EL ARTE FRENTE A SÍ MISMO

Obras: Crisel Lo Cartaya

Por: Gregorio Vigil-Escalera

Jean Clair nos advirtió tanto como nos aclaró que el arte había nacido del culto a los muertos, para que les sirviese de compañía en ese viaje eterno para el que tenían pasaje desde el origen. Desde entonces, desde esa emanación de lo invisible, atesora una porción de lo intangible que le protege de una invasión prepotente de esa maldición china que nos recuerda que vivimos tiempos interesantes, cuando en realidad estamos inmersos en tiempo sin porvenir, sin horizontes visibles, de ahí lo de que todo vale, el más difícil todavía y una última vuelta de tuerca.

La tesis hegeliana del arte como conciencia ha pasado a ser muy frágil actualmente, como si se sintiera inconveniente en esta situación de flujo continuo e inestabilidad entrópica, en una auténtica confusión magmática y primaria (Martínez Moro), a la vista de su clara implicación en el espíritu del mundo y tan inculpado como él. Pero la espontaneidad y el impulso hacia lo todavía no concebido es imposible de eludir, porque sea lo que sea es su esencia, a pesar de que Jean Clair, un gran pesimista, nos avise de que las formas emancipadas que lo componen han acabado por no ser más que otra cosa que los residuos de una función que ya no se puede discernir. 

Por otro lado, la ontogénesis y la filogénesis siguen figurando como claves en la historia del arte, dado que interrogantes, preguntas, dudas, problemas que se hacen los artistas respecto a su quehacer, se mantienen a la espera de respuesta y materialización, de necesidad y ansia de expresión. Si bien, por todo ello, esa continuidad solamente puede construirse a base de distancias muy grandes (Adorno), con independencia de que en el ámbito iconográfico planetario toda imagen pueda aparecer en cualquier contexto por muy inaudito o alejado que éste pueda estar (Martínez Moro). 

Y en esa cuestión radica uno de los problemas que se le presentan a todo arte: el de perdurar en ese campo de fuerzas creativo propiciador de signos y valores simbólicos activos en la sociedad de cada época, constituyéndose estos últimos en elementos imprescindibles de la expresión artística, no obstante la observación de Jean Clair en relación a que la pseudo libertad de que hizo gala el arte moderno, la audacia de sus temas, son los prolegómenos de que buena parte del arte contemporáneo occidental esté situado bajo el atributo de lo inmundo, el despojo, la mancha, lo abyecto. 

Sin embargo, los dones de la percepción, experiencia, intuición, imaginación, sueño, visión y talento se mantienen y prosiguen presentes y en alerta, haya o no un bar en la esquina de enfrente donde el artista pueda agarrarse a un destino que quiere persistir como ausente. •

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