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Tres sonetos eróticos

Tres sonetos eróticos

Nuevas obras que ingresan al dominio público

Nadie como Georges Bataille y Michel Onfray (este último siguiendo la estela del primero), han descrito y entendido mejor los vericuetos de lo erótico; ambos lo han desgranado con minuciosidad en sus respectivas obras, pero no hay que ser ningún agudo filósofo ni un novelista trasgresor para desentrañar los misterios del erotismo, y tampoco hay que ser un hedonista en potencia para comprender la importancia que el ser humano da al eros, ya no sólo porque es componente indispensable para el sexo y, por lo tanto, para la reproducción y la conservación de la especie, sino porque lo es también para el placer. Lo sensual, lo erótico, lo voluptuoso, lo libidinoso, lo lujurioso o lo dionisiaco, etc, son eslabones de la misma cadena y son inherentes al ser humano. Por ello no es de extrañar que lo erótico haya estado presente en el arte desde tiempos inmemoriales; ya lo podíamos encontrar en los rupestres pictogramas de las cavernas prehistóricas.

El arte, en todas sus manifestaciones, se ha nutrido del erotismo, desde el más sublime al más carnal y prosaico. La literatura, como parte del arte, también, desde sus albores, ha estado permeada por lo erótico y, dentro de ella, la poesía no ha sido menos. La pléyade de poetas que, de una forma u otra, se han acercado con sus versos a lo erótico, es interminable, sería ocioso hacer un listado.

En la poesía en lengua castellana, tanto durante el renacimiento como durante el barroco, los poetas encontraron en una composición heredada de Italia, a quién Petrarca había dotado de belleza y perfección, el instrumento idóneo para plasmar sus versos de cariz amoroso y, cómo no, de latente y latiente erotismo, estamos hablando de ese monstruo adorable de catorce patas llamado soneto, al que el Marqués de Santillana (primero, y quizás no con mucho éxito), Juan de Boscán y Garcilaso de la Vega (exitosamente después), lograron domar y darle la estructura que ha perdurado hasta nuestros días a pesar de la metamorfosis enriquecedora que sufrió tras su paso por del modernismo.

Aquí un servidor, amante de la poesía y también del dibujo, ha sucumbido más de una vez al poderoso influjo del erotismo, y ha hecho sus pinitos en ambas disciplinas. En esta ocasión quisiera compartir tres sonetos nacidos de esa necesidad de plasmar el deseo, de dibujar con palabras lo erótico sin caer en lo burdo o lo procaz, tratando de vestir el verso con la fina túnica del erotismo sublime a la vez que picante. Tres sonetos como las tres gracias de Rubens, estratégicamente hilvanados con el hilo del eros. Tres sonetos en los que, como diría esa poetisa enorme de la tierra del Yumirí, Carilda Oliver Labra, en uno de sus más conocidos sonetos: «Me desordeno, amor, me desordeno».

Acto de fe

Beso la luz posada en los rincones,
en los pliegues dorados y silentes,
de tu vulva sensual, que impertinentes
me desatan con furia tentaciones.

Sibilino tu aroma de mujer
despierta mi apetito, y lo sagrario
me incita a salivar. Nada cibario
legislará el banquete de placer.

Hecha de sal, de esencia coralina,
tu vulva abre de un tajo sus mitades,
púrpura y rosa, flor, concha marina.

Y mi lengua al libar tus humedades
en un acto de fe se hace divina,
porque así es que dialogan las deidades.

Paisaje después de la batalla

Muero en la brevedad de ese disparo
que fulmina, que mata mi apetito.
Renazco en la avidez, como un proscrito,
de tus ojos brindándome el amparo.

Me quemo en el quejido, en la mordida,
y en el tacto de tu piel tan apetente
cuando atrapas mi sexo, ya durmiente,
para volver al punto de partida.

Se queda entre tus dedos prisionero
mi erótico cadáver de batalla
despertándose a ritmo de bolero.

Quiero decir… Y tú me dices: ¡Calla!
Y llevas a tu senda al caballero
cual un soldado pródigo y canalla.

Mensaje a una sirena

No es esta soledad lo que me aterra
con su manto de seda y su apatía,
es la lluvia que raja, y la sangría
que te lleva al camino en que se yerra.

No es mi carne mundana lo que incrusta
el ánima a su piel y a su esqueleto,
es el verso que en místico secreto
me salvara de aquella guerra injusta.

Por eso si de acordes sensitivos
inoculas la dosis acertada,
yo adicto me haré a tu llamada.

Y en tus cantos, sirena, los lascivos,
nuestros cuerpos serán dos peces vivos
sirviendo uno al otro de carnada.

Por: Osvaldo Moreno (Ovidio Moré)

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Un comentario en «Tres sonetos eróticos»

  • ¡Eres grande hermano! ¡Què preciosidades! He disfrutado de tu grácil y pícaro lenguaje. Ya sabes que me encanta todo lo que haces. El artículo fantástico también, pero los sonetos geniales. Te felicito. Besos.

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