Bellas artes
La transición del diseño gráfico a la pintura fue una evolución natural para Ulises Rivero. Desde sus comienzos como asistente de diseño, pasando por su beca en la extinta Unión Soviética, su inclinación hacia el dibujo lo condujo a explorar una variedad de estilos y temas, desde los más simples y complejos hasta los más escabrosos. Sus primeros pasos en la ilustración fueron impulsados por un colega en la editorial donde trabajaba, consolidando así la temática surrealista en su mente.
Ver más allá de la realidad, transformarla o jugar con ella para crear un mundo alternativo es una constante en su trabajo. Aunque ha creado naturalezas muertas y paisajes, estos lo han dejado inconforme y siempre la vuelta al surrealismo es la medicina para su alma. La exploración excesiva de estilos en la obra de los artistas puede resultar en una diversidad que no aporta a su establecimiento, pero si esto sucede en el ambiente de la enseñanza la obra en sí deja de ser pictórica para convertirse en influencia y legado.
La vida profesional de Ulises Rivero ha transcurrido entre la enseñanza y la creación. Con una modestia a veces dañina, sus trabajos han sido expuestos en Argentina y Estados Unidos. A pesar de trabajar temáticas más comerciales, su inclinación al surrealismo, y —desde hace ya un tiempo— al neoexpresionismo, lo llevan a una satisfacción personal, pero misteriosamente privada. Su obra se centra mayormente en retratos misteriosos que son inquisidores, con miradas que se clavan en el espectador y lo invitan a cuestionarse su propia existencia y la de sus sentimientos.
En la búsqueda de expresión Rivero (así es como firma sus obras) recurre a retratos que su propia familia identifica como un alma alternativa dentro de su mundo, sin encontrar respuestas a la posible identidad. Esos retratos son él mismo y nadie a la misma vez. Esos retratos son preguntas sin respuestas, cuestionamientos a la propia vida y la muerte. Rivero nunca ha tenido respuestas a ellos, y prefiere no hacer reflexiones para asignarles significados, prefiere dejarlos a la propia interpretación de los que presencian sus miradas. En ocasiones nombra las obras para dar una idea de su intención, pero aun así prefiere dejarlo abierto a cada cual.
Rivero es sensible y en sus propias palabras puede ser predictivo. La serie Éxodo explora la necesidad de la emigración por conflictos bélicos, un tema que le ha tocado desde lejos pero que aun así le desgarra. Éxodo fue creada un año antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, países en los que estuvo en su juventud y que jugaron un papel importante en su formación artística. Los personajes sugieren, a través de su vestimenta, su procedencia y el ambiente de las obras hablan de ese desplazamiento obligatorio. Éxodo 1 tiene una referencia religiosa, un crucifijo, que puede sugerir pasajes bíblicos.
Rivero, no tiene un estudio fijo, ni pinta sobre un material favorito, sus obras van desde el lienzo, al cartón o a la madera. Pinta donde quiere y puede, y eso lo hace por el impulso de decir algo justo en el momento en que siente la necesidad. No se esconde, es suficiente el misterio de sus personajes.
Su última serie en proceso aborda los incendios forestales en Los Ángeles, un tema que lo impactó profundamente debido a la devastación natural y el sufrimiento humano. Lo que más le impresionó fue el contraste entre los colores vivos del fuego, como el naranja, el amarillo y el rojo, así como el negro de las cenizas —resultado de la destrucción—. Siempre cuenta una anécdota: cuando comenzó sus estudios en Moscú, su profesor le pidió que pintara cualquier cosa. Rivero usó los colores vibrantes de su isla tropical, pero su maestro lo cuestionó y le pidió que mirara afuera (Moscú en pleno invierno, todo gris) y le dijo: «¡Esos son los colores reales!». Ese momento quedó grabado para siempre en su memoria y en su obra.∙
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