Tiempo de lectura
«Lo maravilloso de la escultura es la imposibilidad de describirla y la relación directa, primaria, con la materia; tocarla para hablar de cosas que están por encima de nosotros».
Jaume Plensa
Le conocimos en su taller de NEO FABRIK // Factoria d’ Art, en aquella visita quedamos impactados ante su obra que, en un clima amistoso, nos permitió conocer. Estamos en presencia de Ricard Casabayó (Barcelona, 1968), uno de los escultores más inquietos de su hermosa ciudad; artista que cada vez se consolida más por su rigor y coherencia. Su trabajo contiene una elocuente poética, irónica y apreciablemente sensible, en la que se percibe un especial vínculo con la naturaleza. Y es que sus ideas, emociones y conceptos, se trasmiten a través del uso creativo de los diferentes materiales.
A veces el uso de la piedra nos remite al pasado, pues es uno de los recursos más antiguos de la escultura, pero en la obra de Casabayó ocurre algo diferente: Si observamos la manera en que afronta este material, notamos que suele conservar parte del mismo en su estado natural, mientras que, por otro lado, lo geometriza y divide. Esto hace que lo ancestral de la piedra se vista de contemporaneidad. Lejos de resultar una referencia al pasado, estas esculturas se internan en un mundo intemporal que nos habla de permanencia y solidez.
Las ranuras organizadas en líneas, los rectángulos o cuadrados en que transforma las superficies rocosas, remiten a un ejercicio matemático que hace evidente una de las características que distinguen al ser humano: su capacidad de controlar, organizar, medir y estructurar. A veces la piedra es intervenida con otro material. Cuando Ricard utiliza la soga, hace evidente el control humano. Por muy subjetivas y variadas que puedan ser las interpretaciones, el acto de anudar una piedra o convertirla en una especie de «regalo» mediante un lazo, nos hace pensar en aquellos mecanismos de control sobre la naturaleza de los que ha abusado la cultura occidental.
Es de destacar también el muy especial uso del color, que aparece en algunas piezas y polariza la imagen, dando un carácter industrial y pop a una zona de la piedra; en ocasiones el revestimiento de una pintura plana en un agujero calado parece ser parte de una roca o incluso su materia interna, otras veces la fuerte tonalidad azul de un cordel dispuesto simétricamente nos sugiere la idea de organizar y numerar.
Desarrelament, pieza construida con piedra caliza, es un buen ejemplo de cómo lo que ha pulido con tanto rigor contrasta con lo que ha dejado en estado natural. Esta dualidad entre lo esculpido y lo puro se refleja también en otras obras, donde el contraste entre el vacío y la belleza creada es un tema recurrente, ya que el tratamiento del volumen incluye dentro de su estructura aquel espacio en el que no hay materia.
La madera es otro material al que también acude mucho. Le interesa el contraste entre el refinamiento de lo pulido y la rugosidad del tronco en su estado natural. Una vez más se hace evidente su intención de mostrar polos opuestos. Dando forma a una graciosa paradoja, se percibe en estas piezas un rompimiento y a la vez una continuidad entre un aspecto de la madera y otro. Esta ambigüedad resulta un elemento importante en su trabajo, ya que le permite crear mensajes contradictorios que pueden interpelar al espectador permitiéndole ofrecer su propia interpretación, su propia respuesta. Esto lo logra a través de objetos simples combinados con otros elementos.
La riqueza expresiva de contrastar diferentes materiales es un elemento clave en la obra de Casabayó. La madera y el metal, por ejemplo, se unen en piezas como Dues puntes para ofrecernos un discurso que va más allá de la mera fruición estética. En esta interesante pieza el objeto metálico sostiene las dos puntas de unos troncos que parecen reflejarse como en un espejo. ¿Acaso una metáfora del poder? Parece estar hablándonos del habitual uso de la fuerza, presencia represiva que actúa bajo el pretexto de mantener una estabilidad. Las dos puntas de madera ya serían, por sí solas, una posible metáfora de estabilidad y equilibrio o, por el contrario, de hostilidad y enfrentamiento, pero al ser sostenidas por un elemento externo la dimensión semántica de la pieza se dispara.
Ya en aquella exposición llamada Reflexions arquitectòniques, que presentó en La Escocesa, Centre de Creació del carrer Pere IV, 345 de Barcelona, durante el 2014, podía respirarse este camino, hoy mucho más maduro, en el que más allá de la abstracción de las formas, el artista establece un discurso lleno de contenido. Trabajar con el metal y la piedra al mismo tiempo, por ejemplo, es una acción de conciliación, porque integra la historia antigua con la era industrial.
Ricard Casabayó se encuentra en estos momentos en plena madurez, ha asimilado todas las herencias artísticas de las que ha aprendido, todos los legados de los maestros que iluminaron su camino. Su trabajo ha derivado en una obra personal y contundente. •
Comenta el artículo. Gracias