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Solemne y vertical

Solemne y vertical

La obra “Pablo Quert Álvarez”

Solemne y vertical, así definiría la obra de Pablo Quert Álvarez (Guantánamo, Cuba, 1957). Se trata de una solemnidad sobria, que no va de frac, que no se pasa, aquella que se manifiesta desde la sencillez de su dibujo certero, elegante y medido.
Pablo es esencialmente pintor, dibujante y grabador, pero la cualidad de grabador determina hasta sus incursiones en la escultura. Los grabadores tienen algo que no tienen los demás artistas plásticos. Cuando se pinta o se hace escultura se suele estar solo, sin embargo, el grabador, en Cuba, suele estar en el taller en contacto con otros artistas; allí no hay silencio, está el sonido de las máquinas, el murmullo de las conversaciones, la interacción social y el ron. Y Pablo se formó allí, donde nadie tenía un tórculo en casa con buenas condiciones, había que ir al “Taller de Gráfica de La Habana”. Eso forma un carácter, una tendencia a la colaboración y a crear con los pies en la tierra, en medio de mucho ruido y con un conocimiento mayor de la realidad cotidiana.
Claro, es que en el grabador, una parte de su trabajo es de artista, otra de obrero, otra de alquimista, otra de técnico y otra de “buen socio”. Esto no deja mucho espacio al ego, ni a torres de marfil, estás allí, a pie de obra, junto a los homólogos que te acompañan aguantando la respiración cuando levantas el papel de la piedra para descubrir como es, en verdad, la obra que te imaginaste que estabas haciendo.
Por eso hablo de una solemnidad que nada tiene que ver con el artificio de una coronación o de cualquier acto público sino de otra más íntima, me refiero al acto de ser ceremonioso, preciso, curioso, ordenado… Sus cuadros obedecen a un dibujo planificado, obediente a una idea que se despliega como un ritual. No trabaja con símbolos sino que convierte en símbolo cualquier objeto que dibuja. Y vertical, decía, además de solemne, no es solo el formato que más utiliza, es algo que aparece hasta en sus piezas horizontales, igualmente controladas, a menudo contenedoras de imágenes simétricas, organizadas y contundentes.
Utiliza como metáfora la columna, precisamente un símbolo de solemnidad y verticalidad, de estructura y orden. Ella soporta el peso y dictamina en su doble papel de reina-esclava. Las columnas sostienen los techos, denotan fortaleza, evocan la dignidad y encarnan el poder, enaltecen las ideas de una época y definen un estilo arquitectónico; nuestra columna vertebral nos mantiene erguidos, diferenciándonos de otros vertebrados. Sin la columna no hay orden, cuando esta se debilita aparece el desorden. Y estos cuadros afirman la importancia del orden y el drama del desorden.
El uso del texto como acompañante de la imagen es algo que caracteriza a buena parte de su generación. No se trata de la escritura arbitraria de un título que pudiera estar exclusivamente en la ficha técnica, este uso alegórico de la palabra pretende ser recibido al mismo tiempo que la imagen por el espectador, formando un todo. Lo visto no se describe sino que se completa, por eso no son textos descriptivos sino metafóricos, complementos que orientan la lectura sin aniquilar la libre interpretación.
“El uso de la razón y la memoria” junto a un mapa de Cuba partido en dos o “Abanico de comunicación” al pie de una cabeza que interactúa con muchas otras, junto a otros elementos visuales, caracterizan este uso del título como vector activo, inseparable de la imagen. En obras como “Dos lados de la misma orilla” incorpora el collage; fotografías de las costas de Miami y de La Habana que redibuja, incorporando a ambas una línea discontinua que las une. Es una obra de conciliación, que apuesta por unir polos opuestos, aparentemente incompatibles. Este uso del collage incorpora un elemento documental a su labor, por momentos un tanto arqueológica, a veces más vinculada a la literatura, como demuestra su serie “La ciudad de las columnas”, que incluye textos del escritor cubano Alejo Carpentier.
La obra de Pablo, antes de establecerse en España, y mucho antes de venir a vivir a Barcelona, ya era reconocida en su propio país. Ha participado en eventos de importancia internacional como la Bienal de La Habana, y ha sido premiado en diversos concursos como “La joven estampa” y otros salones. Hoy su trabajo continúa desarrollándose con la misma coherencia y con la misma fuerza que lo hicieron destacarse durante los años 80’.

No trabaja con símbolos sino que convierte en símbolo cualquier objeto que dibuja.

Utiliza como metáfora la columna.precisamente un símbolo de solemnidad y verticalidad, de estructura y orden.

Es una obra de conciliación, que apuesta por unir polos opuestos, aparentemente incompatibles.

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