Maestro Antonio Montes
Por Gorgornio San Juan
Cuando Antonio Montes arribó a Panamá, poco más de una década atrás, parecía más bien el trashumante soñado del poeta Constantin Kavafis, en Camino de Ítaca, el puerto final de su verso mayor y la simbología de la vida en forma de camino largo.
Camino con muchas mañanas estivales y puertos nunca vistos, ciudades y emporios y aprendizajes de los instruidos.
Montes salió de los paisajes del mediterráneo español, y viajó por el norte y el sur de América, hasta que alguna tarde de lluvia ancló en la rutina desenfadada de Panamá.
Llegó sin saber de los versos asimétricos, libertarios y olorosos a mieles y amarguras del poeta griego, y quizás pensando en que luego habría de girar un poco más acá o más allá atraído hacia otros lugares.
Pero su relación con el arte, que en realidad es lo que importa, ha gozado de los misterios que esa vida de caminos largos le otorga a los actos creativos.
Su vocación comenzó a insinuarse cuando conoció al maestro y escultor Héctor Lombana. En poco tiempo se había enraizado en el Taller Perseo que el maestro dirigía y con el paso de los días se hizo su asistente, acompañó las tareas del taller, practicó los aprendizajes esenciales del mundo monumental de la escultura. Y se pulió en el trabajo de pátinas, modelado, vaciado y moldes, hasta que el Maestro lo invitó a que hiciera sus propias esculturas. Realizó una colección de Cristos, surrealista, en materiales de resina, inspirada en los demonios que revoloteaban en sus adentros y con la cual se dio a la reflexión sobre su vocación artística.
Desde luego, como así mismo el arte está lleno de muchos laberintos y rodeado de numerosos espejos, los tiempos de Montes se dilataron en búsquedas de respuestas a sus propios cuestionarios del destino. La idea de Ítaca vivía con él sin siquiera saberlo.
Cuando empezó una relación más estrecha con el mundo digital, indagó lo que pudiera ser actos creativos a través de herramientas sencillas, y en el programa Paint, sus interrogantes comenzaron a ser respondidos. Una serie de 140 dibujos expresan con firmeza su intención artística, aunque la invisibilidad no haya sido hasta hoy el escenario más apropiado para merecer esa especie de fe de bautismo que conceden los prima donna de la crítica del arte, o con mayor sensatez y pureza, el público y los amante desinhibidos del arte.Lo conseguido ha sido suficiente para que al menos, con sus propias licencias y propuestas, empiece a aflorar una serie gradual y sucesiva de comentarios en voz alta sobre su trabajo y abonar el terreno de la controversia entre el ser y no ser de las artes plásticas.
Reflexión sobre arte y artista y el huevo filosofal en torno a lo bello y lo sublime, bien pueden inspirarse en esta novedosa propuesta de Montes, porque necesariamente conlleva a examinar lo que los entendidos llaman con aire de elocuencia infinita un ´juicio estético´ .Este año, Montes rompió todas las fatigas de la desconfianza con su atrevimiento desgarrado de pintar sobre superficies de vinilo y materiales de PVC, usando acrílicos.Colores intensos y muy vivos, diluidos con trazos caprichosos de espátula, consiguen tonalidades y texturas elevadas, a veces suspendidas por alguna ligereza en la composición de los espacios, sin que objetivamente se interrumpa el frenesí contemplativo desde fuera de los planos.
Hay grises revueltos como mareas espesas y densidades de tonos que parecen volcarse sobre paredes de roca o montaña. Hay viajes sumergidos en los misterios del mar y habitantes marinos, sirenas de la madrugada, que tienen la facultad de moverse en direcciones diversas, silbando a sus amantes y despertando la vida en la profundidad azul turquesa de las aguas.
Hay fantasmas de muertos antiguos y minas que destilan las truculencias de la muerte en hilillos de sangre. Hay rojos de vida y de rabia, y trazos como paredes de rascacielos derrumbados por las perversidades del hombre.
Hay verdes y azules y blancos, en texturas gratas que son como reflejo inconsciente de la inspiración tranquila, reposada, y alegre.
Esta variedad de tonos y colores, no son más que pensamientos, palpitaciones de adentro, sentimientos puros, que en filosofía les llaman expresiones sublimes y que expuestas en un lenguaje pictórico abstracto, pueden provocar el controvertido goce estético.
Mientras tanto, Montes ha de continuar el camino largo, en adelante, como si supiera que se trata de llegar a Ítaca, sin prisas y sin esperar de ella riquezas. Es el bello viaje que lo hace sabio y artista.
El Pintor y su Técnica .
La técnica que usa el maestro Montes es : espátula, acrílico, sobre lámina de PVC, tela de banner, o sobre lienzo; sus obras están firmadas y selladas por el mismo Maestro. Su técnica y elementos que utiliza se convierten en herramientas que hacen que sus obras tengan un sinnúmero de componentes cromáticos, que las resaltan y transportan inmediatamente a sus contextos, haciendo que su estructura temática sea comprensible y sensible por quien las observa.
Valoraciones a su Técnica:
-Comité Edición Luxembourg Art Prize 2015- 2016
-Maestro Ricardo Camacho – Curador ARTE MEXICANO
-Curador Amado Augusto de NJ en 2017