DE ZANZIBAR A CARRER MONTAÑA

En la ecléctica mezcla de culturas de la contemporaneidad artística, se erige la figura de Fabián Leonardo Fernández Caeiro, un creador cuya trayectoria ha transitado desde los lejanos paisajes de Zanzíbar hasta la bulliciosa Carrer Montaña. Su obra, marcada por una profunda reflexión sobre el dibujo y el color, revela una búsqueda constante de autenticidad y conexión con su propia voz artística.

Fernández Caeiro considera que el claroscuro es un elemento fundamental de su trabajo, comentando que esta técnica no solo concentra la atención, sino que abre un espectro de posibilidades. Un ejemplo emblemático que él menciona es el retrato de Gerard, un sifilítico que resuena con el peso emocional y la complejidad de la condición humana, tal como lo presenta Rembrandt. En su búsqueda de evitar la monotonía, se da licencia para incorporar uno o dos colores que, lejos de saturarse, se enraízan en tonos terrosos que evocan una conexión orgánica con la tierra y la memoria.

Para este artista, el papel es más que un soporte; es el lienzo en el que recupera su propia historia a través del borrado y el raspado, una técnica que se convierte en parte intrínseca de su proceso creativo. «Llego al dibujo de forma indirecta», afirma, suficiente para insinuar que su camino hacia el arte no es lineal, sino más bien un viaje que involucra la realidad, la memoria y el accidente. En ese sentido, el accidente se transforma en su aliado, una herramienta que le permite desarrollar un lenguaje dinámico y en perpetua evolución, lejos de las correcciones innecesarias que podrían ahogar la emergencia de la creación.

El trabajo gestual de Fabián puede entenderse a la luz del expresionismo, un movimiento artístico que surge a principios del siglo XX y se caracteriza por la búsqueda de expresar emociones intensas a través de un lenguaje visual audaz y subjetivo. Artistas como Edvard Munch, con su célebre obra El grito, y Wassily Kandinsky, pionero de la abstracción, se acercaron a esta noción de la inmediatez y el flujo caótico de los pensamientos. Munch, por ejemplo, empleó colores intensos y formas distorsionadas para reflejar tumultos internos y visiones subjetivas, lo que resuena con la manera en que Fabián experimenta sus propios trazos tan «rápidos y caóticos» como sus pensamientos.