Bellas artes
«El servir para algo el útil solo es, en rigor, la consecuencia esencial del ser de confianza. […] El cuadro de Van Gogh es el hacer patente lo que el útil, el par de zapatos de labriego, en verdad es. […] El arte permite brotar a la verdad. El arte brota como la contemplación que instaura en la obra la verdad del ente»1
Martin Heidegger. El origen de la obra de arte. 1950 (ensayo elaborado originalmente en 1935-1937).
El filósofo Martin Heidegger, en su obra, habla de la cosa y de su cosidad. Lo útil de la cosa, de una cosa en general, se fundamenta en que resulta confiable para su uso. Pero todo esto forma parte de la cosidad, es decir, el conjunto de características y trasfondo que posee la cosa. El pintor irlandés Aaron Jenner (Londres, 1984) está realizando una serie, A measure of things (2024-actualidad), en la que trabaja con la noción de cosa-figuración, dando lugar al recuerdo-abstracción. Heidegger arguyó que Vincent van Gogh visibilizó la esencia de unos zapatos de labranza, pues al pintarlos, demostró su auténtica cosidad; la confianza de su usabilidad y las reminiscencias al trabajo arduo.
Jenner va un paso más allá en comparación con la lectura heideggeriana de Van Gogh. En su plástica reciente, la cosa y su cosidad ya son parte de la memoria del artista. La praxis pictórica de Jenner se inspira en el recuerdo, en sus vivencias y, cómo no, en las cosas que han tenido algo de trascendencia durante su experiencia vital. Si la cosidad expresa la totalidad de cuestiones intrínsecas a la cosa, el artista volatiliza dicha cosidad en su pintura. En este aspecto, alude a que, si bien todas las cosas poseen una esencia, esta esencia ni es universal, ni tampoco perdurable. Pone en valor lo subjetivo de la cosidad, tanto en cuanto puede expresar algo diferente, en parte o incluso en su totalidad, según la óptica del individuo. Expone lo subjetivo de la interpretación de la realidad visible-tangible, lo cual se parangona con la relatividad de la mente para rescatar el recuerdo de los momentos de la existencia y de las cosas —con sus respectivas cosidades— que los integraron. A este respecto, la esencia de la cosa es cambiante y efímera; puede evolucionar y hasta terminar perdiéndose, pues su estabilidad depende del sujeto observador. En síntesis, la cosa no exhala significado, sino que se lo otorgamos a nivel personal.
En el arte, la manera más eficaz de mostrar la cosa, una cosa cualquiera, es mediante la figuración. Sin embargo, nuestro protagonista está centrado en la memoria como agente que procesa la cosa, la cual ya no está presente —o existe aún, pero su cosidad es distinta por algo en particular—, así que, en su obra, la muestra como un —vago y misterioso— recuerdo de la psique, difuminando sus características y nociones iniciales. Esto da lugar a composiciones pictóricas con motivos informes, rotundos, blanquecinos y abstractos, sobre fondos oscuros, que se apartan de la realidad visible-tangible de la que procedían originalmente. Así, hace patente el desocultamiento de la verdad, siguiendo a Heidegger, antes velada en el recuerdo. Al exteriorizar el recuerdo en sus cuadros, la verdad consigue brotar, haciéndonos ver que la auténtica esencia de la cosa, una vez el cerebro la ha digerido, es formar parte de nuestra memoria, de nuestro ser, con el significado que le demos —mudable y deleble—. Dicho significado es además privado, por tanto, otras personas no pueden llegar, a priori, a este. En definitiva, «la medida de las cosas» es la manera de entenderlas, de aprehender su auténtica esencia, lo cual apunta a que las cosas no tienen una esencia prefijada ni consistente. Filtradas las cosas por la experiencia personal, Jenner logra encarnarlas en la obra de arte. Un conjunto de cosas imprecisas, que no se pueden definir, hermético, puebla nuestra —a veces movediza— mente.
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