Credo. Más allá de la ventana, más allá…

Por. Osvaldo Moreno (Ovídio Moré)

(Ideas fragmentadas)

Me gusta mirar a través de la ventana de Alberti. Sí… ¿qué hay de malo en ello? Quiero ver a Parrasio, no a Orbaneja. Me gusta ver a través del espejo de Carroll como Alicia escapa tras el conejo blanco a esos mundos inverosímiles donde puedes ser grande o pequeño por los caprichos del destino, como Gulliver en sus viajes, y me gusta naufragar en la isla desierta de Robinson Crusoe. La ventana de Alberti, de León Battista Alberti, es tan válida como la de su tocayo, marinero en tierra, Rafael Alberti. Plástica, narrativa y poesía van de la mano. En mi mundo van de la mano. Están ahí, todas, en mi ventana albertiana, por donde observo el allí y el allá y el más allá. Donde mi pupila naufraga en cada letra y en cada cuadro y en cada rima de ese espacio exterior inconmensurable. ¿Qué hay detrás de la ventana, Bolaño? Tú sí que lo sabías. Creo en Roberto Bolaño. Quiero ser un detective salvaje. Quiero ser Roberto Bolaño, quiero imitar a Roberto Bolaño. Quiero escribir una novelita lumpen.

Creo en Charles Batteux. Creo en la mímesis. Hubiera querido ser Charles Batteux y reducir todas las artes a un sólo concepto. Quiero mimetizarme en Batteux.

(Pretérito perfecto: imitatus, imitata, imitatus sum).

«Todo» es mímesis según se mire; todo es relativo, nadie es dueño de la verdad absoluta. Absolutos son los axiomas (según Krause, hablando filosóficamente): los axiomas son los principios de las teorías y de los teoremas, las teorías son las hijas de las ciencias. Sólo hay algunas ciencias exactas: las matemáticas, la física, la química, etc. Adéntrese en la naturaleza, allí encontrará ese «todo», todo lo mimético y todo lo exacto; encontrará todo lo abstracto y todo lo concreto; todo lo geométrico y todo lo amorfo; todo lo bello, todo lo sublime y hasta todo lo siniestro. ¿Alguien ha inventado algo? Todas las formas, los sonidos, las texturas y los colores estaban ahí antes del hombre y seguirán estando ahí después del hombre, en este mundo, en otro, en los mundos que están en este y en los del más allá. La naturaleza es el artífice, ella es Dios, ella es la madre de la creación, ella es sabia. El hombre sólo la imita. Fibonacci está en todos los sitios, hasta en la más ínfima partícula. La naturaleza tiene sus brochazos expresionistas y su puntillismo impresionista; ella crea la luz y las sombras y los difuminados y los claroscuros. Tiene sus veladuras y sus drippings, su land art, su art povera, su art brut, sus instalaciones, sus ready made y objet trouvé. Ella solita creó al hombre… ¿Su mejor obra o la peor? Ahí estamos, averiguándolo.

La Naturaleza es arte, el Universo es arte, metafóricamente hablando, claro está, conceptualizándolo de una manera poética, no materialista. No quiero contradecir a Malcolm Budd y tampoco a Kant, pero entiendo a Adorno, a Sixto J. Castro, a Martin Seel y a Denis Dutton. Creo en ellos cuando defienden la naturaleza como entidad y experiencia estética.

Cuando los semidioses-artistas iban, la Naturaleza ya volvía.

No hay que renegar del concepto de mímesis. Todo el arte está basado en él, hasta los «artefactos» conceptuales de hoy en día, esos que creen que lo niegan, son pura mímesis. La mímesis lo abarca todo. La literatura es mímesis medular y el conceptualismo es literatura. No sólo se imita a la naturaleza, como en el pasado, se imita al mundo en general, se imita todo lo que acaece fuera de nosotros y hasta lo que acaece dentro de nosotros: conciencia y realidad exterior. Mundo inteligible y mundo sensible. Cuando Kosuth fotografió y utilizó la imagen de la silla estaba imitando, a través de la tecnología, a la silla real y, al utilizar el concepto de silla, estaba utilizando la imitación literaria de la misma silla. Estaba creando copias del original. ¿Qué hizo Warhol si no? Pura imitación ¿O acaso qué son las Brillo Box; qué son todos y cada uno de sus cuadros? Son copias e imitaciones. Bueno, así lo veo yo, un pseudo-filósofo de mercadillo.

La mímesis es tan válida como lo es la catarsis.

«La palabra es la imagen de las cosas» decía Simónides de Ceos.

Amigos
Serie Amigos / Lidia Barbara Kopczynska / Fotografías impresas / 120×80 cm. / 2020

Creo en Román de la Calle y en su ensayo El espejo de la EKPHRASIS. Más acá de la imagen. Más allá del texto. Soy ecfrasístico e hypotiposista. Soy catártico. No soy mimético, soy mimetista. Ahora recuerdo a mi personaje Plauto queriendo mimetizarse en el entorno para parecer sapiente, aunque ya lo era. Simulación y simulacro: a veces vale más, en esta decadente sociedad de lo banal, parecer que ser. Plauto lo sabía, pero no pudo sobrevivir al desencanto, a la fatuidad y a la futilidad, a la supremacía de los «cultivados», de los geniecillos de pacotilla, y se entregó para siempre a los brazos de Hypnos, de Nyx y de Tánatos. Prefirió la noche eterna. Plauto sabía que el hábito no hace al monje. La simulación mata. La simulación y la banalidad son la anorexia del arte.

Creo en Aristóteles, creo en Platón. Con ellos (también con Sócrates y otros más) empezamos y aprendimos a pensar, a filosofar.

Creo en Baumgarten y en su Aisthesis, y a veces en Kant. Sólo a veces, cuando leo y releo, pues dos minutos después vuelvo a ser agnóstico, ateo, heresiarca; dos minutos después lo he olvidado todo. La desmemoria hace mella en mi única neurona.

Creo en Lautréamont, en Raymond Roussel, y también me asomo a la ventana de Dalí, la misma en la que Anna María observa la placidez del mar. Ese mar tan diferente al mío, pero de «la maldita circunstancia del agua por todas partes,» el de la Isla en Peso de Virgilio Piñera.

Creo en los dos Virgilios: Virgilio Piñera y Publio Virgilio Marón:

«_ Atroz dolor me ordenas, oh reina, renovar, al contaros cómo arruinaran los Orbanejas, (no, perdón) los griegos el poderío del Arte (perdón de nuevo) de Troya y su imperio lastimoso: yo mismo he visto con mis ojos aquellos horrores, y a muchos de ellos asistí.»

Sí, me gusta mirar por esas ventanas; miro y admiro.

(Indicativo, presente: miror, miraris, mirare, miratur, miramur, miramini, mirantur).

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