Leticia Feduchi
Leticia Feduchi
Leticia Feduchi adora la poesía de Wislawa Szymborska y ha tomado prestado uno de los títulos de su poemario Fin y principio (1993) para encabezar esta exposición que reúne una selección de su producción más reciente. Su admiración también podría entenderse como compenetración si nos adentramos en la obra de ambas autoras y nos percatamos de los rasgos y valores constitutivos que comparten sus creaciones: desde un lenguaje inteligible, preciso y carente de énfasis al tono, el ritmo y la sensibilidad con la que abordan fragmentos de realidades ordinarias, sin olvidar un cuestionamiento permanente bajo el principio de la duda.
En la muestra que presentó en 2012 nos había sorprendido el giro dado a sus naturalezas muertas contraviniendo la norma clásica de la pintura de bodegones al trabajarlas fuera del taller, en el exterior, con el sol bajo y el aire diáfano que le proporcionaba el invierno en una pequeña localidad del Garraf, y así poder explorar y ampliar su registro de variaciones formales en relación con la luz y los colores, por un lado, y con las herramientas y enseres propios del medio rural y los frutos y vegetales de la estación, por otro. Las relaciones espaciales, uscando efectos de conjunto, eran más moduladas y profusas, lo que suponía un cambio sustancial respecto a planteamientos anteriores. También la factura era más suelta y rápida pero lo más llamativo y sugerente de esas obras residía al advertir un posible –e inusual en su caso– intento de querer conjuntar el realismo con cierto clima barroquizante, posiblemente a causa de una mayor carga alegórica para simbolizar la caducidad de las cosas y la fugacidad del tiempo.
Ahora nos vuelve a asombrar con otro vuelco que responde al ansia de remover conceptos y metodologías, en un momento de madurez como pintora, para articular una nueva propuesta que fija la mirada casi exclusivamente en dos ejes temáticos: las frutas, recurrentes a lo largo de los años; y las telas, que recupera de una función secundaria en el pasado para otorgarles un protagonismo destacado. A partir de un radical ejercicio de depuración, rigor y precisión en los detalles, aisla e individualiza los motivos con el objetivo de conseguir que sean valorados desde presupuestos estrictamente pictóricos. En las formas, volúmenes, texturas, pliegues y, sobre todo, en las relaciones de color que originan correspondencias armónicas, contrastes tonales o necesidades recíprocas reside la razón de ser de estas pinturas y dibujos.
La adscripción de Leticia Feduchi a un género tradicional no debería confundirnos ni olvidar su vocación indagatoria en un territorio de experiencias y conocimientos. Sus incursiones al pasado las lleva a cabo desde el presente.
Su primera concepción de la cultura en general y de la pintura en particular hunde sus fundamentos en las fuentes clásicas a través de un entorno familiar de arquitectos y artistas, pero su paso por Eina, su interés por pintores como Bacon, Freud o Kitaj y su afinidad a algunos postulados vanguardistas le hicieron sentir pronto que no existía incompatibilidad entre historia y modernidad, que una forma contemporánea de realismo era perfectamente asumible. Y que la fascinación por Velázquez o Caravaggio no le impedía hacer suya la declaración de Ad Reinhardt «Las pinturas de mi exposición no son ilustraciones, su contenido emocional reside en el conjunto de formas, manchas, espacios y colores».
Rosa Queralt
Leticia Feduchi
el próximo jueves 12 de mayo a las 10:30 horas
Cóctel
Galería Ignacio de Lassaletta
Rambla de Cataluya, 47
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