Mi opinión IX
Editorial
Al saber el resultado electoral de la que se supone la primera potencia y representante del mundo occidental y sus valores, país que aloja la sede central de la ONU órgano que aboga por los derechos humanos, recuerdo a Cortázar visionando que algún día la humanidad se ganaría su nombre, hoy no es ese día. La vertiente humana del ser se está desmembrando a base de Brexits y demás escapismos, ríos desbordados de refugiados, y la victoria de un showman insensato a costa de la pérdida de todos. La pérdida de un mundo en el que los mensajes abrazados por sus habitantes eran los de Ferrer, Gandhi o Mandela, y no los de un insensato al que voy a dedicar las menos palabras en este escrito y los mínimos pensamientos. Porque quiero entender a la gente con la que comparto este planeta, y quiero creer comparto la condición humana también. De verdad quiero entenderla porque siempre ha sido una de mis prioridades como persona pero más legítima como diseñadora, y ahora me encuentro aterrada dentro de la oscuridad de esta habitación llamada EEUU.
Yo quería ser diseñadora de producto y espacios, y espero tener la suficiente fuerza moral para seguir queriéndolo, porque creía entender a la gente. Intuir sus necesidades, sus anhelos o sueños, y saber cómo dárselo para mejorar o si más no facilitar sus vidas. Pero la ola y madre de este artículo en la que me veo zarandeada es la más pura inopia. No creo entender el tipo de planteamiento que resuelve que “mi felicidad, riqueza o bienestar va en detrimento de la de los demás o de la del ‘pueblo de al lao’. Solo he resuelto de lo acontecido en este último año y sobre todo a raíz de las últimas horas que hay que seguir trabajando para construir un mundo mejor, porque hay mucho trabajo que hacer. Siempre he sufrido por las minorías. Pues me he sorprendido hoy sufriendo por mí, teniendo miedo a formar parte de la minoría que tiene cabeza y se digna a usarla. Posición incómoda donde las haya. He tratado de justificar el razonamiento de miles de votantes estadounidenses con el miedo, pero eso solo me recuerda a la población alemana del 32, y esa elección egoísta y guiada por el pavor al prójimo no fue una buena idea. El mensaje, el mensaje que le estamos enviando al mundo, a nuestros niños es el de que no hay límites. El mismo mensaje que el ISIS les envía a nuestros jóvenes, es el que los estadounidenses acaban de lanzar; hijos decid y haced lo que queráis (y de pensar no digamos nada, dejaos estar de pensar) que os lo recompensaremos con poder, dinero y 72 vírgenes en el paraíso’. Es lo que vendría a ser un compendio de la idea que vamos pillando los jóvenes de hoy en día, a ver quién lanza una oferta mejor ahora.
Malu