cabecera 2023 logo

Bellas artes

EMPATÍA Y RIGOR

La obra de Leonardo Eymil

Por: Ángel Alonso

«El miedo de la mujer a la violencia del hombre
es el espejo del miedo del hombre
a la mujer sin miedo».

Eduardo Galeano

03:07

Tiempo de lectura

Es posible que una zona de aquella pintura que antes llamábamos fotorrealista haya evolucionado hacia una especie de conceptualismo pictórico. Y es que en nuestros tiempos los movimientos se mezclan y los artistas escapan a las definiciones fáciles. Se ha afirmado que el arte conceptual es un movimiento artístico que se caracteriza por transmitir ideas y manifestarlas sin dar importancia a la forma física de la obra, sin tener en cuenta los cánones y las convenciones estéticas. ¿Será cierta esa afirmación? No totalmente, pues la elegancia de las instalaciones del propio Joseph Kosuth pone en duda tal aseveración. 

En la obra de Leonardo Eymil (La Habana, 1990) yo veo una pintura fotorrealista y a la vez conceptual, pues los medios están a favor de una idea muy bien definida. Si observamos, por ejemplo, una obra como Persuasión, puede leerse la anulación del personaje femenino a través del recurso de desenfocar, mientras la mano represiva y amordazante queda en primer plano bien detallada. 

Es quizás por su formación como diseñador que su pintura maneja códigos de la gráfica, del cartel. La manera de encauzar la idea resulta de una efectividad comunicativa muy poco frecuente en la pintura. Ya en otro momento Marta María de la Fuente Marín había observado sobre una de sus piezas: 

«En la mujer delgada —a la que Leonardo gusta llamar Sílfide—, no solo aparecen remarcadas las clavículas, sino también las señas de la violencia. Como un río, el carmín tiene su nacimiento en la cabellera de aspecto doméstico y  des-em-boca con un acto de silenciamiento sacrificial. Ante estos elementos es ineludible dedicarle un pensamiento a los crímenes de género, sobre todo, con una imagen tan clara como la de un pezón ensangrentado».(1)

La manera en que Eymil aborda la violencia de género es profunda y ajena a la simplicidad panfletaria con que suele tratarse este tema. En la Historia del Arte hay obras magníficas que nos hacen reflexionar sobre la agresión a la mujer. Un ejemplo de esto es el grabado No quieren, de Francisco de Goya, que narra los abusos y las violaciones ocurridas durante la sangrienta guerra de España, momento histórico que inspiró su serie Desastres realizada entre los años 1810 y 1815. Por más naturalizado que haya estado, el acto violento ha encontrado siempre una oposición por parte de personas sensibles.

En el arte contemporáneo contamos con una gran cantidad de obras que exhortan al espectador a reflexionar sobre la naturalización del abuso a la mujer bajo el patriarcado, ya no con la representación de la obvia violación o el golpe, sino de otras maneras mucho más sutiles. Yoko Ono, en la performance Cut Piece realizada en 1965, se presentó ante los espectadores y les invitó a cortar con unas tijeras, trozo a trozo, las ropas que llevaba. La inmutabilidad de la artista en la escena implica una representación de lo aceptada que está socialmente la violación del espacio personal de la mujer. 

Observemos que en el arte contemporáneo ha sido principalmente la mujer quien ha encarnado, bajo las diferentes corrientes del pensamiento feminista, una protesta creciente contra la violencia de género, y es lógico que así sea, por supuesto. Pero no es frecuente que un hombre aborde estos temas con el compromiso y la seriedad que lo hace Leonardo Eymil. Y mucho menos desde la pintura, expresión artística imprescindible para comprender el arte contemporáneo real y, al mismo tiempo, segregada por muchas instituciones más interesadas en otros lenguajes —igualmente válidos, pero no los únicos— como la fotografía, el performance o la instalación. 

La habilidad técnica de Leonardo pudiera ser suficiente para desarrollar una pintura superficial y volcada al hedonismo. Le sobra talento para realizar cuadros que enaltezcan la belleza femenina; tendría muchos encargos de señores ricos para que hiciese retratos a sus amantes. Podría este artista tomar una posición indolente: conformarse con estímulos materiales y sensoriales e ignorar una batalla que, al fin y al cabo, pudiera concebir como ajena. Pudiera comportarse, basándose en su virtuosismo, como aquel «pintor de la corte» que obedecía órdenes e idealizaba a los reyes reduciendo sus barrigas. Pero es evidente que no es así. Sobre su propuesta el artista ha declarado: «Me interesa un tipo de arte crítico, que incomode y cree cavilaciones entre los espectadores, que muestre la crudeza desde el realismo o hiperrealismo formal y el dolor de los temas que represento». 

Estamos ante un artista que no puede, por su sensibilidad, ignorar los problemas sociales que lo circundan, y este que con tanta dedicación trata, es uno de los más graves que afrontamos. En obras como Inocencia perdida, el nivel de detalles de la herida representada ocupa casi la mitad de la superficie. El close up nos propone atender a cada detalle, a cada brillo de la piel agredida. El resto del cuadro es ese fragmento del rostro que protagonizan los ojos cerrados. Ellos parecen encarnar la violencia psicológica, mientras que la herida representa la violencia física y lo que percibimos resulta un balance entre las dos. En la pintura de Leonardo Eymil hay un claro sentimiento de empatía hacia las víctimas de la violencia de género.   •

 1-_ https://artepoli.com/secretos-y-otras-realidades-de-leonardo-eymil/

COMPARTE, DALE ME GUSTA, REPITE

¡Nos gustaría saber tu opinión!

Comenta el artículo. Gracias