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Bellas Artes

EXPLORAR EL ALMA HUMANA

La obra de José Feliciano Altez Gómez

«La tristeza ocupa siempre lo interior de las alegrías del hombre».
Chateaubriand

Por: Ángel Alonso

La elección de las gamas de colores en una pintura es una decisión subjetiva que toma el artista; tal acción puede tener diferentes grados de consciencia, pero sea intuitiva o producto de su voluntad, siempre va a influir notablemente en el estado de ánimo que provoca la obra de arte. José Feliciano Altes Gómez (Uruguay, 1968) evoca una gran variedad de emociones en sus cuadros; con frecuencia prefiere las claves bajas, oscuras, que remiten a la tristeza, a la contemplación, o a la introspección. 

Un rostro verde contrastando un fondo rojo, una mirada seria y dura en algunas ocasiones, reflexiva en otras, y unas manos que llegan a protagonizar la acción, son recursos que utiliza el artista para establecer una relación íntima con el espectador. La figura humana es protagónica en su obra, pero en ocasiones representa imágenes zoomorfas que le aportan un carácter místico a su poética. 

El reflejo de la tristeza en un cuadro a menudo implica la superación de la propia tristeza. El arte, tiene la capacidad de sublimar la belleza de aquellos sentimientos profundos que solo pueden florecer en la introspección y en la melancolía. José Feliciano se enfrenta al absurdo de representar un mundo sonriente, sabe que la existencia humana es lo suficientemente compleja como para no poder evitar los altibajos de la vida. Por supuesto, hay una demanda social de ligereza y despreocupación, una tendencia a rechazar cualquier obra que se concentre en los momentos más duros del ser humano; esta exigencia del mercado, que consiste en evitar cualquier densidad abrumadora, se ha solidificado en nuestros tiempos a causa de un adormecimiento de la consciencia. Estamos padeciendo una dependencia de los avances tecnológicos que atrofian algunas de nuestras capacidades naturales. Los estímulos actuales en pos del entretenimiento fácil, el dinamismo de las comunicaciones y el hecho de pasar tanto tiempo ante las pantallas, han debilitado nuestro poder de concentración.

Estamos ante una obra que se resiste ante la imposición de la superficialidad y explora el alma humana aceptando su vulnerabilidad. Salta a la vista en estos cuadros la preocupación del artista por encarnar la complejidad de la mente humana con la profundidad psicológica de un retratista. 

Nos enseña, mediante su trabajo, la infinita riqueza que solo podemos encontrar a través de la mirada hacia adentro, como un medio para examinar los propios pensamientos, sentimientos y experiencias, y así crear sobre la base de este mundo interior. La soledad, lejos de provocar miedo, se convierte así en una aliada de su investigación.

Dentro de su figuración incluye en ocasiones personajes reales, pero con más frecuencia utiliza sus propios personajes imaginados. El tratamiento de la pincelada les da a sus figuras un carácter escultórico, una solidez poco frecuente de encontrar, excepto en algunos surrealistas como Paul Delvaux, cuyas mujeres de grandes ojos parecen de mármol. En el caso de nuestro artista las figuras son mucho más expresivas, las miradas son mucho más cálidas y el color —intencionalmente agrio— aporta a la escena un ambiente lúgubre, muy importante para las sensaciones que quiere trasmitir. 

La melancolía y la aflicción, protagonizan estas escenas, en las que se siente con frecuencia cierta pesadumbre, cierta angustia. Por supuesto, esto no ocurre siempre, otros cuadros pueden ser incluso alegres, pero en mi opinión su obra se torna más fuerte cuando crea una tensión entre motivos alegres y tristes. Me refiero a aquellos cuadros de arlequines, payasos, músicos… que detrás de sus vestimentas coloridas denotan una evidente languidez.

La precisión en el uso de la técnica es un elemento que fortalece sus cuadros, sabe el artista medir sus pasos para no pasarse, se detiene y finaliza sus obras antes de que estas se tornen demasiado detallistas. Los recursos plásticos están a la disposición de canalizar sus ideas, no son el centro ni pretenden que la atención se concentre en ellos. Es por eso que las soluciones resultan adecuadas y, como aquella música de fondo de una buena película, no le roba la atención a lo que está ocurriendo. 

José Feliciano Altez Gómez es un artista seguro de sí mismo, que va edificando su discurso personal sin intentar demostrar su valía a través de artificios, sin convertir sus pinturas en una atracción de circo, todo lo contrario, explora el drama que puede haber detrás de lo circense,  investiga en aquellos sentimientos humanos que nadie quiere mostrar, penetra con intuición y refinada psicología en el ser humano, para así mostrarnos la cara oculta de una sonrisa pública.

Es para ARTEPOLI un placer presentar la obra de este artista uruguayo establecido en Barcelona, un creador que se caracteriza por la autenticidad y la coherencia, capaz de hacernos reflexionar sobre nuestro mundo interior.  ■

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