cabecera 2023 logo

BELLAS ARTES

TE OBLIGARÉ A VER ARTE CONTEMPORÁNEO SI NO ESPABILAS

Por: Gregorio Vigil-Escalera / Ilustración: Letni Art

ARTÍCULO. (Versión digital)

Nuestra condición humana ha poseído siempre una dimensión estética inherente a su forma de vida. Merced a ello, su percepción de la realidad concita magnitudes visuales insospechadas y profundas.

Lo cual implica que el artista constituye por sí mismo el factor crítico sobre el que pesa el pulso creativo, el talento artístico y la experiencia innovadora que nos asombre y cautive con tal mediación generadora.

No obstante, estas apreciaciones, vistas en lo que va del siglo XXI, pueden haberse quedado obsoletas en aras de una concepción contemporánea que entiende que el arte desde hace unos años conlleva una ruptura ontológica de los límites que lo ceñían hasta este momento. Tal como vanagloriarse de un delirio que busca el espectáculo de una catarsis sospechosa de sensaciones, más que de espíritu y emoción. Consecuentemente se habla y se diserta de una redefinición entre la obra y el espectador —o el consumidor, como se dice ahora—.

Pero en ese marco de actuación del arte contemporáneo, la verdad refleja otras realidades y aspectos no tan halagüeños, como son los que podríamos encajar dentro de la siguiente y no exhaustiva ordenación:

El establecer distancias entre el objeto y el sujeto haciendo uso en algunos casos del artificio, la insinceridad, el cinismo, el truco, etc.

El que el autor anule la expresión de su interioridad sustituyéndola por la broma, la ironía, la parodia y la burla. Con lo cual nos ofrecen un trabajo despersonalizado —algunos ni se manchan—, inauténtico, falto de seriedad y rigor.

El que de tanto enlazar transgresión tras provocación, mutación tras mutación, así como el volcado de supuestas ideas y conceptos, se desemboque en su conjunto en frivolidad y banalidad. A lo que habría que añadir monotonía y carencia de comunicación.

Sin contar con que bajo todo este escenario y simulacro de espectáculo late un ansia desmesurada de fama y dinero. Hasta derivar en una mercantilización extrema reconocida por sus propios protagonistas —Larry Gagosian y demás— cuando afirman que el mundo del arte se ha convertido en un puro negocio.

Damien Hirst, unos de sus más conspicuos representantes, confesaba que «quería que le pararan, pero nadie lo hizo (¿le habría hecho caso?). Tan solo quería saber donde están los límites del arte tal como el sentido común los percibe. De momento solo he descubierto que no existen».

Y abundando en ello, no podemos dejar de mencionar el hecho sorprendente de que los estudiantes de la Universidad californiana ColArts rechacen el término «creatividad» por considerar que lo que designa es un cliché empleado por personas que no se dedican profesionalmente al arte.

Por consiguiente, todo lo señalado anteriormente pone de manifiesto el fenómeno de que hoy en día nada hay sin estar en perpetua transformación, porque ocurren muchísimas cosas al mismo tiempo, las suficientes como para que sea fácil perderse en cantos mudos de sirenas rotas.

COMPARTE, DALE ME GUSTA, REPITE

¡Nos gustaría saber tu opinión!

Comenta el artículo. Gracias