La pintura en vientos de luna

Después de contemplar atentamente la obra de ese ser imposible, pero probable que es Oscar Méndez Lobo (Madrid, 1963) en su exposición en la Sala Martín Chirino de San Sebastián de los Reyes (15 de diciembre de 2023 – 12 de enero de 2024), me pregunto si el artista tiene, en lugar de entrañas, un bosque o una selva texturizada y multicolor cuya savia absorbe y discurre por su torrente sanguíneo.

Oscar, como el estilo, se explica a sí mismo con el fin de evidenciar un modo de visión único, despertando unos estragos y rangos de abstracción cuyas propiedades se incorporan a su naturaleza estética.

En este compendio de cuarenta años de trabajo y arte, la síntesis le revela como un gran artista, o es él el que a su vez la revela a ella (Stefan Zweig), ya que, en el origen, y entre el millón de energías que mueven este mundo, sabía cuál era su forma de enfocar la vida para ver y hacer arte.

No es una pintura vehemente ni vacilante, pero sí es una denotación sosegada, volcánica y ricamente cromática de la superficie, bajo la irradiación de un sueño melodioso que atrapará la mirada y además causará vibraciones y resonancias en nuestras sensibilidades hambrientas de sensaciones y ansias de creación.  

Pues, aunque Richard Wollheim afirme que el valor del arte no existe exclusivamente, ni incluso primordialmente, en el artista, al estar repartido a partes iguales entre él y su público, en el caso de Méndez Lobo se exigen observaciones e interpretaciones distintas, luminosas y clarividentes, según las diferentes capacidades, percepciones y sentimientos de cada uno.

Me lo imagino, tal y como cuenta Vaquero Turcios, acercándose al lienzo hasta tocarlo con la nariz para examinar con mayor detalle cada pincelada, cada rastro, cada gesto aprisionado en la pasta del color y cada intención por minúscula que sea de la mano creadora.

En definitiva, este mágico hacedor procrea, concibe e instaura vínculos de comunicación, comprensión y correspondencia entre su actividad y las reacciones de los espectadores, haciendo posible e inolvidable el binomio arte y vida.  ■