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Bellas artes

LA OBRA DE NELSON DOMÍNGUEZ

Una experiencia multisensorial

«La inspiración es trabajar todos los días».
Charles Baudelaire

Por: Ángel Alonso

ARTÍCULO. (Versión digital)

Una tarde en su escuela, un niño cubano nacido a finales de los años sesenta, se encontraba sumido en el sopor de una clase monótona. En su afán por evadir el tedio, abrió su libro de Historia y se vio sorprendido en las últimas páginas por una imagen que cambiaría su destino. Aquel cuadro representaba una mano etérea que se posaba sobre el semblante de una mujer; la obra lo cautivó irremediablemente. Pese a la deficiente calidad de la impresión —rodeada de reproducciones desvaídas de obras de Romañach y otros maestros académicos—, esa imagen se convirtió en la principal fuente de inspiración para definir su futuro. Por primera vez, el niño comprendió que la pintura era mucho más que una mera mimetización de la realidad; así, abrió el umbral hacia un mundo donde el arte podía susurrar verdades más profundas y universales. Este descubrimiento resultó crucial en su posterior deseo de estudiar pintura.

Ese niño era yo, y el cuadro que me intrigó se titulaba Rostro de agua y fuego, una pieza del artista Nelson Domínguez Cedeño (Santiago de Cuba, 1947).

Desde muy temprano en su trayectoria, Domínguez comenzó a labrarse un espacio como artista, un reconocimiento que ha cimentado a través de una dedicación inquebrantable a su labor creativa. La vitalidad que puede verse en su producción actual, solo es posible a través de esa constancia irrompible que encontramos en muy pocos artistas. Para vivir del arte primero hay que vivir para el arte. Eso es algo que Picasso tenía muy claro, tanto él en el pasado como Nelson ahora. La actividad creativa funciona integrada a un desenvolvimiento que pudiéramos considerar fisiológico. No se trata de una metáfora, el verdadero artista necesita crear con tanta urgencia como comer —en rachas de inspiración, incluso hasta comer puede esperar—, y esta experiencia puede verse muy clara en una obra cuyos resultados son hijos de un largo proceso de experimentación.

Nelson ha situado de manera prominente el paisaje cubano como elemento vital en su producción, contexto en el cual la santería —rica tradición afrocubana— se manifiesta en un ámbito singular en Santiago de Cuba, donde se erigen numerosos lugares sagrados dedicados a la Virgen de la Caridad del Cobre(1). Así, el simbolismo afrocubano se entrelaza en su quehacer artístico, resonando con una fuerza viva tanto en sus lienzos como en sus grabados.

Opuesto a toda clase de folklorismo, alejado de los lugares comunes y de la mera artesanía, Domínguez fusiona de manera magistral la cotidianidad rural con visiones de carácter épico. Su incursión en el grabado, presenta obras dotadas de una singularidad inspirada en la rica fauna autóctona de la isla. Un rasgo distintivo de su práctica es la exploración de materiales no convencionales, destacando su atención a la diversidad de texturas; a menudo, las imágenes emergen de fondos oscuros que evocan el tenebrismo, un recurso que se torna aún más evidente cuando el artista frota la superficie pintada, rescatando los colores subyacentes. Estas tonalidades resplandecen, creando una brillantez en las figuras que parecen emanar su propia luz. Además, la línea, siempre firme y decisiva, actúa como un elemento vertebral en su fructífera narrativa visual.

Al reivindicar su herencia cultural, Domínguez establece un diálogo entre el pasado y el presente, explorando la memoria colectiva de su pueblo a través de una estética introspectiva y emotiva. Su arte, un reflejo de la complejidad cultural cubana, nos invita a explorar y celebrar la interconexión entre la identidad, la espiritualidad y la expresión artística. Y no solo se erige como un maestro de la pintura cubana, también constituye uno de los pilares del arte latinoamericano; cualquier estudio acerca del arte actual en aquel continente resultaría incompleto sin su presencia.

En sus obras más recientes continúa su investigación plástica, utilizando incluso alfombras como soporte para sus texturas. Su proceso creativo se centra en establecer, ante todo, un diálogo íntimo y espiritual con los materiales utilizados, a los que saca partido a través de un goce personal en el que expande toda su energía. Siempre nos sorprende, estamos ante un artista amplio, ancho, inmenso —como diría Whitman(2)—, a veces emplea elementos abstractos dentro de su personal figuración, en la que no deja de estar presente, de forma muy filtrada, el pasado de la pintura cubana. En ocasiones un personaje se nos viene encima montado en un gallo, figuras elaboradas con trazos largos y angulosos, enérgicos como los de Lam, armónicos y musicales como aquellos dibujos de Klee. Estamos ante una pintura viril, puntiaguda, en la que el tiempo de trabajo actúa contra el reloj; el paso de los años, la madurez, la ha tornado más joven, más contemporánea.

Se habla, con intención de definirlo, del carácter expresionista de sus figuras, pero resulta artificial cualquier categorización que intente etiquetarlo dentro de un movimiento artístico, pues se trata de algo mucho más abarcador e inclasificable. Aquí se prioriza la experiencia y la emoción sobre la representación en el sentido formal, lo que condiciona que ese vigoroso trazo trascienda la mera condición expresionista. En este marco, los significantes —es decir, las formas, colores y texturas— no solo actúan para transmitir un concepto o una noción; en cambio, ellos mismos se convierten en protagonistas del sentido, permitiendo que la obra dialogue de manera más directa con las sensaciones del espectador. Cada pieza se convierte en una experiencia única, donde el proceso creativo constituye un espacio de libertad, experimentación y autenticidad.

Domínguez ha logrado crear un corpus artístico que no solo resuena en el ámbito estético, sino que también sirve como un vehículo de reflexión social y cultural. Su habilidad para mezclar técnicas en una sola obra se traduce en resultados visuales impactantes y dinámicos que invitan al espectador a una experiencia multisensorial. Además de la belleza estética, Domínguez aborda temas profundos y a menudo complejos: la historia de Cuba, las luchas sociales a lo largo de las décadas, y la búsqueda de una identidad que fusiona lo tradicional con lo contemporáneo. A través de sus retratos, invita al espectador a considerar la diversidad social de la isla, iluminando las vidas de individuos que, a menudo, son pasados por alto. En este sentido, el arte de Domínguez se convierte en un testimonio poderoso y un homenaje a su tierra y su gente, proporcionándole un lugar destacado en el panorama artístico contemporáneo. •

1._ Es la Patrona de Cuba, este solemne nombramiento fue proclamado por el Papa Benedicto XV en el año 1916. La imagen fue coronada canónicamente por el Papa Pío XI el 30 de diciembre de 1936. Posteriormente, en un viaje realizado por Juan Pablo II a Cuba en 1998, coronó con gran dignidad a la Virgen como Patrona de Cuba.

2._ «¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes).»Frase de Walt Whitman, poeta estadounidense.

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