Jorge Delgado Gutierrez
Sensibilidad y tenacidad
Jorge Delgado Gutiérrez (La Habana, 1966) es un creador cubano que en medio de cuantiosas adversidades ha edificado una obra sólida, coherente y de múltiples aristas. Su sensibilidad y tenacidad han sido vitales instrumentos para erigirla; también en este camino le han ayudado Tapies, Basquiat, y otros artistas, pero la bienhechora asimilación de estas influencias ha provocado que las mismas no se noten demasiado. Acude al arte de los orígenes para emitir un discurso que se refiere al presente. Su método abraza la intuición, esa luz interna que alumbra a los artistas naif. Pero Jorge no es un “primitivo”; en su serie más reciente: “Tensión”, alcanza a codificar, sin literalidad y con agudeza, ideas que nos implican a todos, como la manipulación de la historia o la ambivalencia de los enfoques políticos. La referencia al pasado, al arte de las cavernas, queda como un pretexto para discursar sobre la artificialidad de nuestro tiempo. La apariencia de la pesadez de la piedra en un material bien ligero, los secretos procesos técnicos para fingir un bajorrelieve hecho a cincel y demás subterfugios, actúan como salvoconducto para integrar lo que más caracteriza a nuestra época y que en inglés se conoce popularmente como fake.
No se trata de aquel artista que se acerca al arte rupestre aprovechando su poder sígnico y narrativo para hacer el papel de “brujo de la tribu”, hay aquí un distanciamiento, una cuidadosa desdramatización, que aleja a Jorge de aquellas propuestas etnográficas abundantes en la década de los 80, alud de instalaciones elaboradas con tierra, huesos de animales, piedras y otros elementos que acercaban la labor del artista a la del sabio “hombre de conocimiento”.
Nuestro artista no pretende ser un chamán, utiliza las pictografías como puente para agregar otros contenidos más sutiles y actuales. Cuando se apropia de una imagen proveniente de una sociedad matriarcal donde aparece una cazadora con una cabeza cortada de hombre en su mano, está relacionándola con pensamientos presentes en enfrentamientos de género, desafíos que pueden tener lugar en cualquier época; cuando representa una calavera y la titula “Espíritu burlón” no la relacionamos con un grabado de Posada (Ciudad de México, 1913), sino que deriva en una suerte de cómic con intenciones satíricas.
Haciendo imágenes que sintetizan el arte de los comienzos -aquel que todavía algunos definen con el desdeñoso término de “prehistórico”- y uno de los movimientos de las vanguardias artísticas del siglo XX -el arte matérico-, cualquier lectura que hagamos de sus obras apuntará hacia la evidencia de que no ha pasado en realidad tanto tiempo como pensamos, que por mucho desarrollo tecnológico que tengamos el ser humano sigue siendo básicamente el mismo.
El cazador no ha dejado de serlo porque se haya sofisticado su modo de actuar; aquel que temió al trueno y se refugió en la roca ha cambiado sus temores por otros, pero con igual fe edifica sus mecanismos de protección. La beligerancia entre las tribus, el temor a lo desconocido, la guerra al diferente por ser diferente, se ha complejizado pero no ha dejado de existir.
Entre sus más notables exposiciones se destaca “Etnos en tensión” (Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, La Habana, Cuba, 2015), se componía la misma de un grupo de obras escultóricas (hueco relieves) de diversas dimensiones que aparentaban fragmentos de piedras talladas, pero estaban realizadas en dóciles materiales aislantes de refrigeradores (a través de un complejo proceso no revelado por el artista) y un grupo de piezas que consistía en pequeñas y medianas instalaciones. Estas últimas son las que integran la serie “Tensión”.
El título “Etnos en tensión” creaba una alianza entre los bajorrelieves y las instalaciones de la muestra, trazando una nueva senda para la interpretación del conjunto.
El término “etnos” era aquí mucho más que una agrupación de personas definidas por características comunes, raciales o de nacionalidad, se trataba de la huella de la humanidad en las piedras que Jorge reinterpretaba como un attrezzista falsificador. Una posición irónica, ya que la trivialidad de la representación sometía a las pictografías a una mirada banal, que si bien no aniquilaba el sentido de las imágenes originales las ponía en tensión y nos hacía reflexionar sobre nuestra vida actual, en la que la simulación gana cada vez más espacio. Las dos vertientes se compensaban coexistiendo bajo el título que las integraba.
En su más reciente exposición personal (Free Art Gallery, Perugia, Italia, 2016) el artista parece más centrado en la representación zoomorfa; abundan las aves y los toros, ya presentes en su obra anterior pero enfocados de otra manera. No se trata esta vez de un discurso conceptual sarcástico, no hay en la muestra instalaciones ni relieves escultóricos sino solamente pintura, en este caso la belleza formal y lo poético de la representación gozan de un protagonismo mayor, su técnica se ha refinado y quizás por esto han aumentado sus ventas.
Pero Jorge Delgado no se deja devorar por las demandas del mercado, recientemente se ha internado en temas sensibles de la vida actual; en una obra como “Mundo diverso” tres cuadros individuales representan parejas de diferentes inclinaciones sexuales, pero al juntarles en un tríptico el grupo se integra mediante una línea continua que enlaza las figuras. Esta imagen, fuerte y sugerente, demuestra que su intención conceptual no se ha marchado, todo lo contrario, es ahora más fuerte precisamente porque es más sutil, porque es menos obvia y subyace detrás de una apariencia atractiva, que se presta incluso a lo decorativo pero que, como caballo de Troya, no tarda en revelar su verdadera naturaleza.
Tras la aparente inocencia de una imagen puede esconderse una fuerza mucho mayor que tras la de un monstruo, pues del monstruo huimos y de la inocencia no. Su poder nos deja boquiabiertos, desarticulados, sin defensa. Y este parece ser el recurso que habita en las nuevas obras de Jorge, que siempre se han caracterizado por poseer la crudeza de lo primitivo. Lo esencial de su discurso artístico se mantiene, pero no se enquista sino que evoluciona a través de la exploración, a través de la constante búsqueda de nuevos resortes, de nuevas técnicas y de diferentes formas de comunicar. Además de los bajorrelieves, las instalaciones y las pinturas, este artista aborda el Arte Digital. Es conocida su serie “Óxido”, selección de varios jurados y ganadora de mención en el VIII Salón de Arte Digital (La Habana, Cuba, 2006), se trata de unas fotografías re-elaboradas con ordenador en las que se ven fragmentos de puertas de metal en estado de abandono; las huellas del tiempo, la herrumbre, los graffities que las habitan, parecen caracterizar un estado de descomposición ya no solo físico sino social. A veces las fotos las interviene con dibujos usando los recursos digitales, otras veces es suficiente con fotografiar una mancha en el piso que recuerda, como una nube, el retrato contrastado de un icono político. En este último caso evidencia el parecido con el personaje aumentando el contraste pero sin esconder el origen de la imagen, su condición de mancha encontrada. Se trata de “encuentros” más que de “construcciones”, nos dice el artista, y enfatiza que “la obra ya existía, lo que pasa es que nadie la había notado.” En los diversos lenguajes en que incursiona, este artista manifiesta fuerza sensorial y vigor conceptual.