Constelaciones humanas
Constelaciones humanas
Una canción de The Doors People are strange nos recuerda que cuando eres extranjero nadie recuerda tu nombre, y suele suceder también que, si se acuerdan, lo pronuncian mal; en la mayoría de los casos no se trata de xenofobia, esto obedece simplemente a diferencias culturales, idiomáticas, códigos de comunicación…, pero para el inmigrante, aún si no lo recibe como rechazo, resulta incómodo, pues le demuestra que no está en su contexto natural.
En las migraciones masivas las personas se convierten en constelaciones de puntos difíciles de descifrar; ocultas dentro de inmensos parajes, derramadas en grandes espacios, pierden temporalmente sus singularidades, sus nombres propios. Dejan de ser individuos, pasan a ser números, cifras a computar en manos de un poder superior que definirá sus destinos; las grandes extensiones las absorben, las inutilizan, las anulan. La personalidad se disuelve temporalmente en la masa, la identidad se diluye en el campo de lo desconocido y sólo con mucha valentía, con mucha adaptación a los cambios, el emigrante podrá superar los escollos que tienden a paralizarlo para convertirse nuevamente en un individuo autónomo.
Abordar este paisaje humano ha sido durante años el eje de la obra pictórica de Arbelio Fontes Rodríguez (Camagüey, Cuba, 1973). A diferencia de otros artistas, aquí el enfoque sobre los movimientos migratorios no es trágico ni catastrófico sino que se manifiesta de manera natural y positiva. El artista llama a la reflexión sobre el fenómeno sin contextualizarlo geográficamente ni referirlo a un momento histórico específico, su atención se concentra en la condición humana del suceso, reflejado desde el segundo libro del Antiguo Testamento hasta en los noticiarios más recientes.
No juzga sobre cómo la supuesta –con frecuencia real- desesperación de estas personas suele ser utilizada desde el poder político, no emite juicios sobre cómo estos desplazamientos pueden beneficiar o perjudicar la economía de un país u otro, no toma partido en el tema desde la queja y se aleja de hipócritas militancias, del panfleto y del pretendido papel educativo que algunos adjudican al arte. Aquí no encontraremos críticas, lamentaciones ni protestas oportunistas, estamos ante una idea filosófica que se resuelve desde un punto de vista puramente plástico al convertir, a través de la síntesis, lo «casi» figurativo en «casi» abstracto.
La metáfora está en esta trasmutación: llevar las figuras humanas a puntos y líneas sobre un fondo abstracto hace que nuestra primera mirada pierda de vista que se trata de seres humanos; solo después del primer vistazo, seducido por la armonía del tratamiento de los colores al fondo y la flotante sinfonía de puntos en el espacio, el espectador percibe que son personas, y lo curioso es que las ve con lujo de detalles, no porque estén minuciosamente pintadas (materialmente son solo pequeñas manchas) sino porque su cerebro las reconstruye, su raciocinio se las representa con la misma nitidez que las imagina.
El ojo construye virtualmente lo que supone que está allí. En contraste con otros pintores que han representado masas de personas (y a diferencia de aquellos que han influido formalmente a Arbelio) el nivel de síntesis de estas figuras apenas necesita un empaste de color y una o dos líneas, el resto lo agrega tácitamente el observador. Incluso el californiano Craig Alan o el valenciano Juan Genovés, que representan multitudes, suelen pintar al menos las dos piernas y sugerir los brazos de sus diminutas personas. Es quizás a Dorota Mytych, artista polaco-australiana, a quien más se asemejan estas alejadas y sintetizadas figuras humanas, que en ocasiones utiliza para formar rostros humanos, como también hacen Syaiful Rachman (destacado artista de Indonesia) y el propio Alan Craig.
Dorota investiga la estructura social de las masas desde un punto de vista social y político, Alan dibuja detalladamente sus personas pequeñas, redimiendo el anonimato de quienes integran la sociedad, en Genovés está implícito el compromiso social, sus cuadros destilan protestas contra la represión, sus multitudes parecen huir de una amenaza, mientras que los cuadros de Arbelio Fontes, mucho más tranquilos, invitan a la contemplación, a la calma, no interviene en ellos el espíritu redentor de los 60’, están realizados con una delicadeza Zen, son pausados, meditativos, filosóficos… Las figuras transitan con tranquilidad, es un éxodo sereno, despojado del dramatismo con que suele representarse, son cuadros musicales, sinfónicos, aceptando con sencillez la lejanía, pues siempre las masas se han movido y este desplazamiento no siempre ha sido bajo las balas; existió, existe y existirá con dolor o sin él.
Las emigraciones, las inmigraciones, las migraciones en general, más allá de las dramáticas causas que suelen generarlas, más allá de los motivos económicos o políticos que las provoquen, son también modos de aprender, de ampliar los horizontes mentales de los individuos. Los exilios, los destierros, los cambios geográficos… no derivan solamente en sufrimiento, amargura o nostalgia, son también fuentes de conocimiento, retos a la adaptación de otras culturas, enriquecimientos pedagógicos que devienen de la necesidad de aprender otros idiomas, otras formas de comportamiento, desarrollo de la inteligencia y oportunidades para crecer individualmente. Los procesos migratorios, a pesar de los traumas que implican, han sido importantes para el desarrollo de nuestras sociedades. El movimiento del ser humano por el planeta es, bajo cualquier circunstancia, una de sus más grandes aventuras.