La expresión destacada de emociones ha sido patentada a través de distintos medios plásticos, acústicos, visuales o incluso por medio de movimientos de naturaleza corporal, recursos que encuentran un común denominador en que su intérprete o creador pretende impactar a quien resulta destinatario de su trabajo con un disparo de exaltación o desasosiego, esto es, un artista pretende transmitir algo a quien observa su obra.
Ese algo, que puede ser traducido en emociones, sensaciones o sentimientos, resulta ser el fundamento para exhibir y galardonar gran parte de los trabajos artísticos elaborados con materiales precarios, objetos comunes o expresiones que aparentemente resultan sencillas y muchas veces incomprensibles para quien las especta, decirlo de otra forma sería plantear que muchas expresiones artísticas tienen su fundamento en las emociones que transmiten quienes las crean.
Al respecto, Susie Hodge, historiadora del arte por la Universidad de Londres, dirigente en la instrucción del arte, instituye en su libro titulado Por qué tu hijo de cinco años no pudo haber hecho eso: Arte moderno explicado, que, «durante mucho tiempo, apreciar el arte fue simple: el espectador lo miró, lo reconoció y lo entendió, y se maravilló de la habilidad de la mano que lo creó. Cuando hay poca o ninguna habilidad obvia lo descartan como basura, las reacciones de los espectadores con frecuencia van desde la hostilidad y la ira hasta el desprecio y la burla»1.
Hodge proyecta que, las obras artísticas que aparentemente denotan poca minuciosidad, habilidades precarias, movimientos torpes, representaciones sencillas, despliegues banales, objetos comunes o ideas transitorias, han sido objeto de lapidaciones sociales producto del oscurantismo que acontece en la materia.
Aquí, replicando holgadamente el esfuerzo que la inglesa realizó en su referido libro, para vislumbrar el significado que artistas fogosamente trascendentes han buscado hacer manifiesto a través de sus obras, se prueba explicar el sentimiento impreso en ciertos trabajos estéticos de renombre para que nosotros, quienes entendemos poco del tema, podamos comprender por qué el arte, es arte.
Una de las vertientes artísticas que resultan fácil de apreciar, pero difícil de comprender por su aparente sencillez en cuanto su creación, es el expresionismo abstracto, tendencia artística liderada por Jackson Pollock, que resulta ser de difícil comprensión dado que nos enfrentamos con obras cuyos trazos, colores, luces y formas, carecen de sentido o pericia identificable.
Otro ilustrador que hizo de sí tendencia con motivo de sus obras encasilladas en el expresionismo abstracto, fue Mark Rothko, cuyo epítome profesional (por lo menos uno de los más cuestionados) consiste en un conjunto de 14 obras completamente oscuras ubicadas en Houston, Texas, Estados Unidos, obras compuestas por colores negros, púrpuras y cafés que fue elaborada por Rothko después de dos años de trabajo.
Es difícil comprender cómo puede ser que cuadros completamente oscuros sean producto del trabajo de dos años. Mark Rothko, buscaba (o sin buscar lo obtuvo) que quienes observaran su obra se sintieran inmersos en sentimientos de meditación y espiritualidad, razón para la cual, su obra consta de colores y trazos planos, que dejan de lado el espectáculo del relieve, para generar una colisión que estremece al observador sensible e impresionable.
Si bien la justificación de su obra es desconocida, se escucha entre quienes erran en los salones de la Rothko Chapel (donde se ubican estas piezas) que los 14 cuadros no son otra cosa, pero una advertencia de los sentimientos que el artista resentía, que, años más tarde lo llevaron al suicidio. Desde esta óptica, resulta hacedero comprender que no se trata simplemente de óleos oscuros, sino, del abrazo depresivo que rodeaba los hombros de Marcus Rothkowitz, originario de Letonia.
Diametralmente apartado al contexto artístico en el que se desenvolvió Rothko, encontramos a Gabriel Orozco, mexicano originario de Veracruz, ciudad cuyo puerto es conocido por haber conformado el centro mercante entre Nueva España y España durante decenas de años. Pocos hubieran pensado que se dejarían de exportar especias y metales en veleros que partían de las playas de la Villa Rica de la Veracruz. Es decir, el paradigma cambió, lejos de cualquier pronóstico, ahora, el comercio exterior fluctúa a partir de transacciones electrónicas.
De forma similar, el arte ha cambiado, actualmente, lejos de apegarse a la estética, su propósito se apega a la intención de trasmitir emociones y patentar sentimientos, dudas e impactos sensoriales en los observadores, esta vez los veleros de la estética ornamental también partieron, posiblemente para nunca regresar.
En ese sentido trabaja Orozco, rompiendo paradigmas que simulaban rocas incrustadas en la profundidad de la tierra, aparentemente inamovibles, así, ha dado vida a obras pocas veces concebibles para quienes incrédulos dudan sobre la existencia de la revolución del arte.
Su obra Caballos corriendo sin fin, propone una simulación de un tablero de ajedrez que rompe todas las reglas de este estricto juego. El ajedrez resulta ser un esparcimiento totalmente cuadrado, con posibilidades matemáticas medibles para quienes con pericia lo practican, con piezas determinadas, con valores y movimientos concluyentes, vulgarmente: un juego cuadrado en el que hay únicamente dos caminos a escoger: el blanco o el negro.
Orozco propone un entablado con un solo tipo de pieza (el caballo), pero con más colores sobre un tablero ampliado. Esto hace pensar que las cosas no tienen que ser como siempre han sido. Como en la vida, el tablero refleja que las posibilidades que contemplamos no son las únicas, que las reglas del juego cambian, que posiblemente no haya salida, que no siempre se puede ganar, que las preguntas no tienen respuestas y, si las tienen, seguramente no las conocíamos. Orozco nos expone un juego sin fin.
Al respecto, Susie Hodge explica la obra indicando que «en este juego inventado, los caballeros pueden seguir jugando para siempre, dando vueltas por el espacio infinitamente, sin que otras piezas los descubran. Sin rey que capturar, el objetivo convencional del juego de ajedrez ha sido descartado, dejando posibilidades ilimitadas.»2 Ahora sí podemos decir que la vida es como un juego de ajedrez, pero se llama Caballos corriendo sin fin y lo reveló Gabriel Orozco.
Es de observarse de los anteriores ejemplos que, ambos artistas, tanto Rothko como Orozco, encuentran una intersección ideológica en sus obras al reproducir sus sentimientos en lienzos y plásticos, respectivamente, que demuestran la pericia con la que se conducen los artistas en obras que, de no ser sustentadas por criterios analíticos respecto al propósito del autor, probablemente deberían de ser desestimadas.
Aunque, de manera poco escrupulosa, con apego estricto y decoroso a sus raíces jarochas, Orozco llegó a defenderse de las críticas respecto a una de sus obras más polémicas (La caja de zapatos) diciendo que:
«Sí, cualquiera pudo hacerlo, pero yo tuve los huevos3»
En este caso, la obra de Orozco consistía en una caja de zapatos vacía, sin más, lo que ahora nos lleva a cuestionarnos de manera inquisitiva si la exitosa obra es producto de la innovación y la suspicacia con la que se manejó el autor, o simplemente su risible valentía. Por fortuna nunca lo sabremos.
En suma, las tres obras modernas y contemporáneas a efecto de ser entendidas a cabalidad, es necesario que quien las especta obtenga los antecedentes de esta, de forma tal, que la obra pueda ser comprendida y no simplemente desestimada al sentenciar que cualquiera puede hacerlo.
Will Gompertz en su libro ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno al explicar el arte moderno4, nos muestra cómo a través de la versión posmoderna del cuadro de Delacroix La muerte de Sardanápalo (1827)5 y su contraste con la obra de Jeff Wall, Habitación destrozada (1978), encontramos el ejemplo perfecto para comprender las obras actuales.
La obra de Jeff Wall, puede parecer simplona: un montón de objetos que en algún momento fueron útiles, ahora conforman una pila de basura apelmazada en una habitación.
Pero si supiéramos, que la misma es la representación moderna de la escena plasmada en La muerte de Sardanápalo, mucho nos costaría expresarnos con desprecio por el trabajo del artista contemporáneo, esto es, expresarnos de las obras contemporáneas sin conocer su antecedente probablemente evidenciaría una profunda ignorancia con la cual deambulamos entre las galerías que las exponen.
Gomperz explica que «la gama cromática, la composición y la luz, están perfectamente equilibradas de acuerdo con el modelo. (…) El cuadro de Delacroix muestra una terrible escena de alcoba en la que unas mujeres desnudas son masacradas a cuchilladas por orden de Sardanápalo. (…) Wall (Habitación destrozada) muestra un dormitorio moderno, barato y anodino perteneciente a una prostituta y que, poco antes, ha sido saqueado y destrozado.6»
Wall, hace una representación moderna no solo del cuadro de Delacroix, sino de la evolución de la violencia a lo largo del tiempo.
¿Qué pensaríamos de Habitación destrozada de no conocer la explicación de la obra?
Por su parte Vicente Molina Foix, literato español, refiriéndose al artista Man Ray (1890-1976), quien al igual que su obra fue intensamente quimérico, nos cuenta en su artículo Man Ray: Todo el mundo dirá que no soy pintor, como éste resumió en su autobiografía Self –Portrait lo que pretende este artículo:
«Puede que el propio acto de pintar sea en sí mismo primitivo y en el futuro desaparezca para ser reemplazado por una actividad creativa que en modo alguno pueda relacionarse con nuestra actual concepción del arte, igual que el arte actual resultaría incomprensible para las generaciones anteriores7»
Efectivamente, Man Ray acierta: el arte, al igual que el hombre, evoluciona, se supera, transforma y reforma; pero pierde de vista que no son las generaciones que vienen las que no comprenden el arte actual, sino que somos los propios contemporáneos quienes no adivinamos el significado del arte relativo a nuestro tiempo.
En conclusión, el título del libro de Susie Hodge del que hablé al principio (Por qué tu hijo de cinco años no pudo haber hecho eso: Arte moderno explicado) que me parece proviene de un gesto de nobleza y humildad de la autora, en realidad, debió haberlo titulado Por qué ni tú ni un niño de cinco años, pudieron haber hecho eso: Arte moderno explicado.
1 Hodge, S. (2012). Why Your Five-Year-Old Could Not Have Done That: Modern Art Explained (Illustrated ed.). Prestel Publishing, pg.8. Traducción del autor de este artículo.
2 Hodge, S. (2012) Why Your Five-Year-Old Could Not Have Done That Modern Art Explained (Illustred edition) Prestel. Publishing, pg. 19. Traducción del autor de este artículo.
3 Maristain, M. (2015,7 diciembre) Gabriel Orozco: Cambiar el mundo con una tapa de yogurt.
Sinembargo MX. https://www.sinembargo.mx/06-12-2015/1569322
4 Gompertz, W. (2013). ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos. TAURUS
5 Ibidem pg. 390
6 Gompertz, W. (2013). ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos. TAURUS Pag. 390, 391 y 392.
7 La otra historia del arte: heterodoxos, raros y olvidados / Maria Josep Balsach (aut.) Estrella de Diego Otero (aut.) Mercè Ibarz (aut.), 2006, ISBN 978-84-9844-027-0.
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