cabecera 2023 logo

Literatura

Una costurera llamada Wendy Guerra

Por: Ovidio Moré

Versión digital:

Lo primero que leí de Wendy Guerra fueron algunos poemas publicados en una revista cultural cubana de cuyo nombre, ahora mismo, no logro acordarme (puede que haya sido en El Caimán Barbudo) y supongo que pertenecían a su primer libro de poesía publicado en la isla: Platea a oscuras, con el que alcanzó el premio 13 de marzo, de la Universidad de La Habana, con apenas diecisiete años. Por aquella época, los ochenta del siglo pasado, Wendy era una cara conocida en la televisión cubana que, más tarde, también, incursionaría en el cine como actriz y que, además, estudiaría dirección de cine en la escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Aquí, en esta última, bebió de las clases magistrales de Gabriel García Márquez. No cabe duda de que, desde sus primeros poemas, Wendy, hija de la poeta Albis Torres y del dramaturgo Raúl Guerra, tenía un talento innato para la literatura, y así lo ha demostrado a lo largo de toda su carrera como narradora y poeta.

Wendy, junto a Leonardo Padura, Abilio Estévez, Jesús Díaz, Ena Lucía Portela, Arturo Arango, Francisco López Sacha, Pedro Juan Gutiérrez, Reinaldo Arenas, Amir Valle, Eliseo Alberto Diego, Daína Chaviano, o Guillermo Rosales, por solo citar unos cuantos ejemplos, se han convertido en mis escritores cubanos contemporáneos de culto. Todos ellos son fieles herederos de otros grandes del panorama literario cubano como José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera, Onelio Jorge Cardoso o Guillermo Cabrera Infante.

Desde esa genealogía me he acercado con devoción a toda la narrativa y la poesía de Wendy: Todos se van, Negra, Posar desnuda en La Habana, Domingo de revolución, El mercenario que coleccionaba obras de arte, Nunca fui primera dama, Ropa interior (poesía) y su última novela: La costurera de Chanel, donde hace un giro radical en cuanto a tema y se aleja de los «típicos y tópicos» que saturan la literatura cubana actual, tanto dentro como fuera de la isla. Y, aun así, sigue siendo, esta novela cuya trama, casi en su totalidad, transcurre en Francia, netamente cubana. Sobre esta obra editada por Lumen este año 2025, hablaremos en esta brevísima crónica. No soy crítico literario ni pretendo serlo. Lo que plasmo aquí es mi opinión como lector.

Tuve el privilegio de asistir, en primera fila, a la presentación de la novela en Barcelona y poder escuchar a Wendy relatar todo lo concerniente a la escritura, el origen y los entresijos de esta novela. La idea surgió a partir de un rumor familiar de su anterior matrimonio con un ciudadano francés, sobre una mujer cubano-francesa que había colaborado con Coco Chanel. A partir de esta anécdota, que no estaba documentada, la autora fabuló la historia.

La costurera de Chanel es muchos libros en un solo libro, es novela, es biografía novelada y, hasta podría decir, que ensayo, todo escrito con una certera prosa poético-lírica, donde la moda aparece como una forma de autenticidad, de protesta, de liberación, y donde se habla de identidad, de feminismo, de sororidad entre mujeres. Es un homenaje también a esas mujeres que estaban y están detrás de los nombres consagrados y que siguen sin recibir el reconocimiento que merecían y merecen.

Tres poderosos personajes femeninos, bien delineados psicológicamente, nos llevan de la mano por esta trama desarrollada entre el pueblo costero de Arcachon y París con conexiones a la isla de Cuba. Simone Leblanc, Gabrielle Chanel y Teresa nos sumergen en un período histórico en el que el fantasma de la guerra es un personaje más. Quizás lo que más me ha gustado de la novela es el retrato tan rico en matices y complejo que la autora logra hacer de la gran Coco Chanel. Un personaje al que muestra con autenticidad y lleno de luces y sombras.

Con esta obra Wendy logra mantenerse entre las mejores voces de la literatura cubana y encuentra un merecido puesto entre los autores contemporáneos universales.

Wendy Guerra. Foto: Ovidio Moré

Leonardo Padura dijo sobre ella y esta novela, en un artículo publicado por Babelia el 24 de abril de este año: «posiblemente la más literaria y estilísticamente elaborada de sus obras publicadas». Concuerdo con Padura. Creo que esta novela es un hito estilístico en la narrativa de Wendy, como un cambio generacional en la literatura cubana. Aquí la autora da fe de su madurez narrativa y de reinventarse en nuevas fronteras literarias. También, como Padura, creo que es un acierto salir del encasillamiento temático de la literatura cubana actual. Remarcaba en este mismo artículo que este alejamiento temático se percibe como una señal del «agotamiento de narrar una realidad nacional… tan densa, dramáticamente, pero quizás (…) más agobiante y repetitiva». No es Wendy la única que lo ha hecho. El propio Leonardo Padura ha explorado otros horizontes temáticos, como, por ejemplo, en El hombre que amaba a los perros. O Ena lucía Poncela en Djuna y Daniel.

Más que una novela histórica que reconstruye toda una época, esta es también un canto a la emancipación femenina. Es un certero análisis del papel de la moda en la sociedad. Como bien dice la autora: «La moda siempre ha sido una forma de resistencia». Y es, además, una obra que enriquece el corpus de Wendy Guerra, con voz propia, en los territorios de la novela contemporánea escrita en español. Ella misma se ha convertido en una maestra de la alta costura literaria. Una costurera con un estilo único y reconocible que sabe muy bien cortar los patrones, utilizar el tejido con el entramado perfecto y dar las puntadas adecuadas para confeccionar una pieza de una hechura y una belleza atemporal. ■

COMPARTE, DALE ME GUSTA, REPITE

¡Nos gustaría saber tu opinión!

Comenta el artículo. Gracias