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Bellas artes

Arte en tiempos de genocidio

Por: Ximena Narea

ARTÍCULO. (Versión digital)

La continua violación de los derechos humanos y el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino ha marcado profundamente tanto su espíritu colectivo como su producción artística. El arte se ha convertido en un medio esencial para expresar su resiliencia, preservar su memoria y dar voz a su incansable lucha. Los últimos 16 meses han sido devastadores, en lo material y mentalmente.

Hasta la partición de Palestina, en 1948, los artistas palestinos eran autodidactas, pintaban paisajes y escenas religiosas imitando el estilo europeo. No existían las exposiciones. La conciencia de un arte y una identidad palestina se refuerza a partir de la Nakba (catástrofe). Diversos símbolos van configurando su iconografía: la llave (derecho al retorno), el caballo (la revolución), la flauta (el tono de la resistencia), el sol (la libertad), el arma con la paloma (la paz que llegaría después de la liberación), el olivo (la resiliencia, salud, lazos ancestrales y el colectivo), el cactus, que en la práctica servía para designar límites, se interpretó como la identidad nacional y el exilio. La sandía, con los colores de la bandera palestina, prohibida después de 1967, sigue estando presente.

En las décadas de 1970 y 1980, en ausencia de galerías oficiales, los artistas palestinos exhibían sus obras en escuelas, iglesias y ayuntamientos. Estas exposiciones no sólo atraían a la comunidad local, sino también a las autoridades de ocupación, reconociendo el poder del arte como forma de resistencia. El colectivo Nueva Visión, fundado en 1987 durante la primera Intifada (1987-1993) por los artistas Nabil Anani, Vera Tamari, Tayseer Barakat y Sliman Mansour, jugó un papel fundamental en la evolución del arte palestino. Su enfoque no solo desafiaba las representaciones tradicionales, sino que también proponía una reconfiguración del arte palestino al incorporar elementos contemporáneos que reflejaban las luchas y aspiraciones de su pueblo, también adoptaron el uso de materiales locales como una estrategia de resistencia cultural y económica frente a la dependencia de suministros israelíes.

Después de la primera Intifada el arte palestino experimentó una transformación significativa, marcada por el auge de una producción visual que reflejaba las realidades de la ocupación, las luchas por la autodeterminación y la identidad. Las mujeres, muchas veces marginadas en el ámbito artístico, comenzaron a tener un rol más destacado, tanto en las protestas como en el arte.

A partir de 2000 abre sus puertas el Museo de Palestina Birzeit en Ramallah, convirtiéndose en un importante canal de difusión. En 2017 inaugura Esto no es una exposición con la participación de más de 100 artistas. La propuesta es polemizar la relación entre arte y política, desafiando la noción tradicional de «exposición» dentro del contexto palestino. La exposición sigue abierta al público.

Gaza, el derecho de vivir en paz

Los artistas palestinos han sido prolíficos en difundir su obra en redes sociales, como Facebook e Instagram. Es en esos sitios donde he establecido contacto con los artistas que participan en el proyecto Gaza, el derecho de vivir en paz, iniciado en enero de 2024. A continuación, la experiencia de algunos de los artistas que respondieron al llamado.

Abed Abdi (Haifa, 1942), nació cuando Palestina estaba bajo el Mandato Británico. En 1948 tuvo que buscar refugio en Líbano y más tarde en los campos de refugiados de Siria. Regresó a Haifa en 1952 gracias al proyecto Reunificación familiar de Naciones Unidas, cuando la ciudad estaba bajo el dominio israelí; fue uno de los pocos que pudo regresar. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Dresden. Su extensa obra refleja una constante búsqueda de nuevas técnicas y modos de expresión, reflejando su compromiso con la innovación y la evolución artística. Abdi está representado en el British Museum, London y otros museos y galerías de Europa y Medio Oriente. Respecto a la situación actual expresa: «Mi orientación artística y mi método de trabajo están enfocados en despertar la solidaridad y destacar la dimensión humana de esta situación, con una conciencia plena de la necesidad de recurrir a la sabiduría colectiva para promover una solución pacífica. Esta solución debe garantizar la paz entre los pueblos de la región y el establecimiento del Estado palestino».

Maisara Baroud (Gaza, 1976), experimenta con distintos materiales y formatos. Su serie Still Alive documenta los acontecimientos de los últimos 15 meses, de los cuales ha sido testigo y víctima. La serie, compuesta de dibujos con líneas limpias y definidas, evocan el trazo de Matisse. Reproducciones de la serie formaron parte de la exhibición Extranjeros en su propio país en la última bienal de Venecia. Baroud realizó estudios de arte en Naplusa, Cisjordania y luego un postgrado en El Cairo. Ha participado en exposiciones en China, India y Jordania.

La invasión israelí marcó un punto de inflexión profundo en su vida y obra: «Los bombardeos aéreos destruyeron mi oficina el segundo día de la guerra, y al día siguiente arrasaron con mi casa y mi estudio. Me vi desplazado de la noche a la mañana, perdí mi refugio y mi lugar seguro. Los aviones destruyeron mis pequeños sueños, mi producción, mis experiencias artísticas, mis objetos de colección y mi biblioteca particular. Tuve que huir en busca de refugio más de quince veces. Siempre me dediqué a documentar la Nakba y la lucha palestina, pero estos acontecimientos trajeron consigo un profundo dolor y una tragedia adicional que me afectaron de forma indescriptible. Tuve que tomar decisiones difíciles para garantizar la seguridad de mi familia. Perdimos amigos y seres queridos, y nuestra vida cotidiana se llenó de desafíos, desde garantizar las necesidades básicas hasta mantener la esperanza en medio de la destrucción».

Sohail Salem (Gaza, 1974), experimenta con distintas técnicas y materiales, nuevos y de desecho. Hizo residencias en Ammán, Ginebra y París, y ha participado en diversas exposiciones, entre ellas Under Fire en Darat al-Funun, Amán, 2024, junto a otros artistas de Gaza. La muestra presentó obras que documentan la brutalidad de la guerra y las masacres. Fue desplazado por las fuerzas israelíes a Deir al-Balah. Ha trabajado en una serie de dibujos realizados con un bolígrafo en un cuaderno con hojas lineadas.

De su obra explica: «Me atraen los finos y sucesivos toques de color, una visión que considero una expresión directa de mi ser y de mi entorno. Mis temas son simples y cercanos, construidos a partir de figuras humanas y bodegones. Conscientemente, recurro a la modificación y distorsión para reflejar una tensión interna y personal, intentando visualizar una síntesis de los sentimientos, el movimiento interno y la ansiedad que experimentó. Es una expresión psicológica de mi perspectiva sobre la vida y la sociedad».

Mohammed Alhaj (Libia, 1982). En 1995 regresó a Palestina junto a sus padres después de la creación de la Autoridad Nacional Palestina y se estableció en el campo de refugiados de Nuseirat. Estudió arte en la Universidad de Al-Aqsa de Gaza. Su influencia artística proviene principalmente de artistas nacionales. Gran parte de su obra fue destruida por los ataques israelíes. Durante su desplazamiento ha dibujado la serie Diario de un palestino desplazado bajo la sombra de la guerra y el genocidio. Copias de esta serie formaron parte de la exposición Extranjeros en su propio país en la última bienal de Venecia.

Respecto la situación actual dice: «El 7 de octubre trastornó la vida de cada palestino, no exagero si digo que lo que pasó fue más grande y más terrible que lo que pasó en la Nakba de 1948, la gente no se imaginaba que la guerra duraría tanto. A mí me afectó profundamente porque con mi familia fui desplazado de mi hogar en la ciudad de Gaza al campamento de Nuseirat. Luego estuvimos tres meses en el campamento Khan Younis antes de regresar a Nuseirat, donde seguimos hasta ahora. Fue una experiencia desgarradora, tanto para el alma como para el cuerpo. Además del colapso del tejido social, sufrimos la carencia de alimentos y agua. Mi obra artística adquirió un nuevo significado, los dibujos y bocetos que he producido durante este tiempo reflejan, de manera significativa, la vida del palestino desplazado, capturando parte de la magnitud del sufrimiento vivido. Ha sido un proceso sumamente doloroso, especialmente por la destrucción de mi estudio».

Osama Hussen (Khan Younis, 1997). Es un artista autodidacta, formado bajo la influencia de otros artistas. Su medio de expresión es principalmente el dibujo y su temática es la vida en Gaza, la resistencia y la identidad palestina. Con gran habilidad explora la figura humana, que en algunas de sus imágenes cargan con «la ciudad». Ha participado en varias exposiciones colectivas fuera de Gaza, entre otras en Bahrein, Italia, México y EE. UU.

Hussen también da cuenta de su desplazamiento: «He sido testigo de varias guerras en Gaza, pero esta última ha sido especialmente devastadora, caracterizada por su violencia extrema, el derramamiento de sangre y el alto número de víctimas. Cada noche, dormimos con el eco de las explosiones y los cohetes, que parecen golpear nuestros corazones antes de alcanzar nuestros hogares. Despertar cada mañana con la noticia del martirio de un ser querido se ha convertido en una rutina de sufrimiento constante. Nuestros días están centrados en la lucha por conseguir comida y agua, una tarea que ahora es casi imposible, tanto por su escasez como por los altos precios. Mi familia y yo hemos sido desplazados tres veces, hasta llegar a la casa de una tía en Rafah. Mi pequeño estudio fue completamente destruido durante la guerra. Lo único que anhelo ahora es sobrevivir junto a mi familia y con mi arte».

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