YA NO ESTAMOS A LA SOMBRA
YA NO ESTAMOS A LA SOMBRA
AUNQUE SIGAMOS ESPERANDO
Hasta mediados del siglo XX la mujer artista era inexistente, pues simplemente como hembra monda y lironda ya lo era en todos los órdenes de la vida por razones de postergación, opresión, humillación, etc. Toda una sarta de axiomas filosóficos, religiosos, culturales, políticos, doctrinales, sociales, etc., condenaron al género femenino en su totalidad a ser una mera herramienta sexual y reproductora.
Aun así, hubo notables excepciones, aunque como tales algunas han sido tan horrorosas que muchísimos hombres hubiesen sido incapaces de hacerles frente. Cínicamente podría considerarse y de hecho se consideró que esas circunstancias vitales y sociales tan adversas habrían sido los móviles exclusivos de la excelencia de sus creaciones, lo que claramente y absurdamente supondría la ignorancia de otros factores básicos de ejecución de unas obras que ante todo son fruto del talento, la formación y la experiencia.
Sin ir más lejos, en cuanto al brillante trabajo de Artemisa Gentileschi (1593-1656) no parecía haber otra opción que atribuirlo a venganza y resentimiento, por su previa violación y posterior tortura en el curso de un juicio para poder confirmar si decía la verdad. Claro que la decía y mucho más. Tales hechos ocurrieron en 1612 cuando sólo tenía diecinueve años.
Y si se produce reconocimiento, como en el caso de la española Luisa Roldán (1652-1706), también se produce desprecio y olvido. A pesar de ser nombrada escultora de cámara de los reyes Carlos II y Felipe V de España, diez días antes de morir firmó una penosa declaración de pobreza.
Verte Morisot (1841-1895), amiga de Manet, integrante del movimiento impresionista, fue objeto de atroces críticas –más implacables que con respecto a sus compañeros masculinos- con motivo de la primera exposición conjunta de 1874 en París.
Para Camille Claudel (1864-1943) el infierno sería como un balneario o incluso un edén. Pues de su relación con Rodin –al que amó con pasión- únicamente obtuvo sexo, maltrato y menosprecio, desembocando su periplo existencial en un encierro de años en su taller, una depresión profunda y una posterior locura que significó su reclusión injusta en un centro psiquiátrico, donde al final murió sola y abandonada.
Por último, y sin ánimo de limitar una enumeración que sería muy larga –hasta probables asesinatos-, de estas espantosas referencias, mencionar a Frida Kahlo (1907-1954) conlleva la incursión en una existencia maldecida y condenada por la poliomielitis, una rotura de costillas, una fractura de la columna vertebral, una perforación desde la cadera hasta la vagina por una barra, una amputación de pierna, un aborto, dos matrimonios y sendos divorcios, una acusación sobre su supuesta participación en el asesinato de Trotsky, depresiones, odios, conflictos, intento de suicidio, alcohol, luchas, etc. Por eso su frase final no deja de ser el colofón imprescindible, sarcástico y clarividente, no sólo para ella, sino para toda la humanidad: “espero que la salida sea alegre, y espero no volver nunca más”. Sea.
Por: Gregorio Vigil-Escalera
Ilustraciones:
Rigoberto Rodríguez Camacho