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Juan Antonio Martínez Tendero

Por: Redacción

Portada. (Versión digital)

Estamos ante un cuadro de Juan Antonio Martínez Tendero (Albacete, 1965), un artista que ya ha estado en nuestras páginas en dos ocasiones. La primera de ellas en un artículo que analizaba su obra, en él se le definía como un virtuoso abstraccionista que ordenaba los elementos bajo una estructura invisible y sólida; la segunda ocasión fue a causa de una de las exposiciones organizadas por nuestra revista en la ciudad de Barcelona.

El autor del artículo, refiriéndose a sus cuadros, decía que «sus elementos parecen atados por hilos invisibles, fuertes alambres que garantizan una poderosa estructura en la que cada cosa está en su sitio, cada elemento se sostiene por su proporción exacta en relación con el elemento vecino, que a su vez está a la distancia precisa. Aquí el uso de la tensión espacial garantiza el amarre entre los cuerpos y la solidez del conjunto; cada cuadro es un edificio bien sedimentado».

Dentro del amplio caleidoscopio que parece poseer el artista, existen cuadros que apuestan por dinamizar lo estático. Este es el caso de Paisaje a través de persiana mallorquina II, aquí están presentes las tensiones que suele provocar entre lo organizado y lo espontáneo, entre lo matemático y lo poético, entre lo pasional y lo racional. Una obra que juega con el arte óptico sin serlo —muy lejos de emular a un Vasarely—, sin la perfección de los bordes, pero que tampoco expande su pincelada con el furor de un expresionista. Más bien parece apuntar a la ley de la unidad y lucha de contrarios(1). Juan Antonio realiza una obra dialéctica, en la que se puede respirar su constante desarrollo. Se trata de una abstracción llena de referencias de la realidad, como indican los títulos de sus piezas; una obra que sin dejar de ser refinada recuerda lo cotidiano. Sus cuadros no dan la espalda a lo popular, por eso nos resultan tan cercanos, atiende a lo doméstico, a la gracia de lo precario, a los valores estéticos presentes en lo desvencijado, en lo desgastado. Se respira en ellos la madera, las hojas de los árboles; elementos que los fortalecen bajo la belleza de lo natural. 

Como ocurre en las producciones de los mejores abstraccionistas, por atender a lo formal va más allá de lo formal; el resultado es una obra de carácter conceptual que supera la frialdad del conceptualismo ortodoxo y, al mismo tiempo, trasciende la condición abstracta para entregarnos un producto mucho más cálido que lírico y mucho más fluido que denso.  ■

Notas

1._ En síntesis, la ley de la unidad y lucha de contrarios puede comprenderse como una constante que afirma que a todas las cosas y procesos le son inherentes aspectos internos contradictorios, los cuales se encuentran indisolublemente ligados, pero al mismo tiempo en incesante lucha.

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