LOS NÓDULOS PICTÓRICOS DE JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ OLIVARES

Por: Pablo de Cuba Soria

Juan Antonio Rodríguez Olivares pinta desde una recurrente paradoja compositiva: la proliferación de oasis habitados por materia perecedera (un par de zapatos, un auto destartalado, un paraguas, una cafetera, un tren…) que descansan en/flotan sobre espacios con tendencia a la infinitud, a la vastedad desolada. Lo transitorio y lo persistente se cruzan dentro del mismo marco, en la misma superficie (tela).

Ante la imposibilidad de abarcar/poblar el espacio, el artista construye estos asideros como quien edifica/provoca metástasis de nódulos en la extensión vacía del inconsciente. Aunque, a diferencia de los seres y objetos dalinianos hechos casi en su totalidad de tejidos oníricos y a su vez correspondientes con la pesadillesca dimensión espacial en la que son colocados, los seres y objetos pictóricos de Rodríguez Olivares parecen no pertenecer a ese paisaje/territorio en el que se manifiestan. Es decir: tales oasis son exiliados en un contexto espacial que les resulta extraño; sin embargo, otro proceder no les queda que la supervivencia.

Y en ese proceso de adaptación se articula un imaginario de yuxtaposiciones de los elementos, los cuales terminan expresándose en amalgamas de ellos mismos. Además, en ese agenciamiento de los oasis hay un crecer implosivo, hacia adentro. El nódulo crea un cerco/muro, a modo de planta dormidera, con el afuera baldío; y, en movimiento paralelo, (aunque divergente) se procrea/expande en su interior, modulando un universo íntimo que engendra dispositivos con reminiscencias pictóricas a lo Xul Solar y a lo René Magritte, y veladuras fílmicas a lo Miyazaki.

Así, condenados a cohabitar, el tiempo del nódulo se alarga (siempre perecedero), y el de la infinitud del exterior acontece en el estancamiento. En los nódulos la mirada se extiende en las proliferaciones internas del paisaje (urbano y/o rural) y de la materia, incluso se pueden ver/oír cruzamientos de ruidos (propulsiones constantes) y edificaciones (como esas recurrentes torres de Babel), por lo que se intuye que en ellos las gramáticas creativas aún se revelan. Por el contrario, en las superficies agotadas del afuera sólo se alcanzaría a escuchar, acaso, el graznar distorsionado de algún pájaro improbable.  

Juan Antonio Rodríguez Olivares (Santiago de Cuba, 1980). Artista plástico. Ha realizado múltiples exposiciones colectivas y personales. Participó en la antesala de una Bienal de la Habana con la exposición Refugios del tiempo. Radica en Miami.

STATEMENT del artista: 

Mis pinturas están inspiradas en las filosofías antiguas del mundo; los poemas, la naturaleza y la sociedad moderna. Al combinar motivos antiguos y elementos universales modernos, integro el pasado con el presente a través de creaciones simbólicas únicas que representan la paz y la armonía de un modo utópico. Utilizo elementos como torres, edificios, máquinas y otros objetos que evocan la libertad, uniendo historia y experiencia humana. A menudo me enfrento a elementos positivos y negativos, y sus resoluciones finalmente se manifiestan en la interacción de nuevas expresiones armoniosas. En el proceso de esta exploración, he descubierto que la perseverancia y la dedicación son los elementos básicos del arte. También he aprendido que es fundamental ser fiel a uno mismo.

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