Bellas Artes
Una obra de arte nunca se termina, solo se abandona.
Leonardo da Vinci
El vínculo de Sergio Lastres (1965) con el tema de la emigración encarna un nivel tan alto de realidad que no admite, ni en broma, la más mínima sospecha de falsedad. Porque a diferencia de tantos artistas que tratan el tema, ha sido tan intensa la vivencia que no da margen a ninguna pose intelectual.
Lejos de la frecuente actitud esnob, lejos de aquella mirada superficial sobre los balseros, las quemaduras del sol y la amenaza de los tiburones —elementos suficientes para edificar montajes sensacionalistas— aquí lo que prima es la fe, porque su visión es interna, va mucho más allá de la representación de balsas o remos. Estos elementos están presentes como piezas de unos simbólicos ensamblajes que se levantan como si fueran estandartes. No acude miméticamente a un solo modo de representación, varía incluso las técnicas.
Cuando se trata de un dibujo como Deconstrucción de un bote, se desprende más del modelo, aquí el bote se descompone como en un cuadro cubista, mientras que cuando desarrolla el tema en la pintura las figuras están delimitadas y precisas. En obras como Santísima composición con bote, por ejemplo —tanto en la versión pintada como en la escultura—, los remos están dispuestos alrededor de la vertical embarcación, formando un círculo que remite a las representaciones de las vírgenes, a la santificación.
La verticalidad, la simetría, la sobriedad y control en la gama de colores, y un dibujo certero, poderoso, son los principales recursos que utiliza el artista para emitir un discurso tan interno que apenas puede traducirse a las palabras, necesarias para el crítico pero innecesarias para la imagen. Y es que en la traducción de la imagen a la palabra corremos el riesgo de la banalización, caemos casi siempre en una especie de reduccionismo que limita las posibilidades comunicativas de la misma. De ahí que tengamos que ser muy cuidadosos en nuestro análisis, ya que las ideas y sentimientos del artista se trasmiten por medio de una materia que ha sensibilizado, y que más allá de ser un objeto de disfrute estético, también es un testimonio y hasta una fuente histórica en relación con el momento en que se produjo ese hecho que vivió. Por lo tanto, transmite sentimientos y emociones, pero también información histórica relevante.
Es difícil, en esta obra, desligar de su condición objetual la vivencia que la condicionó. La experiencia que tuvo en el mar, cuando sufrió un mal tiempo emigrando en balsa desde Cuba a Estados Unidos, es, en el fondo, lo que encarna esta obra. El artista me lo ha narrado de esta manera:
«Nos azotó un mal tiempo que dañó la balsa, al tercer día ya nos estábamos hundiendo. Sabíamos que la balsa no iba a resistir más, se estaba desarmando, las cámaras desinfladas, si no nos rescataban ese día, nos ahogaríamos. Mi sentimiento de culpa era mayor que el de miedo, había traído conmigo a mi esposa, me sentí irresponsable por aceptar que viniera. Pensaba en cómo era morir ahogado, cuándo se enteraría nuestra familia, porque al morir de un infarto o en un accidente, la notificación es rápida, pero desaparecer en el mar…».
Si se hubiera tratado únicamente de esto, entonces tal vez la obra reflejara, como tantas otras, el peligro de la travesía, o la heroicidad de la destreza física para nadar y sobrevivir. Pero como puede verse, el artista no va en esa dirección, sino que refleja lo verdaderamente importante y que constata aquel viejo refrán que dice «En las trincheras no hay ateos». Porque el eje de esta obra es, por encima de sus valores plásticos, un acto de agradecimiento y una constancia de la sólida Fe de su autor. Escuchemos con atención cuando nos dice:
«Fue la Virgen. Desde entonces he venido pintándola de vez en vez».
Es este milagro, sobrevivir luego de pedir a la Caridad del Cobre que les salvara, lo que condiciona esta serie, que no da por terminada nunca, como una prueba de agradecimiento infinito. Una serie que no concluye implica una permanencia, una intención de seguridad y de entrega, y bajo este sentimiento de devoción es que crece poco a poco, con cuadros cada vez mejor ejecutados, más certeros, y también con esculturas y dibujos. ¿Acaso el arte no nació siendo una práctica espiritual? ¿Hemos olvidado todo lo que se ha hecho en materia de arte hasta hace muy poco tiempo?
Aunque se ha exacerbado el ego del artista a partir del Renacimiento hasta nuestros días, no olvidemos que la función del arte siempre estuvo muy ligada a la fe, no solo la Fe en Dios, también la fe en poder comer, recordemos la función mágico-religiosa del arte de los comienzos.
La serie Santísimas composiciones comenzó en el año 2014, con motivo de una exposición que le hizo el American Museum of the Cuban Diaspora, para conmemorar el 20 aniversario del éxodo de los balseros. El artista nos cuenta: «Hice la primera de esta serie para ese evento, la presenté con otras pinturas, pero sentí que era un tema que podía seguir desarrollando y hacer otras versiones. Así que es una serie que aún no he cerrado, y que pudiera ser eterna». Sergio Lastres sabe, como Leonardo, que una obra de arte nunca se termina. ■
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