Filmoteca de Catalunya
Filmoteca de Catalunya
Por: Manel Vallés
Inaugurada en 2012, la Filmoteca de Catalunya centra su labor en la proyección, exposición y restauración del cine clásico y contemporáneo. Gestionado por el Departament de Cultura de la Generalitat, cuenta con un fondo formado por 550.000 ítems entre libros, revistas, negativos fotográficos, carteles, programas de mano, películas, bandas sonoras, novelas cinematográficas, piezas museológicas, legados personales y de empresas, etc. Desde su inauguración su director es Esteve Riambau, el cual ha de enfrentarse a la prerrogativa del dilema tecnológico y conceptual cinematográfico de cara al siglo XXI, y a su especifidad catalana. Por otro lado, la Filmoteca se encarga de difundir el cine más allá de sus propias instalaciones a través de una red concebida en seis ciudades de Cataluña: Barcelona, Girona, Lleida, Olot, Terrassa y Vic.
A un nivel interno, entre sus estrategias está el recuperar el cine histórico catalán perdido, promoviendo investigaciones y búsquedas nacionales e internacionales. Entre sus archivos podemos encontrar la producción catalana desde 1896, las noticias y documentales de Laya Films (1936-1939) productora de la Generalitat de Catalunya durante la Guerra Civil, el cine clandestino experimental y científico, los fondos de nitrato de celulosa, etc. Por esta y otras razones, la Filmoteca se estructura en cuatro áreas de funcionamiento: Administración, Difusión, Documentación y 2CR (conservación de soportes fotoquímicos y digitales con sede propia en Terrassa).
Esto representa, en la práctica, una solución a la pérdida de patrimonio fílmico que, por ejemplo, en el paso del cine mudo al sonoro, supuso la desaparición del 80 % de la producción mundial anterior a 1930. Desde este ámbito, la Filmoteca tiene el encargo de monitorizar la evolución de la preservación de los soportes digitales, así como de asesorar a la industria cinematográfica y audiovisual catalana. Además, con relación a nuevos soportes (videojuegos, aplicaciones móviles, Internet, diseño especializado, etc.), se interesa por los que tengan interés patrimonial y en la investigación centrada en las artes cinematográficas y sus técnicas.
Es interesante indicar aquí que, si lo comparamos con la experiencia de la Filmoteca Española, los cambios generacionales, las políticas de contratación, la propia autonomía de la filmoteca catalana, buscando un nivel parecido a cualquier otra institución patrimonial y cultural española, la dotación de recursos y propuestas coherentes, son aspectos que están aún el aire. Estamos hablando, por tanto, de un desarrollo futuro que tiene como eje el patrimonio cinematográfico de este país y que debe ser seguido por una ley de mecenazgo en concordancia con las exigencias de ese patrimonio, al margen del hecho de que la industria cinematográfica se considere o no responsable de sus propios productos finalizados; desnivel este que debe ser suplido por un I+D regularizado. Productoras y distribuidoras deben ver su trabajo reflejado, no solo desde la iniciativa privada, sino también a partir de un tejido estatal apropiado. Debemos tener en cuenta que, en estos momentos, la industria española, en su conjunto, critica esa falta de apoyo, y también la presión fiscal y la piratería (hecho este último que dificulta la distribución legal por internet). En este sentido, existen salidas coherentes como la del gobierno italiano, por ejemplo, que considera estratégico el sector del cine desde el punto de vista cultural, social y económico, y ofrece ayudas a quien invierta en nuevas salas de cine o para reabrir aquellas que cerraron.
Así, el grado de inmutabilidad que se cierne, en algunos sentidos, sobre el cine y la industria cinematográfica, debe ser suplido por estrategias convalidatorias y variables conceptuales que alteren este panorama sombrío, no desde posiciones ultramontanas, sino en un sentido positivo y responsable al uso.
Otro aspecto al que me gustaría hacer referencia, es en relación con el edificio en sí, en el que se ubica la filmoteca. Su autor, Josep Lluís Mateo, quería un edificio con masa y volumen, sin detalles, acentuando el carácter inacabado del mismo. De estilo brutalista, en la línea de Le Corbusier y los metabolistas japoneses, aparece como parte del eje cultural que vincula el CCCB con el Museo Marítimo, a través de La Rambla del Raval. En arquitectura este estilo recoge muchas influencias, una de las más importantes es la referida a la preocupación por el espacio en una sociedad masificada. En este sentido, el antidiseño, el futurismo y lo antiheroico, cobran importancia, a ello habría que sumar su influencia minimalista. Esta tradición, que nace con las vanguardias, recoge toda una filosofía urbana en clave empírica, donde el recurso cultural específico de cada área se desarrolla a partir de múltiples eventos. Supone, asimismo, conceptos clave de materialidad, donde cada cosa parece exactamente lo que es, receptividad cultural y detalle, cuya obra queda abierta al tiempo y al espacio. El punto radica, así, en su naturaleza cívica que responde a un criterio ambiental en el marco del espacio urbano actual.