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Bellas artes

DESAFIANDO EL CANON

La obra de Leandro Lusson

Por: Ángel Alonso

ARTÍCULO. (Versión digital)

La representación de la belleza ha estado marcada por estándares que a menudo excluyen a las identidades no occidentales. Lo que entendemos por elegancia es un término sesgado, que históricamente se ha atribuido al mundo del hombre blanco, dominante y poderoso. Este fenómeno se puede observar en obras de artistas como Ingres o Renoir, quienes, a través de sus retratos, idealizaron la figura femenina blanca, estableciendo un canon de belleza que ha perdurado a lo largo de los siglos. En estas representaciones, la piel clara y los rasgos europeos se asocian con la elegancia y la sofisticación, mientras que las representaciones de mujeres de piel oscura o de otras etnias a menudo se limitan a estereotipos o a representaciones más «exóticas»y menos valoradas.

La obra de Leandro Lusson (Santiago de Cuba, 1995) se presenta como una respuesta a esta narrativa. Al desafiar los cánones de belleza discriminatorios, el artista no solo critica el adoctrinamiento social, sino que también revaloriza la belleza de la piel negra. Este enfoque se aleja de las críticas típicas que se encuentran en el arte contemporáneo, donde a menudo se utilizan ironías o agresiones verbales para transmitir un mensaje. En lugar de acudir a esos manidos recursos, este singular artista utiliza la forma y el tratamiento estético de la imagen para comunicar su propuesta, lo que resulta en una crítica sutil pero mucho más poderosa. Él no solo recontextualiza la representación de la figura negra en el arte, sino que también desafía la noción de que la elegancia y la belleza sean atributos exclusivos de la cultura occidental.

Leandro subraya la riqueza y la dignidad de las identidades afrodescendientes, enfrentándose al canon que, históricamente, ha relacionado la perfección estética con las personas de tez blanca. Su labor artística actúa como un medio para destacar la belleza de la piel oscura, utilizando la forma y el preciosismo en el tratamiento de la imagen como herramientas críticas. Este enfoque no solo es innovador, sino que también contribuye a una conversación más amplia sobre la representación y la inclusión en el arte, desafiando las narrativas históricas que han dominado el discurso artístico durante siglos.

Es notable en estos retratos las alusiones que el artista hace a otras culturas, como en su obra Geisha, por ejemplo, en la que destaca un tradicional peinado japonés, o en esa otra pieza titulada Cowboy; cuya modelo viste una chaqueta de cuero en la que pueden apreciarse los cauris, esos pequeños caracoles de mar que son utilizados en la santería como ritual de adivinación.

Sobre esta dimensión intercultural ha expresado el artista: «Mi obra alude a las influencias que tienen las culturas, una sobre otra, en el ámbito social y religioso, creando personajes que posan en un entorno totalmente ajeno».

El acto de trabajar el carboncillo sobre una base de óleo funciona también como una metáfora consciente, como un recurso para expresar un contenido: «El carbón es un material que ha estado presente desde nuestros inicios, un material noble y de procedencia natural, ponerlo sobre el óleo, que es un material tan clásico y caro, crea también una especie de yuxtaposición que le aporta esa veracidad a mi trabajo».

La combinación de carboncillo y óleo en una obra de arte puede ser vista como un diálogo entre lo primitivo y lo sofisticado. El carboncillo, un medio que ha sido utilizado desde tiempos ancestrales, evoca una conexión con las raíces de la expresión artística. Su naturaleza cruda y directa permite al artista explorar la espontaneidad y la libertad en su trabajo. Por otro lado, el óleo es un material que ha sido venerado a lo largo de la historia del arte por su riqueza de color y su capacidad para crear texturas complejas. Es un medio que requiere más tiempo y técnica, lo que lo convierte en un símbolo de la tradición y el refinamiento en la pintura.

Al superponer el carboncillo sobre el óleo, el artista está sugiriendo una fusión de estos dos mundos: la inmediatez y la autenticidad del carboncillo se encuentran con la profundidad y la elegancia del óleo. Este acto puede interpretarse como una búsqueda de democratizar el arte, al incorporar un material accesible y humilde en una técnica más elitista.

La obra no solo se enriquece visualmente con este recurso, sino que también invita al espectador a reflexionar sobre la relación entre los diferentes medios y las historias que cada uno de ellos cuenta. Es un recordatorio de que el arte puede ser tanto un proceso de creación personal como un diálogo con la historia y la tradición.•

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