Poema infinito – Mestizos (Todos lo somos)
poema infinito
Mestizos (Todos lo somos)
Por: Liannys Lisset Peña Rodríguez
Las representaciones de Felipe Alarcón nos devuelven un poema infinito, nos proponen una obra espontanea, en la que se establece un diálogo con el pasado. Cada espacio planimétrico conjuga de manera armónica recursos formales, conceptuales, en los que se advierte su modalidad de concebir la pintura, en tiempos de desgaste visual, donde la proliferación de imágenes, parece haber saturado la capacidad de comunicación imaginal.
Mestizos (todos lo somos) intenta representar el olvido. Con la certeza baconiana de que todo puede ser dicho a través del recurso de lo pictórico, sitúa nuestra mirada a merced de sus construcciones visuales, cual traducciones de conceptos culturales, sociológicos, con los que se identifica; amén de que no constituyan sus referencias inmediatas. Opera más allá de la amplia acepción de su significado, explota todas sus potencialidades, ya no como término lingüístico, ni étnico, ni como demarcación de un concepto antropológico. No establece límites…
Tras el disfraz de la nostalgia “la cubanidad” como concepto sociocultural ha generado todo un imaginario plagado de tropos, estereotipos, que cada artista asume para así configurar su propia cosmovisión. Dentro de lo insular, el folclore, tanto afrocubano como rural, Felipe Alarcón se interesa por lo racial para construir su discurso, que a decir de Gregorio Vigil, funciona como una invocación, un homenaje a sus raíces afrocubanas.
Al desplegar todas las potencialidades de lo pictórico, Felipe Alarcón pretende generar una experiencia única, sus sujetos representados, ya no son vistos desde lo humano, sino a través de las emociones que su imagen sea capaz de generar. En ellas la materia y el discurso se encuentran en unión indisoluble. Cada escena le confiere protagonismo al gesto pictórico, a la carga visual, a la espontaneidad.
Sus imágenes no funcionan como narraciones, desempeña un papel más trascendental el símbolo, la historia tras cada figura, y con ellas va articulando un todo orgánico, que abre un campo infinito de especulaciones. Estas hablan de otras imágenes que el artista obtuvo de la realidad y las sometió a un proceso de (re) significación, sin soslayar su anterior historia.
La tensión que genera la expresividad de la superficie pictórica se convierte en un principio poderoso, cada pincelada, brochazo advierte la naturaleza dinámica de los espacios. Los conjuntos pictóricos son desgarrados por líneas, unas más gruesas, otras más finas, que estructuran las formas o rompen con la policromía acentuando su presencia, para de esa manera establecer una distancia entre el dibujo y lo pintado. Cada componente formal es justificado por el artista de una manera que puede parecer intencional, pero su resultado nos devela pulsión, temperamento.
No es su intención reproducir la apariencia real de las figuras, los objetos o personajes, y pienso que si así fuera perdería todo esa magia que emana de su naturaleza ambivalente. Alarcón nos propone un viaje a la esencia no solo de la contrucción etnosocial de lo cubano; sino de la obra como hecho pictórico, para ello hay que desnudar la superficie, transitar por cada línea que tortura su impolutez, y que a cada paso nos hace reconocinble las apariencias de lo allí presente, despues a lo crómatico, que se desenvuelve en gamas de colores entre fríos, ocres, sienas, y algunos cálidos, propios del ojo caribeño que se ha ido permeando de la óptica europea. A nivel estructural se presenta una contradicción: el horror vacui hace que las figuras se circunscriban a los espacios como necesitando fluir más de lo esperado, amén de que por otro lado no le preocupen los límites a la hora de representar, estos se expanden fuera incluso de lo comprendido como superficie pictórica.
Tras lo vital, expresivo, asume en su obra lo verdadero más que lo bello. Privilegia en la estructura de la composición el rostro de los retratados, para conferirle al igual que Basquiat, una connotación humanista a cada figura, como un intento de traducir emociones y silencios.
Al representar personajes claramente reconocibles dentro de la historia de la cultura cubana, provoca que se circunscriba la obra de este artista a un mero culto a lo local y a lo cubano como souvenir, o que incida en el ya trillado campo de los estereotipos. Y produzca encasillamientos, pero es un error de primeras lecturas. Lo mestizo como concepto trasciende lo étnico, identitario, se expande adquiriendo una naturaleza simbólica. El artista acude a su génesis, al mixticus (mezcla) para adquirir tintes universales. La alusión a lo cubano esta presente como una primera fase, que pudieramos llamar sensorial, tras esta apariencia subyace una reflexión a los márgenes del arte y la cultura posmoderna: ecléctica, heterogénea.
A primera vista es una obra con un punto de diálogo inflexible: lo racial, pero tras una segunda impresión se advierten las intenciones del artista, en las que impone una revisitación de la génesis y el por que de lo mestizo como un concepto enquistado en un caractér etnologico, antropológico.
Su estancia por más de una década en España le ha permitido vivenciar las potencialidades de lo multicultural, y lo traduce a través de este planteo, utiliza a la cultura cubana desde tres aristas: una como una excusa para representar esa nostalgia al terruño; dos: para salvaguardarla de las crecientes influencias de Occidente; tres: para convertirla en símbolo de alusiones más profundas, a lo fusionado, heterogéneo, poli, multi, como conceptos que rigen el panorama cultural mundial. Sus figuras no son más que símbolos que personalizan estas aristas, dado que la cultura cubana ha hecho de lo mestizo un estereotipo geográfico- cultural, una imagen de marca, una excentricidad.
En el universo pictórico conceptual de Alarcón nada es lo que parece; adentrarse en su filosofía creativa supone la comprensión de amplias dosis de ambigüedad, que a ratos puede pasar desapercibida, hasta por él mismo. Pues el proceso creativo tiene mucho de alma, de involuntario y escapa de la razón. Sus creaciones se expanden y violan “lo previamente concebido”, llega a convertirse en un armagedón estético, cada una es una experiencia única, caótica (en el buen sentido), fluida, exhuberante, vital.