con sueños. Es algo sobre lo que Odalys Hernández reflexiona. Un amasijo de figuras que pueden apelar a una libertad que más que desprendida, busca autonomía desde su propia raíz. Esos cabellos largos que se entrecruzan y enraízan, que comparten espacio con alas y plumas, hablan de una independencia, sí, pero desde el origen.

Sin embargo, el concepto de libertad no es el mismo para todos. Jorge Luis Legrá reflexiona sobre ello en La Piedad de Europa desde una búsqueda fuera de los límites territoriales, tomando el mar como horizonte y arriesgando el «Todo por la Nada». Con este pensamiento enfilado podría cavilarse que la solución de la perspectiva deja mucho que desear, quizás en ánimo de no competir con esa mixtura de cuerpos disímiles. Si bien son rostros anónimos, no dejan de ser representantes  -algunos- de quién apuesta y hasta dónde lo hace. Pero… ¿cómo entender la convivencia de cuerpos desnudos dentro de ese «bloque» que parece desprendido de esa Madonna en rojo? ¿Sacrificio del sentido en nombre de  formas contrastantes?

Lo cierto es que la emigración configura a los individuos. Les marca su desenvolvimiento y con este conocimiento Felipe Alarcón toma la figura de Wifredo Lam. A diferencia de lo ya visto, el artista toma las imágenes y a modo de palimpsesto, las hace convivir. En este sentido, homologar a Lam con Basquiat y usar esta técnica, les está atribuyendo un sentido mágico-religioso que no está dirigido a los personajes que por costumbre trataban en sus piezas. Se trata de divinizar a estas figuras y colocarlas como un objeto de deseo, al que todo artista aspira, tal y como sucedía con las fieras y los cazadores en tiempos prehistóricos; que Jorge Delgado rescata en sus obras con una absoluta expresión de forma primitiva, descontextualización y nebulosa significante.

Estas soluciones primitivas, no solo recuerdan la propia naturaleza de Hatuey, sino que también son asumidas desde su paradójica riqueza expresiva; que Yalain Falcón revela desde la precisión de los símbolos numéricos que conforman las curvaturas cíclicas de una espiral.  Abenamar Bauta las asume desde el geometrismo colorístico que empasta con colores brillantes, mientras que para Yoandry Cáceres es un recurso para texturizar el cristal y retar a la realidad.

La concepción de lo geométrico, esquemático, matemático parece no contener libertad artística en tema de tratamiento, cuando la verdad es que la forma puede aludir a ellos desde la propia metáfora; como lo hace Pablo Quert en Geopolítica Absurda. Apela a un tipo de rigurosidad petrificada e inamovible en un contexto gris, que asfixia toda ensoñación y donde las figuras marmóreas se eternizan en el tiempo y en la distancia. Los dos personajes de José Rigoberto Rodríguez no tienen este problema. En la más absoluta expresividad, se eternizan en un beso donde la coordenada espacio-temporal es hipotecada por la cercanía.

Ángel Alonso reúne en sus piezas todo ese hálito colectivo que se ha estado analizando. Imbrica la forma dibujística clara para las figuras que se definen en un fondo de expresión liberada y al tiempo que los personajes no parecen contextualizados, lo están demasiado. Tanto que es imposible no escuchar el ladrido del perro en Instrumento de conquista. Su obra reúne la explosión de la forma que la muestra construye desde las otras piezas y apela a ese sentido de rebeldía en busca de una libertad verdadera, que fue por donde este texto comenzó.

La exposición Herederos de Hatuey apela a extender la forma lejos de su libertad preconcebida hacia una rebeldía poética.

Por: Marta María de la Fuente Marín

Fotografías:

Cedidas por el evento

Kiosco

Ejemplar impreso

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *