Artista de sensibilidad infinita
Rita Águila (Camagüey, Cuba) es ciudadana del mundo y artista de sensibilidad infinita, sus piezas son retos que condensan universalidad. Un día es una escultura en metal o un cesto cargado de ilusiones, otro día es una cortina o una puerta, un mantón, una vieja silla, sombreros, una cómoda en desuso o tan siquiera, una lámpara. Nada escapa a su mirada creativa, todo es posible de hacer, rehacer o transformar.
Rita crea de raíz o simplemente recrea, que es lo que esperamos de una artista absoluta, sin límites. No existen supuestos o términos medios, cualquier objeto merece ser tratado, recuperado, o lo que es igual, dignificado. «¡Mi cabeza anda volando!» escribió una vez al pie de una de sus intervenciones, y es que aún si su restauración respeta la estética antigua dando aires de modernidad a todas sus creaciones, la artista no se limita apenas a pulir superficies u otorgar nuevos colores. Rita Águila trabaja desde lo ecléctico, lo mismo técnica que conceptualmente, la restauración adquiere en sus manos otra dimensión, restaura pero catapulta, recrea pero otorga una nueva identidad a cada pieza y siempre desde lo inesperado.
Lo funcional no se subordina apenas a la belleza, la artista nos ofrece lecturas, subtextos, y el objeto entra triunfal en escena. Sentimos el gozo del placer estético, piezas colmadas de referencias pero respaldadas con la riqueza de lo minucioso, Arte en estado puro. Rita trabaja al pormenor y por eso sus creaciones la encumbran. En su obra existe el acabado perfecto, cada ángulo, cada esquina, admiran y emocionan. Sus piezas nos hacen sonreír y fantasear porque están llenas de optimismo, si es que se puede decir esto de un mueble que recobra vida después de una larga y monótona existencia.
Hace apenas unos años, en una Expo maravillosa de la populosa Miami, el público quedó fascinado con la obra El Armario de los Sueños, lo que sería para incautos apenas un mueble viejo, se transformó en pieza museable gracias a su singular intervención. Puertas, las puertas de Rita… una madera desvencijada por donde ya entraron y salieron tantas vivencias, la creadora atrapa el espíritu de los que pasaron aquellos umbrales para convertirlas en fabulosas alfombras mágicas, incluso si en la vertical y con otra textura. Existe en sus puertas, el rescate, lo vintage, pero son por sobre todas las cosas, auténticos cuadros para cualquier pared que se precie.
La obra de la artista habla por sí misma, no necesita de las típicas explicaciones conceptuales para hacer digerible lo que no se percibe; en eso hay también un aparte, aún si usando referentes culturales de cualquier latitud, especie o género, el espectador arriba a sus propias conclusiones. Amar lo que se ve, a priori, depende mucho de la entrega del creador. Para quien tenga una relación visceral con el arte y necesite sentirse atraído a vuelo de pájaro, su trabajo es un manantial, nada es gratuito o festinado, existe un cómo y un porqué en cada elemento.
No exagero si afirmo que sus habilidosas manos trascienden el objeto mismo de la restauración, tres décadas incursionando el estilo de lo que ahora es tendencia, le otorga el crédito de estar entre las pioneras. Consciente o inconscientemente, la artista siempre trabajó de manera sostenible o ecológica, quizás haya sido necesidad, quizás ese extraño amor que a veces sentimos por los objetos que nos son cercanos, quizás porque estaba destinado que su creatividad pasara por la confirmación de sentir y cuidar el mundo en que vivimos, o por una especie de compromiso ético sin pretensiones, humanizando la viruta, el metal, los colores, la naturaleza misma. ¡Gracias Rita! •
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