En 1996, Yalili, presentó una intervención, para inaugurar un salón de arte en la ciudad de Cienfuegos, Cuba. Del techo de la galería, colgó una lámpara hasta muy cerca del piso. Dentro de ese radio de luz, fue liberando zapatos usados, que luego alentó a combinar por pares, que finalmente regaló1.
Todos los que se han detenido…, fue un evento que abrazó lo litúrgico en su significado más arcaico. Una acción de arte, ajustada al valor que los griegos dieron a la palabra liturgia, (leitourguía), fue comprendida entonces como servicio público. Nuevamente puso a circular esos zapatos, y agitó trayectorias que merecían ser registradas.
Siempre he creído que esta performance, inauguró su proyecto de pinturas, cuando puso en juego el tema de los itinerarios, los trayectos. Sustancias que transitan esa cartografía emocional, caótica, pero acabadamente poética, que evocan sus telas. Y que también encontró un destino, en esta primera exposición suya en Barcelona.
Camino a seguir, la serie que comenzó a preparar poco tiempo después de aquella performance de 1996, tiene ese encanto. En estos cuadros, cristaliza una ficción, que suplanta los itinerarios reales de esos pares de zapatos que obsequió alguna vez.
Fue así como los espectadores más afortunados se convirtieron en transeúntes. Y el experimento social, devino experiencia de arte. Es una situación de la que el arte cubano se ha ocupado intermitentemente. Sobre todo, en esa zona que cubre las paradojas de nuestro comportamiento público y privado.
Todos los que se han detenido… , una performance que transcurrió básicamente al nivel del suelo, todavía emite resonancias que alcanzan a las últimas pinturas de Yalili. Desde entonces presenta sus trabajos desde esa perspectiva infrecuente. Evade la frontalidad del muro de las salas, apoyando sus cuadros directamente sobre el suelo. Así asegura un efecto de realismo, y una empatía con el encuadre de las fotos que ella misma toma en la calle.
Su presencia en el espacio público, ya despliega contenidos desde el propio proceso de trabajo. La mantiene conectada con lenguajes menos retinianos, pero que explora paralelamente, cuando diseña video instalaciones, o trabajos con objetos.
Cuesta discernir, si estas fotos recortan el entorno público, o recortan el cuerpo de esos transeúntes; que con frecuencia presenta sin torsos, ni rostros, desconectados metafóricamente de posibles identidades. Una gestión que aproxima contenidos antropológicos a estos trabajos.
El motivo y esa perspectiva extravagante, han permanecido intactos en su proyecto de pintura. Pero sí llaman la atención, los giros argumentales que benefician su trabajo desde 1996, como puede absorber estímulos en su nuevo ambiente, Barcelona, sin descartar esa plataforma visual inicial. Por eso resulta tan sugerente el hecho de que haya presentado esta exposición en el Convent San Agustí, como una serie de retratos.
En Barcelona, sus transeúntes sobrevienen modelos. Más que circular posan. Figuran en un escenario deslocalizado, neutro, a-referencial. Derivan sobre fondos abstractos, casi lisérgicos, absolutamente efectistas. Transitan un paisaje fuera de foco, ilegible, en donde las trayectorias ya han perdido relevancia. Gravitan sobre un sustrato que es decididamente pictórico, poco realista. Van o regresan al lugar de la pintura.
Se ha vuelto un ejercicio complicado, imaginar algún tipo de intercambio entre estos personajes y un entorno que no tiene profundidad de campo. Son eventos registrados en espacios públicos, pero que sutilmente restituyen la intimidad de los retratados, que son interpelados solo en su apariencia, para incorporar la noción de maquillaje como otro contenido. Yalili rescata ese momento previo en que acomodamos nuestro cuerpo real, para encarar lo público y sumergirnos en los ritos sociales. El vestido crea al personaje, anotó Chaplin. «El cuerpo siempre ha sido una fuente de gasto, una inversión de tiempo, energía y dinero destinado a transformarlo… a hacerlo presentable o representable».2
Para Yalili, ahora media la experiencia de una emigración, que los cubanos imaginamos irreversible casi siempre. La falta de profundidad, los desenfoques, son recursos plásticos, que usa a fondo, para el aprendizaje de nuevas sociabilidades que explora lejos de Cuba. Retratos sin rostros aparentes, es también un inventario de identidades que en el futuro deberá abrazar o esquivar.
No es casual que el lenguaje de la fotografía resulte tan oportuno para comentar estas telas. Desde la pintura misma, Yalili pone en vigilancia el valor de las imágenes para construir realidades, opiniones. Confronta identidades contra estereotipos para evadir zonas de pre-juicio, y reglamentación. Sospecha que si «prevalece la apariencia, no el ser: cualquiera puede parecer lo mismo que otro; todo es susceptible de travestismo, de usurpación»3
1-_ Todos los que se han detenido, son enemigos mortales de los que siguen andando. Performance, 1996. Cienfuegos, Cuba.
2._ Bourdieu, Pierre, Notas provisionales sobre la percepción del cuerpo, en Materiales de la sociología crítica. En ediciones La Piqueta, Madrid, 1986.
3._ Olivares, Rosa. “El retrato como medio de conocimiento” en revista Lápiz, nº 127.
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