Más allá del arte, un modo de comprender la vida

Por: Ángel Alonso

La obra de Lydia Arcos
(La pintora de la Kabbalah)

Una vez conocí a un pintor de íconos de la iglesia ortodoxa rusa que tenía un talento comparable al gran Andréi Rubliov, como admiraba tanto su trabajo le dije que él era un artista, el pintor se negó rotundamente al empleo de esa palabra y me dijo que su práctica no tenía nada que ver con tal término. Durante el tiempo que él pintaba sus íconos ayunaba, se regía por cánones muy estrictos y combinaba su rigor técnico con su entrega religiosa. Para él la palabra «artista» contenía una dosis de ego que lo alejaba del sentido de su ritual y se concebía a sí mismo como un artesano.

Johann Sebastian Bach, ese gran genio de la música, tampoco se vanagloriaba de su talento, ni siquiera creía que lo tuviese, solía afirmar que quien creaba todas esas combinaciones de notas era Dios. Él era solo un instrumento a su servicio, un medio a través del que la creación divina se manifestaba.

Al contemplar la obra de Lydia Arcos encuentro ciertos puntos en común con mi amigo el pintor de íconos y con Bach. Lydya concibe la creación como una práctica espiritual desactivadora del lado negativo del ego. Su experiencia artística es un modo de meditación. ¿Y no es acaso el imperio del ego el peor enemigo de la espiritualidad? Los conocimientos de la kabbalah han permitido a nuestra artista zafarse de los desenfrenos típicos de la sociedad competitiva en que vivimos.

La artista nos dice: «trato de que mis manos sean herramientas del Creador, que no se exprese el Ego sino que aflore el alma; (…) creo que el arte transciende la vida y puede ser una manifestación de Dios, de hecho es una de las sefirá del Árbol de la Vida: Netzaj.»

Es bastante posible que sus conocimientos científicos y sus conocimientos esotéricos jueguen un papel importante en los contenidos de su obra. Porque establecen un balance entre corazón y mente, entre pasión y control. Desde 1992 empezó a estudiar astrología y pintura pero también es licenciada en ciencias biológicas. Ya sé que estamos en tiempos de demasiada especialización pero si nos remontamos al Renacimiento veremos que en muchos casos, como el de Leonardo, el artista y el científico eran una misma persona. Y después de todo la Kabbalah es una ciencia espiritual que nos sirve para percibir la vida, para interpretarla y para entenderla mejor.

«En mi pintura hay un antes y un después. Un principio impresionista influido por mis dos maestros: Tomas Sánchez Tripiana y Palomo Miguelena (los dos de la escuela de San Vicent), y un después más expresionista simbólico.» -ha comentado la pintora.

montes
Los montes / acrílico sobre tablilla / 25 x 29 cm. / 2011
clave
La clave / Óleo sobre lienzo / 46 x 55 cm. / 2017

Lydia medita y luego pinta, y el acto de pintar lo concibe como «un canal de luz». Para el crítico resulta un reto analizar esta obra porque no puede limitarse a asociarla con los movimientos de la Historia del Arte a partir del aspecto visual, tratándose de una obra cuyo sentido va mucho más allá de lo puramente «retiniano», parafraseando el término de Duchamp.

No obstante estas aseveraciones es innegable que su tratamiento hereda, como recursos formales, la enseñanza de algunos de los grandes maestros del expresionismo. Pienso que toda obra, por desapegada que sea de la Historia del Arte, tiene sus referencias en ella. Y por eso al ver el trabajo de Lydia no puedo dejar de relacionarlo con la manera de construir la imagen de gran parte de los artistas del movimiento expresionista, no tanto con los alemanes sino más bien con los de la llamada Escuela Francesa, (no compuesta únicamente por franceses aunque afrancesaran sus nombres artísticos).

Me refiero a artistas como Chaim Soutine (bielorruso), o Jules Pascin (búlgaro) , quienes junto al propio Modigliani se caracterizaban por sus apasionadas paletas .Un tipo de representación de un talante mucho más sensual que la de los expresionistas alemanes. Indirectamente quizás, nuestra artista puede haber bebido de estas y otras fuentes similares de la historia de la pintura; lo que hoy nos muestra, es una manera personal de abordar el arte, que no se limita únicamente a lo que ven nuestros ojos.

¿De dónde proviene la fuerza que personaliza a esta obra? La artista establece un vínculo con el espectador al incorporar los nombres de Dios en sus cuadros, porque las letras hebreas, según sus propias palabras «No son letras como las de cualquier idioma. Tienen una fuerza especial y sutil, y al contemplarlas nuestra alma sabe decodificarlas produciendo efectos positivos en ella.»

Trabaja Lydia en sus cuadros con sus conocimientos de la Kabbalah , visibiliza los vínculos entre el árbol de la vida y el cuerpo humano, refleja nuestros ángeles protectores, nos hace luchar contra los sentimientos negativos y amar incondicionalmente. Esta es la elevada propuesta de su obra, así se la plantea, como un modo de accionar sobre la realidad, sabe que el artista puede ser muy superfluo cuando es puramente hedonista, en este caso la belleza está al servicio de la espiritualidad, de la sanación a la que nosotros, los espectadores, podemos arribar si nos conectamos con su expresión pictórica. 

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