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BELLAS ARTES

JORGE ARIAS

Entre lo palpable y lo subjetivo

«Si no puedo dibujarlo, es que no lo entiendo». Albert Einstein

Por: Ángel Alonso

ARTÍCULO. (Versión digital)

Las obras de Jorge son un claro ejemplo de la fusión entre la pintura y el dibujo, en ellas se puede apreciar un dinamismo y una seguridad poco comunes. Sus trazos, en ocasiones quebradizos y fuertes como rayos, se transforman en líneas punzantes que culminan en puntas como saetas, mostrando una gran precisión y determinación a la hora de ejecutar sus ideas, a la hora de plasmar las formas, tanto en el caso de los paisajes como en la representación de la figura humana. Sin embargo, también es posible apreciar zonas en las que las líneas se vuelven más suaves, pero nunca llegan a ser amorfas, sino que mantienen una calidad cristalina y definida.

En estas obras, el color se combina de manera magistral con la línea, siguiendo la belleza del desencaje que tanto caracterizaba a las serigrafías de Andy Warhol. Esta fusión entre la línea y el color aporta a las pinturas de Jorge una estética contemporánea y fresca, a veces con reminiscencias del pop art en las manchas casi planas y acuareladas que se pueden observar en algunas partes de sus obras, a pesar de su carácter expresionista.

Es interesante destacar, dentro de los diversos recursos expresivos que utiliza, ciertos elementos que le acercan al campo del grabado, especialmente a la serigrafía moderna, con sus tintas transparentes y sus posibilidades técnicas actuales, mucho más sofisticadas que las ejecutadas por los artistas pop. Este aspecto gráfico de sus dibujos les confiere un carácter particular, que en ocasiones podría llevarnos a pensar en carteles o afiches. Esta característica le otorga a sus pinturas un aire actual, que las hace destacar por su originalidad y frescura.

En este sentido, las obras de Jorge se diferencian de las tradicionales pinturas al óleo o acuarelas, ya que combinan elementos de diferentes disciplinas artísticas para crear un estilo único y personal. A través de su técnica y su uso del color, Jorge logra transmitir emociones y sensaciones de una manera impactante y original, atrayendo la atención del espectador y generando un diálogo entre la obra y el observador.

Por el uso de colores brillantes y formas audaces, a veces relacionamos estas pinturas con las de los fauves, pero la amalgama de influencias deriva hacia un punto de conexión y reinterpretación, que las hace únicas y distintas. Un claro ejemplo de la evolución y fusión de diferentes corrientes artísticas, que se combinan de manera magistral para crear un estilo único y original. 

En el caso de la representación de la figura humana se mantiene más realista y más cerca del naturalismo que cuando plasma edificios, porque son precisamente sus acercamientos a la arquitectura los que edifican su discurso. El contraste entre lo dibujado y lo pintado es lo que arma la tensión que nos inquieta; las manchas tras las líneas son abstractas, mientras que el dibujo es plenamente figurativo. Por momentos resulta detallista y hasta —pudieramos decir— meticuloso, por su precisión en medio de tanta soltura. El contorno de este tipo de dibujo es intenso mientras las manchas que lo fecundan son frescas, este recurso entabla un diálogo entre lo concreto y lo subjetivo.

 

Por otro lado, no se trata de cualquier arquitectura, el artista aborda los edificios de su ciudad, huellas de una historia única e irrepetible, sabios sobrevivientes a todo tipo de vientos huracanados —y no me refiero solamente a los embates provocados por el clima—. El autor manifiesta que le encanta dibujar estos motivos arquitectónicos plagados «de rincones señoriales, decadencia e historias sorprendentes».

Cuando pinta antiguos y significativos edificios de La Habana es como si intentase reconstruirlos, les inyecta la vitalidad que han perdido a través del paso del tiempo y del abandono. Un ejemplo de ello es haberle hecho «un feliz homenaje al ya descolorido y decadente Palacio de las Ursulinas, un icono arquitectónico en cuanto a la influencia mudéjar en la isla». Y es que mientras pinta también investiga, aprende y absorbe todo el conocimiento que emana de estos sitios que tanto lo motivan.

Para Jorge Arias, como para Albert Einstein, el proceso de dibujar o representar gráficamente una idea o concepto es fundamental para comprenderla plenamente. Eso fue lo que quiso expresar el famoso físico con la frase célebre que introduce este texto. No se refiere solo a la habilidad artística, sino más bien a la capacidad de representar abstractos conceptos y procesos a través de una imagen. En cuanto a la obra que nos ocupa, el dominio de las formas y el virtuosismo de la realización juegan un papel relevante, pues filtra la realidad palpable para acercarnos a los más profundos sentimientos del artista y sus opiniones más rotundas. Un título como Distopian Pop, por ejemplo, resulta una pista muy adecuada para acercarse a sus pensamientos, pues la palabra dystopia es el antónimo de otra que hemos utilizado mucho: utopía. Otro título que nos hace pensar es El chiste de lo inmutable, y por supuesto que se trata de un chiste, pues sabemos que todo cambia.

El espectador, más allá de la admiración por su trazo y sus cualidades, se siente motivado a establecer un diálogo con la obra a través de una segunda mirada. Quienes pasen de largo se quedarán en la superficie; quienes se detengan un poco más, descubrirán todo un mundo subjetivo y sugerente. Hay que rasgar el velo para penetrar en los secretos que guardan estas obras tras la belleza de las formas. •

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