Juan Canals
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Por: ángel Alonso – pagina 12
“Soy artista, pero también soy persona”, declaró Juan Canals Carreras en un vídeo promocional (cuarta Edición Cultur 3 Club); la afirmación se ajusta tanto a su personalidad que vale como premisa para un análisis de su obra.
Figuración y abstracción se integran continuando una tradición pictórica que le acerca a artistas como Klee o Miró. Más allá de estos y otros pilares de la Historia del Arte, lo cierto es que nada en el mundo de la representación artística es estrictamente abstracto, como tampoco rigurosamente figurativo. Basta aislar una zona de una pintura naturalista para encontrar elementos irreconocibles, a menudo empleados para proporcionar un mayor realismo a cierta distancia. Por otro lado, hasta el propio Kandinsky, al utilizar el triángulo, no escapa a las connotaciones de esta figura geométrica en el mundo real. Este fenómeno de intercambio entre abstracción y figuración se manifiesta de manera natural en la obra de Canals, pues sus imágenes figurativas, a menudo zoomorfas, se integran a planos geométricos o a trazos gestuales adquiridos del Expresionismo, del Fauvismo y de otras corrientes artísticas.
Incorpora lo matérico, sus pinturas suelen tener relieve, incluye el collage, materiales no convencionales, técnicas mixtas, empastes… Las acciones suelen desplegarse en un primer plano que resulta táctil, cercano al espectador, hay una asimilación del dibujo infantil a la hora de resolver las expresiones de bocas en forma de rejas, ojos redondos con un punto como pupila. Las representaciones de colas de aviones o helicópteros, las ruedas resueltas con un espontáneo círculo, remiten también a esta síntesis típica de los dibujos de los niños. Picasso también está presente, sobre todo el de la etapa cubista, el de los rostros hieráticos que están al mismo tiempo de frente y de perfil, el de las máscaras africanas y el que a veces deja asomar la frontalidad del arte egipcio.
Toda esta amalgama de herencias construye una manera de pintar propia, el elemento que más lo caracteriza es esa cualidad de dejar en cada obra aparentemente terminada una ventana al reciclaje. La obra de arte es siempre un sistema de asociaciones, pero esta característica general se torna protagónica en las pinturas de Juan, ya que evidencian no estar cerradas a nuevas posibilidades, a nuevos cambios, a pesar de estar perfectamente estructuradas como objeto artístico.
Resulta importante aclarar esta idea, ya que puede malinterpretarse: el planteamiento de que se trata de cuadros abiertos a nuevos sucesos es un desafío, una postura filosófica incluyente, flexible, que asume conscientemente el valor expresivo de irregularidades que suelen ser condenadas desde una posición conservadora y académica, pero esto no implica que les falte algún elemento o que no sean obras terminadas.
Muy al contrario, se trata de obras equilibradas donde cada elemento parece estar en su justo lugar, lo paradójico es que a pesar de esta estructura algo parece decirnos que pueden estar sujetas a cambios, que el juego de formas que hacen sus diversos elementos pudiera readaptarse siempre a otro.
Esta capacidad de reestructuración y alternatividad tiene antecedentes literarios en los poemas dadaístas y en la novela “Rayuela” de Cortazar, experiencias en las que el lector deja de portarse como un niño bueno porque ya no alcanza con seguir las reglas, obras en las que términos como “principio”, “desarrollo” y “final” pueden ser alterados. También sobre “El gran vidrio” el mismo Duchamp declaró que no estaba terminado. El hecho de considerar finalizada una obra parece ser, cuando menos, un acto pretencioso, ya que decir que una obra está consumada equivale, en el fondo, a manifestar que no pudo realizarse de mejor manera.
La decisión del autor al dar por concluida su obra supone un por ciento de arrogancia al desempeñar un papel divino sobre su creación, aunque tenga pleno derecho (se trata de su trabajo) esto no le salva de la artificialidad de tal acción, ya que no es cierto que no pudo continuar trabajando en tal obra.
Una mirada histórica nos hará constatar que algunos grandes artistas, casi nunca daban por terminada una pieza. Leonardo es un buen ejemplo, por ser tan inquieto antes de terminar un cuadro saltaba hacia otra creación que estuviese moviendo su mente en ese momento, y venía de forma tan intensa esta nueva pasión (fuese un invento o un nuevo cuadro) que no podía continuar el viejo proyecto, al menos en ese momento.
El verdadero artista está siempre en ebullición y tantas son sus ideas, sus ocurrencias, sus proyectos, que su propia algarabía interior le impedirá convencerse de que su realización ya ha alcanzado la condición de perfecta, la condición de lograda. Su propio deseo de hacer las cosas cada vez mejor se opone a dar por acabada una obra, finalizarla es una demanda social, no obedece al acto creativo en si, ya que este es inconforme e infinito. De aquí debe venir, en el fondo, la declaración de Canals cuando evidencia su condición humana, cuando manifiesta que es una persona además de artista. No es mera modestia o sencillez, aunque contenga ambas, se trata de una convicción, de una manera de asumir el arte como lo que es, una huella humana, cambiante, investigación infinita, objetivación de múltiples deseos y búsquedas.
En el artículo “Barcelona en Donostiartean”, aparecido en el número VII de ARTEPOLI, ya habíamos comentado sobre este artista:
“El asombro que nos produce tiene como base un sistema creativo en que pasión y control se complementan. Se trata de una síntesis lograda a posteriori, no en el momento de volcar su energía creativa, sino en un lapsus analítico que acontece después.
Hay dos momentos diferentes en la construcción de su obra, en su método de trabajo. En la primera etapa deja fluir, sin frenos, la pureza de su espontaneidad, de ahí viene la frescura que observamos en sus cuadros. Porque en este primer momento al que nos referimos ha soltado todos sus demonios sin control, sin ponerles bozal, pero ese momento de catarsis es para él, nosotros no lo podemos disfrutar en su totalidad a causa del segundo momento, más racional, en el que selecciona lo que veremos.
Por esa razón muchas de sus obras están llenas de recortes pegados en forma de collage. El segundo momento es el de aplicar la razón, de auto reciclarse y seleccionar, de la catarsis anterior, los más logrados fragmentos, las figuras que más fuerte han salido de los desbocados trazos. Y recompone la imagen, y ayuda, con un color plano y bien pensado, a la textura que antes yacía en otro cuadro inicial, deshecho pero no olvidado, pues le servirá en algún momento combinado con otras formas que realice. Este segundo momento es el de domar sus demonios, de adueñarse de ellos en vez de que ellos se adueñen de él.”
En cuadros como “Narigut”, se hace evidente esta intención de reciclar, de componer una nueva imagen a partir de pinturas anteriores; este proceso, donde el collage es una constante, cuenta con más posibilidades en su obra en papel que las realizadas en lienzo, pues aunque la tela sea más valorada en el mercado, las posibilidades expresivas que ofrecen las diferentes superficies de las cartulinas son mucho más ricas y variadas a la hora de reaccionar con el óleo o el acrílico.
En obras como “Interrelaciones” Canals opta por la síntesis, mientras que en otros momentos prefiere ser más barroco. No acumula en su memoria sus composiciones, no las repite sino que las crea en el momento, de ahí viene la frescura que se respira en sus pinturas. Juan pinta porque le urge, porque lo precisa su organismo, tal como se requiere respirar, es algo casi biológico. No se trata de un oficio ni de un negocio, es una necesidad vital.