Por: Ángel Alonso

El principio del círculo

Sobre la exposición Visiones de la Divina comedia de Felipe Alarcón en Catalonia Art1

A 700 años de la muerte de Dante Alighieri, el artista Felipe Alarcón aporta una visión personal de La divina comedia, recreando en una mezcla de sus transparentes figuras el viaje del poeta. A diferencia de los afamados dibujos de William Blake, en este caso no se trata de ilustraciones, sino de una interpretación personal de esta obra poética.

Además de la serie, compuesta por 21 dibujos, las tres principales obras de la exposición se han llevado al grabado, se trata de las más importantes de este discurso visual, y son las que el artista denomina «genéricas», ya que abordan las tres partes en que se divide esta obra literaria. Estos tres grabados componen una carpeta llamada DANTE; Infierno, Purgatorio, Paraíso2 , que contiene además poesía -en italiano y español- del artista y galerista italiano Claudio Fiorentino. Si bien las tres obras genéricas protagonizan la exposición, los otros dieciocho dibujos abordan 6 cantos de cada parte del gran poema.

Se puede interpretar que haciendo referencia a los círculos del Infierno, su dibujo sobre la primera parte del libro ostenta dos circunferencias, pero para Felipe las formas circulares están presentes en su obra como un recurso de narración atemporal, que permita al espectador estar al mismo tiempo en el presente, en el pasado y en el futuro.

Los círculos que atribuimos al Infierno en su obra homónima después se repetirán de forma similar en la pieza que dedica al Paraíso, -en ese caso los conectamos con los nueve cielos, pero para el artista es, más que eso, su forma de acercarse a un micromundo -.

En Infierno las superpuestas formas circulares resultan contenedoras de figuras atormentadas, como aquellas almas que, junto a Virgilio, el autor contó encontrar a su paso. Aparecen además monstruos con cuernos que se relacionan con los demonios descritos en el VIII Círculo, aquellos que golpeaban con látigos a los condenados.

En la libre interpretación de las tres partes de la obra, el artista las caracteriza a través de las gamas de color. Si bien en Infierno domina el rojo, en Purgatorio y en Paraíso los matices son mucho más amables y azulados. Recordemos que Dante describe en su viaje por el Infierno un río de sangre hirviendo para aquellas almas pecadoras que la derramaron, un desierto en el que llueven briznas de fuego, y el vapor del arroyuelo descrito en el canto XV formaba sobre el mismo una niebla que «preservaba del fuego las ondas y los ribazos».

Lo circular no aparece explícitamente en el dibujo que Felipe hace sobre el Purgatorio pero sí está implícito en la condición de tránsito a la que apunta la obra poblada de puzzles y escaleras, en las constantes curvas que definen las figuras. La astrología y la astronomía están muy presentes en La Divina Comedia, y es precisamente camino al Purgatorio donde más la notamos. La salida del infierno ocurre a través del centro de la tierra y Dante, abrazado a Virgilio, atraviesa el centro de gravedad y viendo a este subir en vez de bajar creyó que regresaban: « (…) mi Guía, con fatiga y con angustia, volvió su cabeza hacia donde aquel (Lucifer) tenía sus zancas, y se agarró al pelo, como un hombre que sube, de modo que creí que volvíamos al infierno.» ¿No sugiere este giro la redondez de la tierra?

Y ahí, en ese último canto del Infierno nos dice « ¿Dónde está el hielo y cómo es que Lucifer está de ese modo invertido? ¿Cómo es que en tan pocas horas, ha recorrido el Sol su carrera desde la noche a la mañana?» Dante describe así el cambio acontecido al pasar de un hemisferio al otro. 

Felipe juega en su figuración con la ingravidez, cada una de sus figuras es parte de la vecina, los cuerpos se entrelazan. En su Purgatorio Dante, enamorado, presiente su próximo encuentro con Beatriz, pero ella, más que una mujer hermosa es la Teología, pues para Dante el mundo obedece a su concepción cristiana, una concepción cristiana que, aunque plagada por las generalizadas injusticias de su época, él concibe como pura. 

Purgatorio refleja una multitud de figuras que pudieran ser relacionadas con numerosos personajes reales cuyas almas hablan en la obra. Aquí se ofrece una esperanza y la gloria es alcanzada tras limpiar el alma. En el dibujo de Felipe se respira esta purificación, desde en su carácter acuoso hasta en la representación de los arcos y las escaleras. 

Paraíso, con Beatriz como protagonista, vuelve a las formas circulares, a la perfección e infinitud que remite al movimiento de los astros, al universo, al ciclo de la vida; ya conocemos la simbología de lo elíptico y su relación con lo infinito. Esa perfección, esa redondez, esa sensación de infinitud, las recoge aquí el pintor identificándose con el poeta, al que interpreta con amor y respeto. No nos da una respuesta porque no existe, como mismo Dante tampoco la ofrece y nos dice casi al final de su obra: «Como el geómetra que se dedica con todo empeño a medir el círculo, y por más que piensa, no encuentra el principio que necesita, lo mismo estaba yo ante aquella nueva imagen». Así describe Dante la última visión de su viaje, y así de polisémica y vibrante es la serie que nos presenta Felipe Alarcón. 

 

1 Del 22 de mayo al 5 de junio (Calle de Andrés Mellado, 55, Madrid)

2 Carpeta realizada por LibrosArte (editor: Enrique Flores). Estampada en el Taller Mono de la Tinta.

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