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Editorial

Llega este mes Argentina a nuestras tierras de la mano de la 36 edición de ARCOmadrid. Encuentro este país una cuna de cultura capaz de convertir la literatura en un hobby de masas de la que cualquier argentino se siente orgulloso. Siendo así en ese campo me arde la curiosidad frente a sus artes plásticas y contemporáneas… ¿Qué debe estar en ebullición en las cabezas de los artistas y creativos del otro lado del charco? Será un buen trabajo de comparativa y auto aprendizaje escuchar lo que tiene que decir este pueblo cercano, con esa tumultuosa historia reciente tan parecida a la nuestra. Dictaduras, guerras internas, conflictos fronterizos con los ingleses, la desprotección del gobierno frente a crímenes de guerra y desapariciones, los corralitos, los ‘chantas’ enquistados en el poder… por mencionar unas pocas semejanzas. Simplemente con escucharnos los unos a los otros bastará para aprender de nuestros errores y aciertos (aunque de los aciertos se aprenda más bien poco) para salir de esta edición de la feria un tanto más sabios y tal vez aliviados.
También exponemos otros temas de eterna y frustrante actualidad, como el maltrato de género, que poco a poco en este mundo que nada a la radicalización, ha embarcado a mis oídos la noticia de un padre aventándose con un hijo por venganza a su pareja y madre del bebé. Un navío que choca violentamente sobre las placenteras costas del sofá de mi casa y que esta semana ha hecho que tuviera que apagar el televisor. ¿Cómo un hecho real puede asemejarse tanto a una leyenda de la mitología griega como la de Medea que se suponen proezas del mal?
Esos días, en los que mi sensibilidad no me permite siquiera aguantar las noticias, al apagar el chorro de actualidad y barbarie que supone el televisor, pienso en el uso que le podríamos dar los creativos a tanta desfachatez y hacer de ello historia; con una obra, un escrito o una melodía y convertirlo en pasado, en anecdótico si puede ser. Y con ello atenuarlo, incluso conseguir sanarlo un poco. Pero, por otro lado, dudo del poder inspirador que puedan tener estos noticiarios frente al poder devastador. Solo empiezo a ver la luz cuando apago la corriente del aparato, ¡y el dinero en el nuevo oro lumínico que me ahorro con ello artepolianos!

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