El Naturalismo contextualizado y su aplicacion museística
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El Naturalismo contextualizado y su aplicacion museística
Por: manel vallés – pagina 22
Al igual que otras manifestaciones de la época la cultura en el siglo XIX parte de un cierto hibridismo y miscelánea surgido a raíz de la Revolución Francesa y la Ilustración. Este hecho, va a acompañar a la cultura contemporánea a lo largo de los siglos XIX y XX al mismo tiempo en el que irá apareciendo en ese contexto cultural la circunstancia de que instituciones y autoridades se pongan de acuerdo para formalizar y sintetizar una política seria en términos museísticos a partir de determinados criterios democráticos desde donde esa representación se irá haciendo plausible.
Así, este esquema relativamente moderno de ordenamiento institucional, será la excusa para presentar y relacionar hoy cierto paradigma a partir de un movimiento cultural histórico concreto. Nos referimos, claro está, al naturalismo al cual no hay que confundir con la agitación vital o la pulsión materialista. Esto es importante porque a una época que nace a mediados-finales del siglo XIX y desemboca en una suerte de pseudo ciencia ya en el XX, le conviene todo menos caer en el vacío dialéctico. Asimismo, este impulso racionalista representa una reacción al Romanticismo y el Clasicismo tardío del siglo XVIII ya que es producto de una sociedad industrializada de nuevo cuño. Siendo el estilo oficial de la III República Francesa se confirma su valor como lo demuestran numerosas compras del Estado de las que son herederas las colecciones del Museo de Orsay. A ello hay que añadir que el arte de esta época empezaba a estar influenciado por el ámbito de la crítica y del marchante favoreciendo, con ello, su propio devenir empírico. También por el hecho de reflejar vivamente las cuestiones sociales a partir de una idea optimista de progreso social en el marco de un desarrollo capitalista. En ese sentido aparece un tipo de crítica asociada a aspectos formales o formalistas sujeta a consideraciones primero psicológicas y ya mucho más tarde, en la esfera del arte moderno, en un sentido plástico y espacial (expresionismo abstracto americano, pop art o minimal art son algunos de sus ejemplos).
Es de destacar, entonces, el espacio que crea el Naturalismo que tiende hacia una síntesis documental presentándonos a un individuo que, por las circunstancias, carece de albedrío. Si las influencias del Naturalismo en ese proceso casual y lógico son el Positivismo (del que surgen diversas aplicaciones como, por ejemplo, la sociología), el Evolucionismo Natural, el Darwinismo Social, el Materialismo Histórico, las Ciencias Naturales, en general, y la Genética y las leyes de la Herencia, en particular; es porque, desde este punto de vista, aparece la crítica implícita a factores deterministas y sus márgenes. El Naturalismo recoge la indiferencia frente a ese hecho y nos muestra una realidad en todo su sentido y condición.
En ese sentido, lo que para los críticos en ese contexto es metafísica (hastío, tedio aburrimiento, vacío, silencio, dolor) para nuestros artistas es visión panteísta (el existencialismo, más tarde, no hará sino acelerar esa condición del naturalismo ilustrado). Cuando hoy, visitamos un museo y vemos la obra de Picasso, por ejemplo, entendemos que el objeto del arte sigue un curso basado en su propia experiencia. De ello, se deduce un punto en el que la interpretación se apoya en sí misma. Así, el sentido dramático del siglo XIX desaparece para mostrarnos un nuevo punto de fuga ya en el XX. Por otro lado, si en su momento, el racionalismo convierte a Europa en objeto de conocimiento más tarde se vertebra ese conocimiento por las diferentes vías que se van abriendo desde la industria, el capital social y la economía; e inciden de forma significativa cada vez más en los procesos artísticos del momento (es de destacar, en ese sentido, el trasfondo espiritual que deja el siglo XIX y que enlaza con el pensamiento cristiano del XX. Tema este que no vamos a tocar aquí pero que, evidentemente, está ligado al repertorio artístico y cultural del Naturalismo entendido como una visión positiva del mundo).
De esta época también heredamos el gusto del Romanticismo y del Neoclásico por el naturalismo propiamente dicho aunque no tanto en un sentido coincidente o metafísico, quizás; como descriptivo, psíquico o mecanicista del término. Los casos de Corot (paisajista y retratista), Millet, Daumier, Courbet, Delacroix o Manet son ejemplos de ello. Proceso este muy similar en el resto de Europa y que aquí en España podemos observar con la obra de Ramón Casas, Santiago Ruiseñol, Joaquín Sorolla, el escultor Mariano Benlliure, Mariano Fortuny, Ignacio de Zuloaga y otros; donde se conjuga el realismo con el historicismo, el academicismo, la mitología, el orientalismo y, en general, todo tipo de nuevos comportamientos positivistas hasta la aparición ya en el siglo XX del expresionismo y las nuevas vanguardias. Cabe destacar en ese particular el proceso inverso que sigue el academicismo que asume por su cuenta el proceso de modernización siempre en un sentido exógeno de esa cultura.
El Naturalismo aún vigente en gran parte de las mejores colecciones nacionales debe ser presentado, pues, en todo su contexto. No solo a partir de su aspecto formal, sino también como un juego relacional ambientado frente a un determinado escenario. En ese sentido (sin la pretensión de confundirlo con el ámbito exclusivamente literario), si un tipo de novela psicológica como la de Stendhal o una biografía histórica como la de Emil Ludwig (recordemos su biografía sobre Bismarck) o una obra conservadora como la de Chateaubriand son claras referencias idealistas o románticas a un entorno que se funde en el sentido cultural del término con el Naturalismo (por su procedencia histórica); no es menos cierto que, a su vez, ello supone una reacción frente a determinados comportamientos imprecisos de ese idealismo (este hecho se convierte en aspiraciones irracionalistas que más tarde desembocarán en el decorativismo psíquico del Modern Style; según nos confesará el propio Dalí en Los cornudos del viejo arte moderno).
Por todo ello, esta suerte de subjetivismo social que nos toca vivir hoy y del que son herederos, por ejemplo, el marxismo y el relativismo moral contemporáneo no nos muestra una naturaleza excluyente sino más bien al contrario. De su convergencia resurge un nuevo discurso centrado en su paroxismo. Ahora bien, pensemos en lo absurdo de este planteamiento que atañe a un determinado enfoque de la situación. Cuestión esta que si bien es vinculante acabará convirtiéndose en dogma de fe. Pero, como todo dogma de fe, su final será impredecible. Se tratará, pues, de pensar en una terminología propia de la época. En un modelo que satisfaga a cuantos se sientan llamados a determinar esa escena. He aquí su grandeza; ya que su espíritu, a partir de aquí, será otro. Así, pues, renovación formal y trascendencia siendo la clave del éxito no el estilo presentado (que, también) sino más bien su nitidez expositiva (el peso del idealismo enfrentado a la razón). Sin duda, como hiciera Lessing o Comte, extraeremos de ello futuras consideraciones que aún no siendo de tipo escatológico si al menos estarán arrancadas a un cierto convencionalismo. En este punto, habría que destacar la trascendencia del Naturalismo que supera con creces su condición inicial y con ello nos trasporta más allá del espíritu crítico de su época. La base a partir de aquí será diferente ya que la estética nos recuerda al fin que no basta con aparecer en una determinada escena a un nivel interpretativo.
En definitiva, el Naturalismo es el abono cultural de una sociedad que hunde sus raíces en la vorágine moderna. El lugar donde se representa, asimismo, el principio de ruptura de determinadas pasiones humanas. Aquello que Rousseau y su contemporáneo Voltaire hubiesen cultivado como un campo de virtudes si hubiesen sido contemporáneos de esa época. En ese sentido, Rousseau quien fuera el primer filósofo de la era industrial entendía los parámetros culturales a los que se vería abocada la humanidad en un futuro próximo. En su discurso Sobre las Ciencias y las Artes ya planteaba el problema cuando decía: “Sabed pues de una vez que la naturaleza ha querido preservarnos de la ciencia como una madre arranca un arma peligrosa de las manos de su hijo”. Para este filósofo, la historia del conocimiento es una respuesta al vicio y debilidad humana (los términos utilizados, por supuesto, son los propios de la época que conservan en cierta forma el sentimentalismo y la razón propios del siglo XVIII). Sin embargo, hay que precisar que esta es una opción bastante peligrosa para esta misma óptica contemporánea. Es tanto como decir que ciencia y arte no tienen su propio fin, que no son autónomas en relación con la historia del hombre. Un proceso este que esta vez si introducirá el Naturalismo y cuyas consecuencias no nos serán ajenas, evidentemente.